Cuando se menciona el nombre de Agustín Huneeus Cox (86) en la industria del vino no hay dos opiniones. El empresario -padre de Agustín Francisco, envuelto en el escándalo de las admisiones universitarias fraudulentas en California- despierta gran admiración en el rubro y es reconocido como uno de los pioneros del desarrollo vitivinícola nacional y en Estados Unidos, donde además se le cataloga como una de las personas más perspicaces y exitosas del mercado.

Huneeus Cox llegó al vino "por casualidad", según lo reconoció en una entrevista concedida a la prestigiosa revista Decanter en 2015. Terminaban los años 50 y, por ese entonces, Concha y Toro, que había sido una floreciente compañía -se había listado en Bolsa en 1933, mismo año en que realizó la primera exportación- "estaba completamente deteriorada", debido a un foco de negocios centrado en los vinos a granel, de bajo valor, detalló a dicho medio.

Y fue en ese entonces cuando un amigo -un trader de más edad que él- llegó con la idea de sacar a Concha y Toro del pozo en el que estaba, para lo que, junto a otros inversionistas, debían comprar una participación mayoritaria. Así lo hicieron y Huneeus, con 23 años, quedó a cargo de la gestión de la viña. El amigo visionario era Eduardo Guilisasti Tagle, padre de Eduardo y Rafael, actuales gerente general y vicepresidente de la principal viña local.

Desde ese momento, contó Huneeus a la publicación, su relación con el vino se hizo indisoluble, al tiempo que Concha y Toro despegaba de la mano de Casillero del Diablo. La etiqueta comenzó a ser distribuida en algunos países sudamericanos por Seagram, una de las mayores destilerías del mundo en esa época. Fue el propio presidente de esa multinacional canadiense el que reclutó a Huneeus Cox, en la década del 70, para dirigir la filial en Argentina. The New York Times, en un artículo de 1999, detallaba, sin embargo, que fue el desacuerdo con el gobierno de Salvador Allende lo que lo gatilló a aceptar el nuevo puesto. Desde allí, en 1974, saltó a la posición de vicepresidente internacional, radicándose en Nueva York.

Desembarco en California

Fue el trabajo en Seagram el que llevó a Agustín Huneeus a California, donde conoció los viñedos y valles que por ese entonces ofrecían, al igual que en Chile, vinos baratos para poder competir.

Su esposa, Valeria Quesney, se especializó en viticultura, coronando su experiencia con un doctorado en microbiología. Así que la pareja, con todo ese conocimiento a cuestas, decidió radicarse en el valle y comenzar de nuevo con el negocio del vino.

De ahí, la trayectoria de los Huneeus Quesney ha estado marcada por diversos emprendimientos vitivinícolas californianos. Partieron, junto a algunos socios, con la compra de Noble Vineyards, para luego adquirir Concannon, la que posteriormente también se vendió.

A esas alturas, Huneeus ya se había hecho un nombre, y por ello, junto a un amigo, asesoraron a la familia Eckes, dueña de Franciscan Estates, una bodega del valle de Napa, cuya calidad de los vinos impresionó al empresario chileno. Esto selló su ingreso como socio, logrando instalar la marca en un segmento de calidad.

Su esposa manejaba un viñedo en Gilroy, el que vendieron para instalarse definitivamente en Napa, partiendo literalmente de cero, solo con la tierra. Y fue ella quien encontró el dato de un amplio terreno en Rutherford, el que hoy es Quintessa, marca de vinos ícono que, junto a otras etiquetas reconocidas en el mercado, forma parte de Huneeus Vintners, el negocio que formó en 2004 junto a su hijo Agustín Francisco.

A Huneeus también se le reconoce la técnica y calidad de sus vinos. "Se le considera un pionero con su Cuvee Sauvage, el primer Chardonnay de fermentación de levadura salvaje del Valle de Napa, y Magnificat, una de las primeras mezclas patentadas al estilo de Burdeos del Valle de Napa", se lee en la página web de Long Shadows, conglomerado de siete marcas de vino ultrapremium del valle de Columbia, en la que el empresario chileno figura como miembro del directorio.

No fue sino hasta la década del 90 que la mirada de Huneeus volvió a Chile. El lugar elegido fue el Valle de Casablanca, que hasta la llegada del empresario no figuraba en el mapa vitivinícola local, y allí fundó Veramonte, alcanzando notoriedad también en la escena local.

En 2016, Huneeus vendió Veramonte a González Byass, empresa española centenaria, dueña del jerez Tío Pepe. "Acá en Chile el hijo no fue capaz de armar equipo (...). Lo que hizo no tuvo éxito", comentó una fuente de la industria sobre los motivos de la venta, aun cuando sus vinos llamaban la atención.

Con el foco nuevamente en California y ya avanzado en edad, Huneeus Cox dejó de participar activamente de la administración del negocio familiar, para dejarlo en manos de Agustín Francisco, quien, hasta conocerse el escándalo, estaba llevando de manera exitosa el emprendimiento familiar. Sobre él no solo pesa toda la trayectoria empresarial del apellido Huneeus, también cargos por conspiración, que lo mantienen en libertad bajo fianza y bebiendo, sin duda, su trago más amargo.