A principios del siglo pasado nacieron las primeras tarjetas de crédito, las cuales sólo podían ser utilizadas en los locales o tiendas que las emitían. Recién a finales de los años 40 nació la primera tarjeta de créditos (Diner’s Club, que de hecho se inventó en un almuerzo donde a uno de los comensales se le quedó la billetera) y a principios de los 50 los bancos se sumaron a esta moda. No hay duda que este mecanismo de pago fue disruptivo para su época, pero no fue hasta finales de los 70 que las primeras tarjetas de créditos empezaron a operar en Chile.
Imaginemos por un segundo al vendedor de un tienda en 1950, que al solicitarle el pago a un cliente le presentan un plástico, con la promesa que ese “plástico” servía para pagar y que no sería defraudado. Quizás podemos imaginar la conversación del vendedor con su cliente, donde el primero claramente no confía en este innovador sistema (como dijo Jerry Maguire, “show me the money”) y el cliente le trata de explicar que este es el futuro, y que si no se suma se va a quedar fuera del mercado.
Hoy no nos imaginamos un mundo sin tarjetas de crédito o débito. Podemos pagar bienes y servicios en cualquier parte del mundo desde nuestro teléfono, con buenos estándares de seguridad e incluso obteniendo beneficios cada vez que las usamos.
En término de disrupción en el mercado, la historia y evolución de las monedas digitales (Bitcoin, Ethereum, Ripple, entre otras), ya sea como medio de pago o como inversión, no ha sido muy distinta que la de las tarjetas de crédito. La única gran diferencia, es la velocidad. El primer gran paso de las monedas digitales lo dio Satoshi Nakamoto (él, ella o ellos, nadie sabe quién es) en el 2009 y hoy existen miles de monedas digitales, con un valor aproximado de 1.6 trillones de dólares, que se cotizan en bolsas de valores (como ETFs), existen cajeros automáticos desde donde puedo girar y puedo incluso pagar el colegio de los niños con este tipo de monedas.
En resumen: es un fenómeno que creo superó las expectativas de hasta los más optimistas. Recordemos que hace no mucho, altos ejecutivos de bancos de inversión de USA lanzaban maldiciones contra el Bitcoin, y hoy Bank of America, Citigroup y Wells Fargo le están dando acceso a sus clientes a inversiones en esa y otra monedas digitales.
No hay duda que las monedas digitales cambiaron, o van a cambiar muy pronto el paradigma de los medios de pagos, de instrumentos de inversión (por ejemplo, “tokenización” de edificios o de commodities), así como de la función de los bancos centrales y de sus políticas monetarias (¿cómo mido la masa monetaria?). Este fenómeno nos presenta grandes oportunidades, desafíos y riesgos que si no estamos preparados como país, vamos a llegar tarde al baile. Como dijo Stephen Hawking: la inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios.
El uso de monedas digitales, y especialmente el aprovechamiento de la tecnología que ello conlleva (blockchain), está en Chile hace un buen tiempo. Puede que todavía estemos un poco ciegos respecto del potencial que nos presentan estas tecnologías para el desarrollo del país, pero por lo menos sabemos que existe. Sin embargo, no existe ni una ley, norma, circular o instructivo (salvo del SII que dice que hay que pagar impuestos por eventuales ganancias), que se haga cargo de este fenómeno.
Hay buenas intenciones de algunos sectores, como el proyecto de ley Fintech y la idea del Banco Central de lanzar su propia moneda digital, pero al parecer vamos a tener que esperar sentados hasta que podamos ver una luz verde. Lo curioso es que es el propio mercado quien está presionando a las autoridades para que los regulen, cuando lo normal es que sea al revés.
¿Qué podemos hacer mientras el Congreso “reconoce la existencia” de las monedas digitales y sus eventuales usos? Mucho. Para que las monedas digitales funcionen, hay que alinear el ecosistema que las rodea, y que está compuesto por: Banco Central, CMF, SII, UAF, bancos, corredores de bolsa y exchanges de cripto monedas, entre otros.
¿Cómo alinear el ecosistema? Podemos dejar que las cosas pasen o hacer que las cosas pasen. En este caso, nos inclinamos por la última opción. Dada la importancia e impacto macroeconómico de la materia, creo que el Ministerio de Hacienda está dando un ejemplo en el mercado de cómo hacer que las cosas pasen, organizando a los distintos actores del mercado en búsqueda de una solución sistémica viable.
Las tarjetas de crédito se demoraron casi 40 años en entrar a Chile, y varios años (décadas) más en masificarse su uso. ¿Vamos a esperar lo mismo para subirnos al carro de las monedas digitales? Acordémonos de lo que dijo el político y senador romano Cicerón algunos años antes de Cristo: “de humanos es errar y de necios permanecer en el error”. Tenemos una oportunidad, no permanezcamos en el error.
*Felipe Divin, socio Honorato/Delaveau