Vivianne Blanlot (VB), Karen Poniachik (KP) y Loreto Silva (LS) han sido mujeres que lograron romper fronteras. Se formaron en mundos alejados de las elites. Dos de ellas estudiaron en escuelas públicas, en el sur del país, mientras otra quebraba esquemas en una comunidad cerrada y machista. Hoy están posicionadas en altos cargos directivos de importantes empresas nacionales, pero también internacionales donde el común denominador es el rol que están cumpliendo en la actualidad en el sector minero.

Blanlot, exministra de Defensa en el primer gobierno de Michelle Bachelet, es actualmente vicepresidenta de Icare y directora de empresas como Colbún (vicepresidenta), CMPC y Antofagasta Minerals. Silva, en tanto, fue exministra de Obras Públicas del primer gobierno de Sebastián Piñera, es directora de Aguas Andinas y Barrick Gold, y fue hasta junio del año pasado presidenta de Enap. Poniachik también estuvo presidiendo Enap cuando en los años 2006 y 2007 fue presidenta del Comité de Ministros de la Comisión Nacional de Energía. En la actualidad es consejera de AmCham Chile, directora del Centro Global de la Universidad de Columbia. También participa en los directorios corporativos de Jetsmart Airlines e Isa Interchile y recientemente se integró al directorio de Lundin Mining, conglomerado minero canadiense que en Chile opera en el distrito Candelaria, en el norte del país.

Desde ahí analizan -invitadas por Pulso, por el Día de la Mujer- el avance que ha tenido Chile en su política de diversidad de género, algo en lo que resta aún mucho camino por recorrer. Y en un escenario pospandemia, estiman, es necesario ampliar el concepto de diversidad y comenzar a incluir dentro de las empresas a otros de tipo de minorías, como la mirada que pueden entregar los trabajadores, el aporte de la comunidad indígena y también traspasar esas experiencias a las medianas empresas.

Avance en diversidad de género

VB: Esto es bastante reciente, diría que es un proceso que al menos en las empresas chilenas no empezó antes del 2015 y desde ese año, ha sido bastante gradual, acelerándose en los últimos tres a cuatro años. Esa aceleración tiene que ver con que hay una sinergia importante entre la incorporación de mujeres a cargos ejecutivos y la velocidad con que ascienden también mujeres que están en niveles más bajos a nuevos cargos ejecutivos. Es interesante ver que los directorios, además, han buscado diversidad en términos de profesión y de miradas de distintos ámbitos de la sociedad y eso los ha enriquecido. Pero yo creo que lo más importante es que este impulso fuerte a la diversidad puede servir de modelo para las empresas medianas a las que se les hace más difícil hacer estos procesos.

KP: Tengo el privilegio de estar en el directorio de tres empresas internacionales, dónde en materia de diversidad e inclusión ha habido un avance bastante importante, no en los últimos años, sino que en las últimas décadas. Lo mismo en una empresa colombiana y una empresa estadounidenses donde estoy en el directorio. Uno ve lo que pasa ahí y lo compara con otros lugares donde no hay un convencimiento real del aporte, no solo de las mujeres, sino que, del aporte de la diversidad, de lo que implica tener miradas, experiencia y formas de hacer las cosas totalmente distintas, porque eso enriquece a los grupos. Se ha entendido internacionalmente que la diversidad es un plus que tiene consecuencias económicas medibles y que tiene un impacto positivo en los negocios desde todo punto de vista.

LS: En pospandemia, el tema de la diversidad es aún más profundo y tiene que ver con la incorporación de nuevas miradas. Por ejemplo, si eres una empresa global es necesario tener la mirada de representantes de los territorios en los que operas y eso que tiene que ver con el valor agregado de la diversidad de miradas con un foco común, que es el que a la empresa le vaya bien. También tiene que ver con pensar que tú tienes que, cuando estás en otro país trabajando, ser bienvenido por un anfitrión y tú a ese anfitrión tienes que conocerlo, tienes que trabajar en conjunto y tienes que aportar valor al país donde estás y eso está cada día más asentado. En Chile todavía tenemos mucho camino que recorrer. Y en cuanto al tema de diversidad, quiero contar mi experiencia en Enap, en términos no solamente de diversidad de género, porque en Enap se construyó una plataforma ejecutiva de mujeres y hombres de primer nivel. También está la incorporación en ese directorio de la mirada de los trabajadores.

Empresas públicas versus privadas

KP: Yo destacaría que las empresas del Estado en Chile han estado a la vanguardia en esta materia. A principios del segundo gobierno de Michelle Bachelet hubo un compromiso de alcanzar que un 30% de los directorios fueran mujeres y es uno de los compromisos que no solamente continuó el Presidente Piñera, sino que además lo amplió. Esos son ejemplos muy potentes, porque dan una señal al mercado de lo que son las buenas prácticas en materia de gobierno corporativo. En ese sentido, las empresas abiertas en bolsa en Chile deberías recoger el guante, en el sentido de que el gobierno está marcando la pauta y que eso debiese ser un incentivo a avanzar en esta materia. Pero lamentablemente, como lo demuestran las cifras, esto no ha sido así.

VB: Yo tengo una visión distinta de lo que está pasando en Chile. De partida ha habido distintas iniciativas para fomentar la incorporación de mujeres en las empresas y en el mundo económico en general. Por ejemplo, la de paridad de género, que tiene que ver con el World Bussines Council donde participó el BID, Comunidad Mujer y el gobierno, y donde se logró, sin que haya cuotas, que más de 150 empresas chilenas se comprometieran con una política de diversidad de género y creo que es muy valorable. Uno puede poner todas las metas que quiera, pero la realidad de cómo se integran las mujeres en las empresas está muy marcada por la consciencia de sus pares hombres, de la importancia de esta incorporación. Yo creo que eso siempre va de la mano de los cambios culturales, que son extremadamente importantes. Lo que he visto en los últimos seis a siete años es que en muchas organizaciones ha habido una política muy agresiva de paridad de género. Cuando entré al directorio de Icare había dos mujeres y yo llegué a ser la tercera de 16. En este momento somos seis y en cada renovación se incorporan mujeres. Por eso no tengo una noción de que sea tan significativo poner cuotas, pero sí creo que las empresas deben ponerse metas, que eso es mucho más importante que las cuotas.

KP: Si uno ve lo que son los gremios en Chile, que son los que representan a las empresas, no veo mayores avances en esta materia a diferencia del caso de Amcham. Efectivamente, la presión, entre muchos otros de Comunidad Mujer y de la opinión pública, logró que Icare se inspirara en estos cambios de los cuales habla Vivianne, que han sido muy positivos y además han permitido que nuevos talentos ingresen a la institución, pero creo que queda mucho por hacer en el ámbito de la dirigencia empresarial en su conjunto. Es cosa de ver quiénes están de presidentes y de directores de las distintas ramas. Creo que ese debiese ser un llamado de atención.

VB: Voy a hacer un contrapunto: el aumento de las mujeres en Icare no tuvo que ver con la presión de nadie. Pero lo que quiero destacar es que hoy los que van integrando los cargos de decisión en las empresas son generaciones más jóvenes y la mirada les ha ido cambiando. Entonces, hay una apertura natural. Podemos hablar de que en la segunda parte de la década pasada ya había habido una aceleración del proceso que a mí me tiene muy contenta.

LS: Hemos avanzado en los últimos cinco años en forma significativa en lo que es la mayor participación de la mujer en cargos de alta dirección y eso creo que tiene que ver con un cambio cultural que ha sido por razones generacionales, pero también por razones de intencionalidad de políticas públicas, que ha permitido que haya una toma de conciencia de lo importante que es ir incorporando mujeres en distintas áreas. Yo no soy partidaria de las cuotas, siempre tengo dudas al respecto porque lo que no podemos tener es que, por completar la cuota, se ocupen cargos sin necesariamente tener las competencias.

KP: Loreto muy bien decía que es importante conocer y tener en el directorio gente que conozca los territorios donde operan las mineras, en este caso. Yo también creo que es fundamental tener en los directorios y en los cargos de ejecutivos gente que también venga de la localidad en la que se hacen los negocios. Voy un poquito más allá, porque creo que con las mujeres hemos avanzado, pero en otros ámbitos hay cero avances y eso me preocupa, porque esas después son cosas que se traducen en descontento social, que ya lo hemos visto. También en problemas como la marginación de la gente de La Araucanía, entonces, también tenemos que estar conscientes de que hay una responsabilidad de las empresas por incorporar representantes de minorías subrepresentadas en los cargos poder.

Ampliar el grupo

KP: Tenemos que incorporar muchos más nombres a este grupo. Es una de las urgencias que tenemos. Acá hay una noción de que no queremos compartir la torta, porque nos van a quedar menos trozos, pero lo que no entienden es que al darles espacio a otras mujeres crece la torta, y a eso es lo que tenemos que apuntar como país, porque al darle espacio a otro generas un círculo virtuoso que, a su vez, genera nuevas oportunidades. Cito un estudio de Seth Simmerman, de la Universidad de Chicago, que dice que hombres de siete colegios, dos universidades y tres carreras, que son 1,4% de los profesionales en Chile, ocupan el 41% de los cargos directivos del país. Mirando eso uno se da cuenta que nos queda una enormidad por avanzar, no solamente en integración de mujeres, sino que sale de los 7 colegios, de las 3 carreras, de las 2 universidades y te vas a encontrar con un mundo que ayuda a enriquecer a la elite empresarial.

LS: Yo no pertenezco a lo que se ha denominado la elite. Soy de Temuco, estudié en una escuela rural mapuche, después estudié en un colegio de Temuco. Me vine a la Universidad de Chile. No pertenezco a esa lista de apellidos que se señaló y tengo una mirada más positiva de lo que ha sido el desarrollo de nuestro país especialmente en los últimos 30 años. Tengo una mirada muy distinta. Por otra parte, me he desarrollado siempre en un mundo de hombres. Partí trabajando en la Cámara Chilena de la Construcción. Fui ministra de Obras Públicas, la primera mujer en un mundo supermasculino. Lo mismo me pasó en Enap. Me gustaría que hubiese muchas más mujeres en cargos de alta dirección y en ese sentido, las que hemos llegado más lejos, tenemos un deber con las futuras generaciones de colaborar y apoyar. Es un cambio que tenemos que promover todos.

VB: Es una realidad que pareciera que hubiera un pequeño club de mujeres que aparecen todo el tiempo. Sin embargo, yo lo veo ampliándose, por muchas iniciativas, incluso de las mismas empresas. Yo no pertenezco al club de los siete colegios, sí de las universidades, pero yo hice primero básico en una escuela rural, en Batuco, no por el origen de mis padres, sino porque mi padre era capitán del Ejército en los polvorines del Ejército que quedaban en Batuco y esa es la escuela que me tocó. Luego estuve en los campamentos de Enap, en Tierra del Fuego, donde eran escuelas públicas. Soy “enapina”. Traté de estar en Enap, nunca me eligieron, pero yo también tuve acceso a esa maravillosa diversidad de estar en escuelas públicas donde había una mezcla de orígenes extraordinarios y así fue mi historia. Creo que estoy en este club en parte por eso, porque todo lo que ha pasado después, el hecho de que estudié ingeniería comercial, me metí en Medio Ambiente, después en Energía. Los primeros 20 años de mi vida trabajé solo con hombres y eso me formó de una manera que no soy tan típica y eso me abrió muchas puertas.

KP: Yo estudié en los colegios en cuestión y en una de las universidades, aunque no en las carreras, porque yo estudié periodismo, pero vengo de una comunidad tremendamente cerrada, en la cual era prácticamente imposible ver a mujeres haciendo carrera. En la comunidad judía tradicional las mujeres “no deben trabajar” o “deben estar en la casa”, y a mí me costó mucho romper con ese estereotipo. Hoy día, por suerte, hay muchas mujeres profesionales y mucho más jóvenes que vienen de mi colonia, pero cuando yo partí fue difícil abrirse camino. Acá tenemos una historia donde las tres hemos tenido que poner un esfuerzo personal para salir adelante con personalidad y carácter para poder abrirnos camino.

LS: Las tres hemos tenido el mínimo común que es, en el fondo, el poder romper fronteras.