Desde 1950, los países sudamericanos han padecido diversas crisis políticas, dictaduras militares y recesiones económicas que movilizaron a sus ciudadanos a buscar opciones en tierras extranjeras, sin que esto llevara a una disminución de sus respectivas poblaciones. Hasta ahora.

La ola migratoria de Venezuela, de la que somos testigos en Chile con las 288.233 personas que han llegado al país y con las miles que esperan poder ingresar en Chacalluta, habrá generado una inédita caída del 5,5% en la población del país hasta 2020, en relación al peak de poco más de 30 millones que alcanzó en 2015.

De acuerdo a las proyecciones de la ONU publicadas en su informe "Perspectivas de la población mundial 2019", se trata de un descenso sin parangón en la región. De hecho, en el presente quinquenio el resto de los países continuará alimentando los históricos incrementos, con avances que van desde el 8,8% que registrará Ecuador, pasando por el 6,4% de Chile, hasta el 1,8% que se anticipara para Uruguay.

En el contexto mundial, este fenómeno demográfico también es peculiar. La baja supera ampliamente a la disminución del 2,8% que se espera para un país en guerra como Siria, mientras que solo será sobrepasado por las bajas del 7,1% y el 5,6% que se registrarán en Letonia y Lituania, respectivamente, que enfrentan un proceso estructural desde los años 90, asociado a una baja fecundidad.

Los arrastres

Este último factor también está en juego en el caso de Venezuela, que ha visto un largo y constante descenso en el número de nacimientos por mujer. "La disminución de la población también obedece al momento demográfico de la región", explica Guiomar Bay, experta del Celade-División de Población de la Cepal, que participó en la elaboración del informe de la ONU.

A diferencia de otras crisis que se han enfrentado en América Latina, la venezolana llega en un contexto "de baja fecundidad, por eso se da de manera tan fuerte este descenso de su población", precisa Bay, sin ignorar otro elemento fundamental: la diáspora.

En un análisis de la variación quinquenal, el informe ONU da cuenta que la tasa neta migratoria (el balance que existe entre la inmigración y la emigración) en Venezuela pasó a terreno negativo en el periodo 1990-1995, con una salida neta de 2.000 personas. Pero este fenómeno se profundizó primero en 2005-2010, cuando marcó la emigración neta de 200 mil, y luego se dispara entre 2015-2020, donde se proyecta la salida de 3,3 millones de personas del país.

"Hasta 2014 había un migrante de tipo económico y ahora hay una migración forzada, la cual si bien tiene una determinante individual, responde al miedo de la gente a permanecer en su lugar de origen, porque siente que no se garantiza la seguridad de su vida", asegura Claudia Vargas Ribas, socióloga de la Universidad Central de Venezuela (UCV), detallando que este cambio hizo que a la partida de profesionales se sumara la salida masiva de personas de bajos recursos.

De hecho, aunque sin hablar de migración forzosa, el informe de Michelle Bachelet, como alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, ligó la masiva migración a las "violaciones de los derechos de alimentación y salud".

Este fenómeno ha sido absorbido principalmente por los países de la región.

Repunte o estabilización

Hacia adelante las perspectivas no son claras. Las proyecciones de la ONU consideran que la tasa neta de migración pasará a terreno positivo, con un saldo de más de 1 millón en el periodo 2020-2025.

Estima que la población venezolana comenzaría a repuntar en 2021, retornando a los máximos de 2015 en 2023. "Estamos proyectando que habrá un retorno de estos migrantes una vez se supere la crisis del país. Este retorno se daría, principalmente, en los quinquenios 2020-2025 y 2025-2030", sostiene Guiomar Bay.

De todas maneras, aclara que se trata de previsiones que revisan cada dos años, por lo tanto el panorama podría cambiar para 2021. "Dependiendo de los volúmenes de saldo migratorio, la población podría continuar decreciendo", destaca.

Basado en lo que desvelan los registros estadísticos de fenómenos similares en el mundo, Pablo Valenzuela, investigador de Espacio Público, sostiene que ante una mejora "parece razonable que algunas de las personas retornen si migraron por un acto de desesperación". Sin embargo, subraya que "muchos de los que salieron del país se empiezan a integrar, encuentran trabajos, forman familia, y no regresan".

Más allá de cómo evolucione la crisis del país, Valenzuela plantea que "todo flujo migratorio llega a un momento de estabilización. No hay forma de que siga este nivel de aceleración de la migración. Incluso la crisis migratoria europea tuvo su peak en 2015 y después bajó".

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