Parece una pregunta filosófica, pero en realidad es estratégica. Durante los últimos 10 años, los emprendedores junto al gobierno han luchado en posicionar a Chile como el país con la mejor cultura de innovación en Latinoamérica. Hemos establecido uno de los ecosistemas más dinámicos dentro de la región, y los resultados dan fe de que estamos teniendo frutos.
Sólo desde la vereda de Corfo, el presupuesto anual invertido en emprendimiento de innovación es de US$44 millones (uno de los más grandes de Latinoamérica). Según el SII, las empresas que apoyamos vendieron sólo en Chile US$363 millones en 2016, es decir, potencialmente por impuestos se obtienen US$69 millones. Es gratificante ver que la inversión tiene un retorno de al menos 50% (y creciendo). Sumemos a esto la imagen país, la infraestructura instalada, la cultura emprendedora, los nuevos fondos de inversión y toda la gestión de Start-Up Chile. Un futuro promisorio.
Sin embargo, no debemos ser autocomplacientes ni perder de vista que lo que hicimos fue sentar las bases para crecer. Las críticas pesimistas al ecosistema, a mi juicio, son infundadas para un espacio que lleva solo 15 años de trabajo (el promedio para una maduración es de 40 años). Si bien hemos crecido a alta velocidad, hoy Chile está en un punto de inflexión donde se acabaron los pasos básicos y debemos encontrar vías propias. Sería contraproducente tratar de copiar a Tel Aviv, Londres o Silicon Valley. Tenemos una cultura y ecosistemas distintos. Urge definir nuestra propia identidad.
¿Entonces cuál debiese ser nuestra identidad? Quiero compartir algunas reflexiones al ver el desarrollo del ecosistema nacional:
1) Chile como puerta de entrada a Latinoamérica: para cualquier emprendedor o inversionista que quiera entrar al mercado latino, Chile debiese ser su base de operaciones inicial natural. Contamos con la infraestructura, financiamiento, estabilidad económica y calidad de vida suficiente para ser la mejor opción, sin embargo, quedan desafíos en el ámbito de la regulación.
2) Chile como hub de innovación: a pesar de nuestro buen pasar, no podemos olvidar que somos sólo 17 millones de habitantes. Eso provoca que el paso obvio para cualquier emprendedor sea la internacionalización. Se deben desarrollar "carreteras" e instrumentos públicos para ello.
3) Chile con un mercado de equity dinámico: una parte clave para el crecimiento de las startups es la inversión privada. Y esto se logrará cuando aparezcan los casos de inversionistas que tuvieron gran retorno de inversión, pero, además, cuando sea posible vender el equity (propiedad) que uno tiene sobre una empresa con relativa facilidad.
4) Chile como generador de soluciones globales: Los rankings y estudios sobre Chile coinciden en la falta de I+D y procesos de innovación en el ecosistema. Nos repiten lo importante que es insertar metodologías Steam en los emprendimientos. Cada vez se complejiza más crecer en un mercado global sin el uso de tecnología. Es vital movernos a productos y servicios más complejos.
Nuestra tarea como gobierno será tomar la posta y definir sus acciones, pero puedo decir con orgullo que Chile ha recorrido este camino a una velocidad envidiable gracias a la labor de todo el ecosistema, tanto público como privado. Vamos por buen camino.