César Vásquez (32) no recuerda la primera vez que escuchó la palabra criptomoneda. Sabía que existían, pero no les daba importancia: estaba dedicado a sacar su carrera de ingeniero civil electrónico en la Católica de Valparaíso. La informática, en cambio, siempre fue su pasión: programó desde los 13 años, en esas tardes cuando volvía del colegio.
Eso, hasta que a comienzos del 2017 la moneda virtual Bitcoin llegó a costar mil dólares. A Vásquez le llamó la atención y junto a dos amigos empezaron los primeros experimentos.
“En ese tiempo muy poca gente hablaba de esto -cuenta Vásquez-. Si hoy somos pocos, imagínate antes”.
Las criptomonedas nacieron a partir de la tecnología del Bitcoin, la primera divisa digital, surgida el 2008. De ahí que a veces los conceptos se confunden como sinónimos.
Una criptomoneda es, en simple, una unidad de valor digital y transferible. Funciona a través de una red descentralizada de computadoras haciendo miles de cálculos al mismo tiempo, los que permiten registrar qué transacciones se han realizado y cuántas monedas tiene cada usuario.
Lo revolucionario de esto es que se reemplaza con este sistema interconectado a entidades emisoras de dinero. La misma red se autorregula.
No se necesita mucho para montar una criptomoneda, salvo una buena cuota de conocimiento técnico. Precisamente, lo que tenían Vásquez y sus amigos.
Así, al mes y medio de pruebas en sus habitaciones, nació Chaucha, la primera criptomoneda chilena. Le pusieron así por la expresión para referirse a una pequeña cantidad de dinero. Con el tiempo, se corrió la voz en comunidades virtuales, y fueron llegando más usuarios.
Una Chaucha entonces costaba, literalmente, cero pesos. “Hasta que un día -asegura Vásquez- llegaron unos chinos que la minaron, y las vendieron a $0,2″. Había ganado valor de mercado.
Hay dos formas de conseguir monedas en el mundo cripto. La primera es comprándolas a alguien que ya las tenga. La segunda es minando; o sea, ayudar a hacer estos cálculos y registros con una computadora, recibiendo a cambio una cantidad de “monedas”.
Así, además de incentivar y financiar la mantención de la red, se va aumentando la cantidad de bitcoins disponibles. Esto último reemplaza la clásica “impresión” de billetes.
Hay empresas dedicadas a la minería de criptomonedas en todo el mundo. De hecho, Chaucha también tiene mineros. “Son un grupo de 5 a 10. Son anónimos. He hablado con dos -afirma Vásquez- y no tengo idea si son chilenos”.
Ese mismo 2017, los contactó la empresa chilena OrionX, una especie de casa de cambio virtual de criptomonedas, pionera también en el rubro. Querían vender chauchas en su plataforma.
“Cuando los listamos en diciembre del 2017 -explica Joel Vainstein, fundador de OrionX- el Bitcoin subió mucho de precio. Y cuando eso pasa, todas las otras criptomonedas suelen subir de precio”.
Eso, sumado a una aparición en el medio digital financiero Bloomberg y en la prensa chilena, hicieron que la Chaucha, en pocos días, tuviera un aumento explosivo de su demanda en el mercado.
Según información de la misma OrionX, una Chaucha el 11 de diciembre del 2017 costaba $47. Al día siguiente su precio era de $750. Pero el peak, llegó la navidad de ese año. Superó cualquier expectativa: la Chaucha se llegó a transar en $8.650 la unidad.
Ahí, César Vásquez miró la cantidad de chauchas que tenía en su billetera digital: unas 150 mil unidades. Multiplicadas por $8.650, eran casi 1.300 millones de pesos.
En teoría, era millonario. Pero no quiso venderlas:
“No estaba ni ahí -dice riendo-. O sea, vendí lo suficiente para vivir tranquilo un par de años como estudiante universitario, para tener unas cien lucas al mes, pero nada más”.
Enseguida, Vásquez analiza: “Hubiese sido más terrible mi vida si las hubiera vendido”.
— ¿Por qué?
— Porque hubiera sido un aprovechamiento. Si las vendía todas, el valor de la Chaucha se iba a cero. Y todos los que tenían iban a perder su dinero. Además, se iban a dar cuenta de que fui yo.
— ¿Cómo es eso?
— Cada billetera es anónima, pero tiene un número. Y con él, se pueden ver todos sus movimientos. Cuando partió el proyecto, revelé cuál era mi número, porque siempre habían rumores: decían que me iba a ir del país, o que era parte del gobierno. Conspiraciones medias locas. Entonces, preferí siempre dar esa información, para mantener mi vida tranquila.
Todo, menos un juego
El puntapié inicial de todo este sistema financiero fue una teoría: el 2008, un usuario identificado como Satoshi Nakamoto empezó a divulgar por correos electrónicos una serie de papers con la idea de una moneda virtual descentralizada.
Nakamoto la llamó bitcoin, y se basaba en los milenarios avances de la criptografía y una de sus más modernas ramas de estudio: el protocolo blockchain, considerado una verdadera revolución.
El profesor del diplomado en Blockchain, contratos inteligentes y cadenas de valor en la facultad de Ingeniería UC, Patricio López, usa una analogía para describir esta tecnología.
“El blockchain es como una hoja de cálculo excel que crece de manera infinita hacia abajo, pero no puedo cambiar ninguna fila. Si alguien intenta hacerlo, el sistema lo prohíbe”.
Desde entonces, cientos de criptomonedas han nacido en el mundo copiando el protocolo del bitcoin. Los proyectos más pequeños, como Chaucha, son llamadas altcoins, o criptomonedas alternativas.
De Nakamoto no se supo nada más. Su identidad real aún es motivo de controversia. “Yo creo que está muerto”, dice Vásquez.
Ya en enero de 2009 la red del bitcoin ya estaba andando. Sus primeras transacciones eran realizadas por diversión o experimentación: la moneda no valía nada.
Esto, hasta que en 2010 sucedió un hito que es celebrado por toda su comunidad: una persona en Estados Unidos compró dos pizzas a cambio de 10 mil unidades de la moneda virtual. Considerando que un Bitcoin hoy vale 23 mil dólares, esa venta hoy equivaldría a unos 230 millones de dólares. Los Bitcoin, en todo caso, han demostrado una alta volatilidad: en noviembre de 2021 marcaron un récord de 68 mil dólares.
¿Cómo una moneda virtual que costaba nada, puede transar hoy en miles de dólares? Según López, la seguridad del Bitcoin fue clave para que tomara valor con el tiempo.
“Un problema de lo digital -grafica- es que todo se puede copiar y pegar fácilmente. Con el blockchain se descubrió una manera en que no se puede copiar y pegar valor. Esa es la tecnología detrás del bitcoin”.
“Eso -sigue argumentando- es lo que lo diferencia de las monedas de un videojuego, por ejemplo. Además, el bitcoin no tiene dueños. Por ende, nadie puede generar nuevas monedas, salvo minándolas”.
Pero había otra razón detrás del interés en el bitcoin por esos años: son una respuesta a la baja en la confianza en las instituciones financieras y en monedas como el dólar y el euro que vino tras la crisis subprime del 2008.
Así lo explica Claudio González, profesor de programas de UEjecutivos de la Universidad de Chile: “La impresión de billetes en ese contexto trajo una gran desconfianza a lo que estaban haciendo los bancos centrales en gran parte del mundo”.
De hecho, en la actualidad las criptomonedas son compradas por algunos ciudadanos de países con una economía volátil, como Argentina o Venezuela, de manera de mantener el valor de sus ahorros.
“El uso que más hemos visto son las remesas, para mandar plata a Venezuela, por ejemplo”, enseña Vainstein. “Lo hacen a través de cripto, porque es más barato, y no dependen de nadie”.
Pero, ¿qué falta para que todos usemos criptomonedas a diario?
Uno de los factores es que su valor aún tiene procesos alcistas y bajistas muy bruscos, por los vertiginosos aumentos o descensos en la demanda.
López aporta otro punto de vista: las altas dificultades en el mundo cripto. “Por ejemplo: si pierdes la clave de tu billetera virtual, no hay un ejecutivo que te ayude. No hay nadie a quién reclamar. Tú debes cuidar tu clave, no exponerla, y cuidarte de hackeos”.
El otro, explica el prefecto Luis Orellana, jefe de la Brigada Investigadora de Cibercrimen de la PDI, es que es un mercado sin regulación. Por ende, se corren más riesgos de estafas y hackeos.
“Hemos visto -ejemplifica- casos de gente que es engañada por supuestas oportunidades de inversión en criptomonedas, que terminan siendo falsas, y la persona pierde todo el dinero que depositó”
Orellana continúa su listado.
“También vemos hackeos a empresas -plantea- donde secuestran información valiosa, y los hackers piden rescate en criptomonedas, para evitar el rastreo del dinero”
En tanto, Mauricio Fernández, director de la Unidad de Delitos Económicos de la Fiscalía Nacional (ULDECCO), aclara que los delitos con criptomonedas en el país han ido aumentando.
La mayoría de los casos son estafas, mientras que en menor medida son lavado de activos. De hecho, han habido incautaciones en investigaciones por lavado de activos, y hay una condena por este ilícito.
Por esto, Vásquez se ha mantenido cuidadoso. Lamenta cuando ve los casos de estafas que se repiten día a día.
“Además -agrega- uno no sabe con quién transa al otro lado. Hay historias de gente en otros países que han matado, o secuestrado”.
Vásquez dice una cosa más.
“No puedes llegar y jugar con plata de la nada”.
La revolución de la Chaucha
Lejos de ese boom de fines del 2017, una Chaucha hoy vale $5. Perdió valor de forma sostenida desde que a los exchange chilenos les fueron congeladas sus cuentas bancarias durante algunos meses en 2018.
Poco menos de dos meses después de su peak, el 7 de febrero del 2018 ya había bajado de los mil pesos, y solo 20 días después bajó a los $349.
Pero a Vásquez no le importó. Siguió programando la Chaucha todo ese tiempo, labor que intercala hoy con un empleo como desarrollador de software.
“Es que esto lo hago porque me relaja -constata el ingeniero-. No quiero ganar plata con esto”.
Aunque dice no tener ideología política, Vásquez se define entre risas como un “anarquista buena onda”. También se siente atraído por las corrientes del criptoanarquismo: “Se trata de alcanzar la libertad económica, educativa, social, entre otras, como seres humanos, a través de la tecnología”.
En el grupo de Telegram de Chaucha, que tiene 617 miembros, hay un mensaje de bienvenida dejado por Vásquez el 2018, que suena más parecido a un Club de la Pelea que a una comunidad cripto.
“No nos den consejos de marketing ni de manipulación del mercado porque no somos una empresa. No nos interesa pumpear -inflar artificialmente- la Chaucha y no queremos obligar a invertir a gente que no sabe de criptomonedas”.
El texto deja ver la visión que tiene el fundador de la Chaucha para su proyecto: ser una comunidad de aprendizaje autodidacta, que sirva como puerta de entrada al mundo de las criptomonedas, sin tener que invertir en otras divisas, arriesgándose a perder dinero en el intento.
“El sistema Chaucha es una red viva -asevera- donde cualquiera puede entrar a hacer pruebas y experimentos. No está enfocada a vender, como el 99% de las criptomonedas. Nunca hemos puesto un peso en marketing. No ganamos plata con esto”.
Vásquez celebra los avances de la tecnología cripto. Está seguro que, en el futuro, estará masificada e interiorizada en la vida cotidiana:
“Hay cosas que pensábamos el 2017 de manera teórica, que hoy se hacen con un botón, como hacer permuta de divisas, pero entre criptomonedas. También se habla -sigue- de la identidad descentralizada: tener una identidad única en tu billetera virtual, y no necesitar hacerte un usuario cada vez que entras a un sitio web”.
El académico Claudio González, por su lado, comenta los avances que se han hecho en la tecnología blockchain. Por ejemplo, los contratos inteligentes:
“Imagina un contrato de arriendo de un departamento, en el cual hay una cláusula que dice que si el día 5 de cada mes no me has pagado, activo un código en el contrato, y la cerradura inteligente del departamento se bloquea”.
Además, según Vainstein, quien vaticina que mil millones de personas usarán criptomonedas al 2030, esta tecnología está entrando en nuevos segmentos: “Se ha duplicado en cuatro años la cantidad de mujeres que compran, pasando a ser un 40% del mercado. Y ya es normal que gente sobre los 50 años se interesen y adquieran criptomonedas”.
Es el caso de Rodrigo Castro, un laboratorista dental de 66 años que entró y aprendió sobre el mundo cripto en la comunidad Chaucha. Hoy, hace inversiones un poco más complejas, con apalancamiento financiero, pero en cripto.
Castro celebra lo logrado por la Chaucha. “Para ser una moneda hecha por tres compadres chilenos, y mantenerse cuatro años vigente, con mucho menos apoyo que otras a nivel internacional, es un mérito”.
De hecho, aunque han habido otros proyectos de criptomonedas en Chile, Chaucha es el único funcionando.
Y aunque Vásquez asegura que el precio del Bitcoin a futuro se estabilizará, asume que le da lo mismo lo que valga. Tiene razones ideológicas para aseverar esto.
“Porque es una de las herramientas más impresionantes que hemos visto en la vida. Pregúntale a alguien que sabe de matemática densa, o de cálculos informáticos. Cuando ves lo simple y complejo que es a la vez el código bitcoin, te das cuenta que es más que algo para cerrar los ojos y meter plata para ganar”.
— ¿Tienes algún sueño?
“Sí. Que haya ramos de estudio de blockchain en las universidades, y que usen a la Chaucha como una red de desarrollo”.
Y remata:
“Y, por qué no, que algún día sea una moneda de uso diario”.