A mediados del año pasado, la filial de gestión de activos de Tattersall desarrolló un video mostrando las bondades agrícolas de Chile. El foco inicial fue Asia. Vía redes sociales, difundieron la campaña para llegar justamente a inversionistas chinos. “Vimos un alza en el interés de ellos por comprar y nosotros también los fuimos a buscar”, reconoce el subgerente de Propiedades Agrícolas de Tattersall GDA, Hans Holzhauer. Y asegura que los contactos se incrementaron. Sin intermediarios. Fueron llamados directos desde China. Y si en 2019, vendieron unos seis terrenos a empresarios asiáticos, la apuesta ahora -sin dar mayores detalles- es ir por más.
Hoy no existen dobles percepciones. Los chinos han decidido invertir fuerte en el campo chileno. La necesidad de asegurar la producción parece ser la máxima y ya rondan la VI y VII Región. “El ingreso de solicitudes de inversionistas chinos subió entre un 38% y un 40% en un año”, dispara el gerente del área Agrícola de Colliers, Matías García-Huidobro.
Aterrizaje inicial vía socios locales
Hace un poco más de ocho años iniciaron sus primeros acercamiento. A mediados de la década pasada, el gobierno chino comenzó a impulsar estrategias para asegurar producción agrícola en países de Latinoamérica y África. Con una población de 1.400 millones de habitantes y con sólo el 10% de las tierras cultivables del planeta -y una reserva de agua equivalentes al 7% del total-, requerían refuerzos. Su llegada, eso sí, no fue en solitario. “Al principio se asociaron con exportadores o productores locales”, señalan en Tattersall. O -añaden en el sector- sumaron empresas ya funcionando con management local. Fue en esa instancia donde, por ejemplo, se concretó la primera arremetida vitivinícola de China con la compra de viña Bisquertt por parte del gigante Cofco en 2010; luego en 2017, la bodega china Changyu concretaría la adquisición de las viñas del grupo Bethia; y en 2018 Yanghe, filial del Grupo Jiangsu Yanghe Destillery Co. Ltda., pagaría US$ 66 millones, por el 12,5% de la Viña San Pedro Tarapacá, ligada a CCU.
Pero el mundo del vino no fue lo único que los cautivó. La cereza es el bien preciado por excelencia al otro lado del mundo. “Un artículo de lujo que se regala en los cumpleaños”, señalan en la industria agroalimentaria. Y Chile apareció como el principal lugar para desarrollarlo. El 90% de la cereza que se consume allá es chilena. Y surgieron los packing asiáticos.
De hecho, en 2018 se abrió la primera planta frutícola con inversión completamente china en Curicó. Se trató de una filial de la importadora del gigante asiático Gold Anda, que en Chile fue impulsada por empresarios chinos que residían en el país, confidencian en el rubro. Fue como un gran poder comprador. En InvestChile aseguran tener cuatro proyectos de capitales chinos en el sector de la industria alimentaria, en distintas fases de desarrollo, por un total de US$ 1.015 millones.
El año pasado, sin embargo, la mirada cambió. Los chinos empezaron a ver con preocupación la falta de control que podrían tener sobre el destino de la fruta si es que no manejaban ellos la producción directamente. Y la apuesta se modificó. Ahora irían directo por campos, sobre todo en instancias donde la dependencia frutícola de ciertos productos es alta. Según un estudio de ProChile, Chile es su principal proveedor de cerezas, ciruelas, nueces y uvas; y el segundo, en arándanos, kiwis, manzanas y paltas.
“Hoy hay muchas exportadoras o clientes chinos que llegan a los campos a comprar producciones de cerezas. Y lo que ellos quieren es asegurar producción. En un principio lo normal que uno veía eran asociaciones con locales, y ahora buscan estar integrados y tener sus campos, para garantizarle la fruta a su población y otros mercados”, comentan en Colliers. “Efectivamente, hay capitales de empresas chinas y particulares que han comprado predios en la VI y VII Región”, reconoce el presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), Cristián Allendes. “La mayoría son para producir cerezas de exportación. Y el objetivo de quienes invierten en estos predios es tener volumen propio para abastecerse de este producto y depender menos de terceros, además de dar un mayor impulso a su negocio”, añade. En la temporada 2020-2021, se enviaron 300.000 toneladas de cerezas a China, del orden del 90% de la producción local.
La contraposición en las estaciones de producción, y el buen nivel de trazabilidad y sanitización de las producciones, los llevó incluso a abrirse a frutales que van más: arándanos, cítricos, manzanas, duraznos, entre otros.
Hoy, los empresarios chinos con campos tienden a subcontratar el servicio de packing. Terceros les entregan la cadena de frío y los empacan con las cajas e insumos que ellos les proveen. De hecho, el presidente de la SNA revela que justamente una de las razones de por qué están buscando crecer en superficies es para desarrollar sus propios packing de frutas y procesarlas en sus plantas. El control de toda la cadena.
Según señala Hans Holzhauer, al ser la fruta el foco, los terrenos que miran están justamente entre la IV y la VII Región. “Desde Ovalle a Linares”, señala. En Colliers acotan la mirada: “El mayor interés está en la VI y VII Región, en las áreas de Rancagua, Colchagua, Curicó, Linares. Esto, puesto que son zonas de grandes extensiones agrícolas que se han defendido mejor de la sequía, y que permiten la producción de frutas de calidad”.
El socio-gerente de la corredora de propiedades Habiter en Curicó, Marcelo Nario, precisa que hoy un terreno en esa zona, de la carretera hacia el poniente donde el clima es más cálido, puede llegar a valer $ 40 millones la hectárea. El promedio, no obstante, de una superficie sin plantaciones y con agua para cerezas ronda los entre $ 20 y $ 30 millones la hectárea. En aquellos suelos sin agua y no puntualmente para cerezas, su valor cae a la mitad. “Tenemos los terrenos más caros de la región, pero hay un clima único, que genera una calidad de fruta que el resto no puede producir”, subraya Nario.
De hecho, actualmente está en análisis el proyecto de la Granja China en Chile; una iniciativa que busca replicar la Granja que tiene Chile en Beijing hace 20 años. Es una iniciativa que ejecuta Fedefruta. Se trata de 10 hectáreas donde se desarrollarán cultivos demostrativos para aplicar tecnología china, y donde además habrá producción de productos que consumen en el gigante asiático, pero que no se producen acá, como el jujube. “Será China”, subrayan en Fedefruta.
Si bien el desarrollo -financiado inicialmente por Fedefruta- partiría en 2020 en un terreno que tiene el SAG en San Nicolás, en la Región del Ñuble, en la SNA cuentan que eso no resultó, puesto que a los chinos no les acomodaba un terreno tan alejado de Santiago, ya que sus representantes muchas veces no tienen tiempo para reuniones fuera de la ciudad. Ahora, cuenta el presidente de Fedefruta, Jorge Valenzuela, están ad portas de concretar la compra de un nuevo paño que estará cerca de la capital, y que se daría a conocer en menos de un mes.
Buscando 100 hectáreas promedio
Víctor Wu lleva doce años en Chile. El exasesor del anterior Comité de Inversiones Extranjeras y exfuncionario de la Embajada de China en Chile, preside la empresa de representaciones Aviqlo, que justamente se dedica a asesorar a sus connacionales para invertir en la región. “Hay un interés por ese rubro”, reconoce. Asegura, de hecho, que hoy tiene 300 hectáreas que una familia chilena le pidió promocionarlas en China; asimismo, recogió el interés de una empresa del gigante asiático que lo contactó hace cinco días para adquirir entre cuatro a cinco packing en Chile. Cuenta con una inversión de US$ 4 millones para cada unidad, revela Wu. “Las empresas y los empresarios no quieren hacer algo desde cero, sino que están buscando campos que estén funcionando y con permisos”, subraya. Añade que así quieren evitarse cualquier tipo de problema.
En general, en la industria explican que los interesados son básicamente particulares o exportadoras que apuestan por producir no más de 150 hectáreas. “Son paños promedio de entre 100 a 150 ha. Los más chicos que hemos vendido han sido de 70 ha y los más grandes, de unas 300 ha”, señalan en Tattersall.
En Colliers revelan estar trabajando con un cliente chino que les pidió un campo de 80 a 100 ha para poner cerezas en la zona de Colchagua. Además, aseguran que también les ha tocado trabajar con fondos que buscan más que nada rentabilidad y campos productivos con flujo. Hoy, puntualmente, están buscando superficie para un grupo de inversionistas muy importante -subrayan sin revelar el nombre- que quiere un campo en producción de gran extensión.
Las negociaciones con ellos siempre se mantienen en máxima reserva. De hecho, a las corredoras de terrenos las hacen firmar contratos de confidencialidad y los análisis que hacen de los campos son verdaderos due diligence: piden información muy detallada del agua, el suelo, el clima, señalan en la industria. De hecho, son estudios de abogados los que terminan analizando los documentos. Y una operación puede demorar entre seis meses y un año. “No quieren que los engañen”, dice Wu. Confidencia que ya ha habido malas experiencias y eso hace que pierdan la confianza rápidamente.
Las compras se concretan en dólares. No arriendan, quieren tomar posesión de los campos. En Tattersall revelan estar en conversaciones con bancos chinos justamente por temas de financiamiento.
Los chinos visitan directamente los predios a adquirir. Y, si bien la pandemia ha restringido esa movilidad, en Colliers ya tienen agendada varias visitas a terreno para cuando la alerta sanitaria finalice. En Tattersall, en tanto, ya desarrollaron tour virtuales de los predios a ofrecer, y si bien aún no ha sido un mecanismo usado por los asiáticos, sí reconocen que han mandado a socios locales a visitar predios de interés. P