El pasado martes, la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa) convocó a sus socios a una jornada donde se invitó a las empresas a adherirse al Decálogo Evolución Empresarial y desarrollar al menos dos iniciativas en torno a los diez pilares que ahí se plantean. Las propuestas se distribuyen en cinco capas, que consisten en el ecosistema de la empresa, su ADN, colaboradores, relaciones externas y colaboración público- privada.

El gremio está proponiendo buenas prácticas empresariales desde 2018, sin embargo, el estallido social y la pandemia aceleró el proceso. La consejera electiva y co presidenta del Comité de Evolución Empresarial de Sofofa, Carmen Román, afirmó “lo que pasó en Chile en 2019 fue un detonante que apuró la creación de estas medidas. El descontento con las instituciones nos abarcó a nosotros también. Por eso fuimos lo suficientemente valientes para reconocer que hemos tenido fallas”.

El propósito y ADN de la empresa son los pilares esenciales del Decálogo, ya que le otorgan reconocimiento para ganarse la confianza de la sociedad, como asegura la consejera electiva, Rosario Navarro “cuando tienes un propósito y ADN que hace sentido, la ciudadanía te entrega una validez para operar, lo que permite que la empresa exista”. Por otro lado, enfatizó en la capacidad que deben tener las empresas para adaptarse y evolucionar “tenemos que evolucionar en el ADN de la empresa más afuera. En su propósito, en su cultura, en sus estilos de liderazgo. Ese ADN tiene que estar vivo en los mercados, tiene que estar vivo en los clientes, tiene que estar vivo en los colaboradores, en los proveedores, en ecosistemas colaborativos público privados”.

La propuesta de valor única genera que actores externos a la compañía quieran involucrarse con ella, haciéndola muy atractiva para futuros postulantes que distinguen las innovadoras medidas que proponen y practican estas empresas. El consejero electivo de Sofofa y co presidente del Comité de Evolución Empresarial, Juan Andrés Errázuriz aseguró “hoy día más que nunca, el propósito es primordial, porque permite sintonizar con los intereses de los profesionales jóvenes. Ellos trabajan en compañías que les dan buenas condiciones laborales, beneficios, remuneraciones, pero también en empresas que los hacen sentir que hacen un aporte social. Si queremos entusiasmar y atraer a buenos trabajadores tenemos que darles un propósito”.

Las medidas del decálogo conllevan una gran flexibilidad, permitiéndole a las empresas concretar dos iniciativas dentro de los diez pilares propuestos, según sus realidades y capacidades disponibles. Además, les da otra oportunidad a las pequeñas y medianas empresas, ya que las grandes compañías al evolucionar toman conciencia de su entorno, lo que incluye a sus proveedores.

Angélica Cepeda, integrante del Comité de Evolución Empresarial indicó “el Decálogo puede ser aplicado en cualquier tipo de empresa, ya que todas, sin importar su tamaño, se mueven en un ecosistema donde interactúan con clientes, proveedores, colaboradores, comunidades y donde impactan al medio ambiente de una u otra forma. Por lo tanto, todos pueden mejorar y aportar sin tener que cumplir todo de una vez, pero al menos pueden ponerse objetivos a corto y mediano plazo para tener una hoja de ruta clara y transparente en la organización donde todos deben comprometerse e involucrarse”.

Se considera que las pymes al tener estructuras más livianas tienen la facilidad de consensuar sus objetivos de forma más rápida y les sería más fácil establecer mecanismos de control para monitorear sus metas a corto plazo.

Por su parte, Diana Posada, también integrante del Comité de Evolución Empresarial afirma “no creo que una empresa grande tenga ventajas. Yo creo que más que recursos, lo que se necesita aquí es voluntad, un compromiso por parte de la empresa. Además, las empresas grandes tienen problemas más complejos y las pequeñas tienen inconvenientes más chicos, por lo que es más fácil que se organicen”.

De acuerdo al informe, las empresas son actores que se adaptarían más rápido al cambio que otros sectores sociales, sobre todo porque viven en un constante espacio de competitividad, lo que permitiría que puedan sumarse a esta revolución a corto, largo y mediano plazo. Sin embargo, la implementación de este decálogo requerirá un esfuerzo y compromiso real que proyecte estas nuevas políticas por parte de los directivos.

Rosario Navarro se enfocó en esta desafío: “para que estos cambios sean sostenibles en el tiempo debe haber un convencimiento desde los directores de las empresas y luego una ejecución comprometida, con métricas y seguimiento y con mucha comunicación, participación e involucramiento de todos los actores del ecosistema de la empresa: trabajadores, clientes, proveedores, accionistas y las comunidades vecinas”.