Probablemente la gran lección de los últimos vaivenes de la industria minera, es tener siempre presente que los ciclos no duran para siempre. El mundo financiero ha utilizado al toro y al oso como los símbolos de cómo se comportan las grandes empresas en estos períodos de altos y bajos precios en los commodities.
En el arte, Charles Chaplin, con su inolvidable La Quimera del Oro, describió sin palabras la fiebre que produce un boom mineral (y su fin) en cualquier comunidad humana.
Desde otro punto de vista, el último "superciclo" también dejó algunas enseñanzas que son muy propias del nuevo siglo. Somos un país minero por excelencia: esta industria aporta casi el 10% del PIB de la economía nacional y es uno de los sectores con mayor participación de la inversión extranjera, lo que nos obliga a considerar el entorno mundial y tomar medidas acorde al innegable desarrollo de la economía digital.
Por ello, los niveles de productividad y una ley más baja en el cobre, han obligado a mirar a la transformación digital como una alternativa para la optimización de recursos. De hecho, hoy se habla de que la introducción de mecanismos basados en Inteligencia Artificial (IA) y machine learning podrían optimizar la eficiencia en las faenas entre un 2% y 4%.
Ya en 2009 el Foro Económico Mundial establecía que tecnologías como automatización, Big Data Analytics, entre otras, serían drivers claves para la minería de cara al 2030. A diez años de ello, el pronóstico ya empieza a tomar forma con inversiones a lo largo de toda la cadena productiva.
En este escenario, los primeros pasos de la industria apuntaron a la digitalización, comenzando con los procesos de modernización de su back office y de sus negociaciones con proveedores.
El liderazgo de esta transformación lo han tomado, sin duda, las grandes mineras y en la medida en que éstas van desarrollando este "músculo", la introducción de nuevas tecnologías -como el Internet de las Cosas- se va haciendo cada vez más patente y va pavimentando el camino para que las pequeñas y medianas mineras también se sumen al proceso.
De hecho, hoy ya se habla del concepto "mina conectada" como una realidad. Se trata de faenas donde la automatización y el monitoreo a distancia se han convertido en pilares fundamentales para acelerar la toma de decisiones, permitiendo que no sólo exista mayor productividad, sino que disminuya el peligro para los trabajadores, ya que no es necesario que ingresen al yacimiento para que las máquinas operen a distancia.
En ese sentido, hoy trabajamos en el desarrollo de una verdadera carretera digital que asegure la operación de las faenas ante cualquier circunstancia; ofreciendo una red estable, pero sobre todo segura, acorde a los desafíos que enfrenta esta industria clave para la economía del país y que requiere de soluciones para avanzar en el desafío de la transformación digital.