Komal Dadlani acababa de terminar un capítulo de su tesis sobre Diagnóstico Molecular. La bióquímica chilena se encontraba haciendo un magíster en la Universidad de Chile y se reunió con su amigo colombiano Álvaro José Peralta para caminar un rato. Peralta es ingeniero informático y estaba en Chile para hacer una maestría en la Casa de Bello. Mientras se tomaban un café vieron un cartel que invitaba a un evento con un extraño llamado: “Startup Weekend. 54 horas para cambiar el mundo”. Se inscribieron para participar.
“Fuimos solo por curiosidad. Era organizado por un grupo de emprendedores que no conocíamos y por una entidad que nunca habíamos escuchado: Start-Up Chile”, comenta Dadlani acerca de ese primer acercamiento con el emprendimiento en 2013. Los organizadores les preguntaron qué problemas han vivido y que podrían solucionar. Ella lo tenía clarísimo. “Existe una necesidad muy latente en el ambiente universitario y aún más en el escolar: la gran carencia de laboratorios para aprender ciencias y así nace Lab4U”, explica la actual CEO de esta empresa. Agrega: “Esos emprendedores nos invitaron a inscribirnos a un programa de Start-Up Chile y desde ahí nuestras vidas cambiaron. Teníamos 23 y 24 años, sabíamos un poquito de ciencias y tecnología, pero nada de negocios”.
Con los cerca de $20 millones de Start-Up Chile hicieron su primer MVP (Mínimo Producto Viable) y lo empezaron a ofrecer en los colegios. Se llamaba Lab4Physics y utilizaba los sensores del teléfono como la cámara, el acelerómetro y el giroscopio para diseñar experimentos que se podían realizar en la sala de clases. En vez de comprar un acelerómetro de US$500, se ocupaba el celular. Parecía bastante lógico.
“No fue fácil convencer a los colegios. Tratábamos de vender los prototipos, pero fue un fracaso. Estábamos luchando contra la marea de un sistema educacional difícil de cambiar. Incluso, los celulares estaban prohibidos en las salas en esos años. Además, invertimos mucho en I+D, pero no teníamos un modelo de negocio definido. Fue mucho de prueba y error, pero nuestra misión era muy clara: democratizar las ciencias”, recuerda Dadlani.
Entremedio se ganaron un Subsidio Semilla de Asignación Flexible (SSAF) de Corfo ($ 60 millones) para seguir mejorando el prototipo. Pero con la llegada de dos ángeles cambió el panorama. Paralelamente a la aventura de Lab4Physics, Dadlani estaba trabajando en el laboratorio de la Fundación Ciencia & Vida, dirigido por el científico Pablo Valenzuela. Algo nerviosos, le presentaron a Valenzuela un prototipo y una presentación en Power Point de su idea. Su respuesta fue categórica: “Chile necesita revolucionar la educación científica y nosotros tenemos que ser protagonistas de esto”, dijo el bioquímico y empresario chileno. Se sumó también otro capitalista ángel a la aventura: Alan Farcas. Aunque la CEO de esta startup prefiere no revelar los montos, reconoce que esto fue “un antes y un después”.
El 2015 se instalaron en San Francisco (California) para dirigir desde allá Lab4U y recibieron una inversión de US$50.000 de parte de la empresa de videojuegos Zynga. “Nos destruyeron el modelo de negocio”, recuerda riendo Dadlani. “Este fue otro punto de inflexión, donde maduramos nuestro producto bajo la exigencia del modelo Silicon Valley. El inversionista norteamericano es diferente al chileno. En EE.UU. no son tan importantes los ingresos o el revenue, sino, la adopción del producto o si este funciona o no”, comenta.
Siguieron desarrollando muchos pilotos, pero los clientes no llegaban. “Hay que pensar que era un producto que no existía. Incluso, en un colegio de Mountain View un estudiante nos tiró el celular en la cara. ¡El diseño era fatal! Fue cuando nos enfocamos en mejorar la experiencia de usuario”.
Justo en ese tiempo, el BID hizo un estudio sobre Lab4U descubriendo que los estudiantes que realizaban más de tres experimentos con sus productos, aumentaban el interés por las carreras científicas y tecnológicas. Esto marcó el inicio de las primeras cosechas para esta startup chilena que hoy trabaja con cerca de 40 colegios en Chile, México y Estados Unidos, llegando a más de 100.000 estudiantes con Lab4Physics, Lab4Chemistry y prontamente, Lab4Biology, un tercer producto desarrollado con Corfo.
Pero los colegios no son el único cliente. Las grandes compañías también, debido a su interés por involucrarse en la educación científica de niños, niñas y jóvenes en las comunidades donde impactan. Por ejemplo, en Querétaro (México), Boeing está trabajando con Lab4U una serie de experimentos relacionados con la aeronáutica, mientras que Cemex hace algo similar con un proyecto sobre la química y la física del cemento. Con SQM están diseñando experiencias de laboratorios en el norte de Chile; así como con Fundación Minera Escondida, entre otras grandes compañías.
Paralelamente, después de Zynga levantaron capital con fondos de EE.UU. y México. Tienen como inversionistas a NXTP Labs, Tribal Planet (Sillicon Valley), Promotora Social, Toushka Capital y 0BS (estos tres últimos de México). Además del family office chileno Celta Inversiones (familia Saval) y otros inversionistas ángeles como Alberto Rodríguez, CEO de Levita Magnetics; Luis Garza, CEO de la app Kinedu; y Susom Gosh, empresario de Nueva York.
Y, contrariamente a lo que se podría pensar, estos dos años en un mundo bajo Covid han sido positivos para su negocio. “Hemos crecido un 200%, con una importante maduración en las ventas de colegios públicos, privados y particular subvencionados. Antes de la pandemia, los colegios en Chile no nos pescaban. Ahora, no me da el tiempo para reunirme con ellos”, confiesa la CEO de Lab4U.
Komal Dadlani señala que se encuentran cerrando varios contratos con empresas y colegios. Para el año que viene tienen planificado expandirse más por Estados Unidos y contratar más equipo de ventas y tecnología. Además, están proyectando cerrar el año en medio millón de dólares en ventas y alcanzar US$ 1 millón para 2022. Esperan lograr el punto de equilibrio antes de que termine el 2021.
La bióquimica Komal Dadlani cierra con una reflexión. “A nosotros nos costó muchísimo levantar capital en Chile. Tuve que irme a EE.UU. y México, porque acá nadie creía en una empresa tipo EdTech K-12 (tecnología enfocada a la educación desde prekínder a cuarto medio), aparte de los inversionistas ángeles que nos apoyaron. Recién ahora está madurando el ecosistema de inversión de impacto y EdTech en Chile”.