“Fue muy emocionante. Fue el cierre de una etapa que para mí en lo profesional fue muy feliz y desafiante”, resume Josefa Monge sobre su última asamblea como presidenta ejecutiva de Sistema B de Chile, realizada este jueves. Abogada de profesión y emprendedora, le tocó liderar la entidad en momentos de fuertes cuestionamientos a la labor empresarial y el declive de la economía, desde que asumió en 2020.
Había llegado a la organización en 2016, cumpliendo diversas funciones, cuando cuatro años después le ofrecieron tomar el rol de presidenta ejecutiva. Entre sus tareas estaban conseguir que más empresas asumieran el desafío de combinar la búsqueda de ganancias con la solución de problemas sociales y ambientales, y escalar públicamente el rol de la empresa en tiempos difíciles para el sector privado, que venía de enfrentar el estallido social de octubre de 2019 y encaraba el inicio de la pandemia de Covid-19, en marzo de 2020. “El directorio me dio un mandato muy claro que era profundizar la voz de las empresas B en Chile. Me tocó hacer cosas que no sabía que podía hacer como escribir columnas, hablar en público, aprender a ser diplomática y a practicar el diálogo. Fue muy lindo, de mucho aprendizaje en momentos muy complicados para Chile”, señala en conversación con Pulso La Tercera, la también cofundadora de la plataforma de financiamiento colaborativo para pequeñas y medianas de Latinoamérica, Cumplo, y de eClass, empresa de educación continua y capacitación, con operaciones en Chile, Colombia y Perú.
En la asamblea de este jueves, además de su salida, se anunció como su reemplazante a Hernán Hochschild, cofundador de Elige Educar, Kyklos y actualmente director ejecutivo de Tenemos que Hablar de Chile. “No puedo estar más contenta de que él haya querido tomar la posta”, expresa Monge. Además, entraron al directorio Cristián Barreaux (gerente general de CIC) y el emprendedor Carlos Abogabir (Semáforo Social). Dejaron sus cargos, Francisca Sotta y Verónica de la Cerda.
Monge seguirá ligada a la entidad a través del Consejo Empresarial de Sistema B de Chile y en los directorios de eClass y Cumplo, ambas, empresas B certificadas.
“Hasta hippies nos dijeron”
Sobre si cumplió o no con el mandato que le dieron, sostiene que la mejor muestra de que el balance es positivo es que lograron entrar al mundo de la empresa más tradicional que veía el sistema B con mucha distancia e incluso incredulidad. “Nos decían que éramos para empresas boutique, B de bonitas, de bondad, hasta hippies nos dijeron”, comenta ya como anécdota. Se va dejando 263 empresas certificadas como B, el mayor número en América Latina; entre estas una Sociedad Anónima que transa en Bolsa: Concha y Toro. Hoy hasta puede presumir que empresas de diversos rubros se interesaron o entraron al proceso. “Esta fue la mejor demostración de que el tamaño de una empresa no es un impedimento”, recalca (ver recuadro).
En su balance también figuran las cuatro comunidades formadas en regiones para incorporar a las firmas locales a este proceso de medir los impactos sociales y ambientales, asumiendo un compromiso de mejora continua. La certificación de Empresa B es entregada por B Lab, una entidad sin fines de lucro con sede en Estados Unidos.
Los centros están ubicados en Antofagasta para atender todo el norte, Valparaíso, Biobío y la Patagonia, para el extremo sur. También entraron a instancias como la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) e Icare. “Y eso denota una evolución de la percepción del empresariado tradicional de lo importante que es la sostenibilidad y el impacto”, explicita Monge.
Dice que su vida también cambió en lo más cotidiano: desde el reciclaje en su casa, donde empezó a usar una compostera, hasta la concientización de su familia -tiene 5 hijos- de comprar sólo si es necesario. “Me convertí en campeona de mandar a arreglar todo”, confiesa.
Pero en lo interno, afirma que aprendió, sobre todo, a que no todas las compañías pueden convertirse en una empresa B. “Comprender que en la empresa se juntan fuerzas que a veces son intereses opuestos y que quienes trabajamos en el mundo de la sostenibilidad y el impacto no hemos sido lo suficientemente abiertos, profundos en invitar a subirse a este carro. Esto no es de la empresa buena contra la mala, la sustentable contra la no sustentable, sino que tiene que ver con algo mucho más profundo. Ahí están los aprendizajes”, reflexiona.
No obstante, tiene toda la confianza en que el país irá moviéndose en esa dirección. Cita como ejemplo las firmas de consumo masivo que están sumándose a causas sociales y ambientales, que cada vez hay más empresas mirando el sistema B o acercándose para buscar solución a problemas como daño reputacional o dificultades para conseguir talento. “También hay empresas que emiten bonos en el extranjero y que están buscando financiamiento, y que se dan cuenta de que si gestionan correctamente sus temas sociales y ambientales, tienen acceso a productos financieros más convenientes con mejores tasas mejores seguros etc. “. Y avisa que no es sólo un tema que estén impulsado generaciones más jóvenes. “Los mayores también lo están considerando como parte de su legado”, revela.
Ingreso al debate constitucional: “Era un ejercicio necesario”
En pleno 2021, Sistema B de Chile decidió intervenir en el debate constitucional, dando a conocer lo que estimaban debían ser las bases para construir el sistema económico en la nueva Constitución. El texto, denominado “Declaración Constitucional” enfatizaba en la importancia del sector privado y el mercado. Durante algunas semanas la entidad estuvo en el ojo público. Hubo voces en contra, mucho comentario y debate, pero con el paso de los días diversas organizaciones empresariales se fueron sumando a la mirada.
¿Se arrepiente de haber llevado la empresa a ese mundo?
-Nada. Nada. Yo me he dado cuenta que ninguna conversación es en vano. Alguien nos dijo una vez, medio en broma, que al sistema B le servían todas las micros y sí, nos sirven todas las micros, porque la empresa tiene que ver con todo. La empresa tiene que ver con los dolores más profundos que hay en nuestra sociedad, la empresa tiene que ver con la belleza, con el arte, con todo. Hoy en día estamos en el medio de una crisis de seguridad y la empresa también tiene que ver con eso. No he encontrado ningún tema en que de alguna manera la empresa no tenga que ver. Para el primer proceso constituyente nosotros elaboramos una especie de manifiesto en el que trabajamos con muchas otras organizaciones de la sociedad y gremios. Desafortunadamente no pudimos exponer en ese proceso, pero le hicimos llegar el documento a los constituyentes y algunos nos pidieron reuniones y conversamos. En el segundo proceso estuvimos en las audiencias públicas. Estamos convencidos de que una empresa sostenible y comprometida es una causa social. Así que, por supuesto, no me arrepiento y creo que el ejercicio si bien no terminó en nada, era un ejercicio necesario. Nosotros no pretendíamos redactar el artículo de la Constitución sobre el derecho a desarrollar cualquier actividad económica.
¿Ese ejercicio de pensar a la empresa se hace regularmente? ¿Se está al debe en eso?
-A la empresa hay que pensarla todos los días. En Icare se piensa la empresa, en los gremios también y yo diría que en que las universidades cada día más, pero a veces la piensan sólo los empresarios o elites y sería interesante que esos diálogos se hagan en diferentes círculos. También, históricamente, la empresa es una institución nueva, más moderna que la democracia. El rol de la empresa no es algo estático y por eso a mí me gusta decir que el rol de la empresa no ha terminado de escribirse. La filósofa española Adela Cortina señala que el buen empresario se tiene que guiar por tres cosas: lo racional, lo justo y lo prudente. Al mercado tenemos que meterle virtudes públicas también.
“Desafiar sin ofender”
El sistema B busca que las empresas en todo el mundo asuman pautas de trabajo para generar un cambio sistémico que permita al planeta transitar hacia un modelo económico equitativo, inclusivo y regenerativo para las personas y el planeta. Monge reconoce que, por lo mismo, ha debido enfrentar acusaciones de apoyar el llamado greenwashing o lavado de imagen, en que las empresas se presentan como respetuosas sin serlo.
Ella cree que eso se debió, en parte, a que el sistema partió con empresas nuevas, impulsadas por gente joven y disruptiva, lo que al principio atrajo a otras empresas similares. “Las empresas B no son empresas perfectas, son empresas que se comprometen a algo que les puede quedar incluso muy lejos, pero dicen yo voy en este camino. Este es un trabajo que exige más coraje que recursos”, sostiene.
Cuenta que eso, en vez de desmotivarla, la impulsó a aprender a que “uno puede desafiar sin ofender” y relata que en estos cuatro años de encuentros, reuniones, estudios, muchas conversaciones con personas de todo tipo y posiciones, la llevaron a comprender que “encontrar ese tono” que ella especifica como “dialogante e inclusivo”, fue clave.
“Es muy distinto cuando una activista te dice cómo debe ser una empresa, que cuando lo dice un empresario que paga sueldos, impuestos, que está sometido a la coyuntura…”, reflexiona.
Y también explica que no es asunto de dinero. “El costo de la certificación está indexada a la facturación, por lo cual una empresa pequeña paga de acuerdo con lo que vende y entonces esto tiene que ver con la convicción de la empresa”, reitera.
El país lleva un buen tiempo sumido en un mal ánimo, con una actividad económica en baja, desconfianza e incertidumbre. ¿Cómo enfrentó usted este mal ambiente?
-Hay de todo. Hay empresas que inician las consultas, que después lo dejan por todo lo que está pasando, pero otras que asumen la coyuntura como una oportunidad. La empresa en Chile llega a todas las personas, nos guste o no. Todos somos consumidores, millones de nosotros sin quererlo, y a veces sin saberlo, somos accionistas de varias empresas a través de nuestros fondos de pensiones, somos trabajadores, vecinos de una empresa o un emprendedor… entonces una empresa está realmente conectada con las personas y el espacio… no puede estar desacoplada.
El hito de Concha y Toro
En abril de 2021, la viña Concha y Toro se convirtió en la primera empresa chilena que transa en Bolsa en recibir la certificación como Empresa B. Fue un hito para este movimiento global, que busca un compromiso con la gestión ambiental, gobernanza y desempeño social de las empresas.
Hacerlo en una S.A. era un enorme desafío porque implicaba incluir a sus dueños, accionistas y socios en el compromiso. De hecho, la firma que controla la familia Guilisasti debió modificar sus estatutos en una junta de accionistas para someterse a la certificación, que la definieron como un pilar de su crecimiento. “Ese día estábamos todos conectados a la junta de accionistas. La firma ya había logrado el puntaje, pero sólo faltaba la unanimidad de los accionistas. Seguimos cada paso con ellos, porque fue un punto de inflexión y no retorno, porque justamente llevamos la discusión sobre el rol de la empresa, sobre la maximización de la utilidad, a sus socios y accionistas”, cuenta Monge.
Desde entonces otras grandes empresas como bancos, constructoras, mineras, retail y otras viñas han entrado al proceso, o al menos se han interesado por este. “El cambio de estatutos es muy importante porque implica un cambio en el ADN de la empresa. Son los socios y accionistas declarando este compromiso”, recalca.