Si hay algo que ha sido notable en este tiempo, es como los liberales de todo tipo de ramas y tendencias han tenido una inusual presencia en el debate y la opinión pública. La disputa liberal-conservadora cruza al bloque gobernante. Centros de estudio de derecha se han enfrascado en interesantes discusiones acerca del liberalismo, con inusitado encono, lo que denota un fenómeno nuevo.
La discusión interna de un partido liberal que se disolvió por falta de apoyo electoral en noviembre pasado, Ciudadanos, causa un revuelo inusitado. Lo que trasunta en el debate es la dirección que tomará la sucesión del actual gobierno. Un exitoso gobierno del Presidente Piñera es probable que entregue el testimonio a un nuevo gobierno con acentuados tintes liberales en lo valórico.
En este contexto, es interesante preguntarse acerca del liberalismo criollo, desde un punto de vista de la praxis política. Desde la centroizquierda se erige un liberalismo que se autodefine como liberalismo Rawlsiano, inspirado en el pensamiento de John Rawls, y la más reciente contribución de Elizabeth Andersen.
Intenta refrescar a la socialdemocracia, que siempre se ha debatido entre al Estado y mercado, entre la libertad y la igualdad. En la derecha, donde persisten versiones que atribuyen un rol dominante al liberalismo económico y un rol más subordinado a los aspectos valóricos, también ha emergido el exitoso proyecto de Evopoli, que se ha atrevido a desafiar con fuerza a sus otrora aliados conservadores en lo valórico.
En este contexto, y cruzando los ejes meramente partidistas, emerge una nueva rama del liberalismo criollo, que me identifica plenamente. Se trata de los Liberales por Naturaleza. Inspirados en las ideas del reciente libro de Alvaro Fischer "De Naturaleza Liberal", se trata de una mirada que intenta escapar de la tradicional discusión mercado versus Estado, o bien, libertad versus igualdad.
Reconoce en nuestra historia evolutiva la esencia que marca nuestro comportamiento, nuestra moral y nuestro accionar político. Nos invita a entender que el orden o doctrina liberal que históricamente ha triunfado en el mundo se funda en nuestra naturaleza. Nos dice que en todos nosotros se encuentra un socialista incrustado en nuestro sistema nervioso, que busca la colaboración, que se sufre con el dolor ajeno y que lo inspira la justicia.
Sin esos rasgos, la insignificante especie del Homo Sapiens, que aparece en África hace 200 mil años, no hubiese desarrollado hace 70 mil años el lenguaje, ni habría organizado pandillas de colaboración que le permitieron alimentarse, crecer y desarrollarse, hasta exterminar la megafauna de Australia hace 45 mil años, o la de América hace 30 mil años.
El "meme" socialista, como dice Alvaro Fischer, ese atractivo llamado a una acción política a favor de la igualdad y la fraternidad no existiría sin esa experiencia vital de supervivencia. Pero la más vital de las experiencias que forjaron el impresionante florecimiento de la especie, que logró dominar a todas las demás especies del planeta, es sin duda su irrenunciable deseo de libertad. He ahí la fuerza supina del Homo Sapiens y de su éxito. Entender el mundo de esta forma puede ayudar a seguir organizando nuestra vida política, desde la comprensión de nuestra historia y desde la renovación de ese valor superior que es la libertad.