Durante diciembre, muchas compañías en Chile han estado sumidas en tareas de evaluación y feedback, revisión de planificación y cierre de presupuesto para el 2020. Procesos que han tenido una tónica distinta a la de años anteriores, pues si bien siempre hay particularidades que considerar, el acontecer de los dos últimos meses nos ha hecho cuestionarnos la forma en que vemos las cosas y las herramientas, personales e institucionales, con que contamos para entenderlas y enfrentarlas.
El desorden, la incertidumbre y el miedo generado por el estallido social no solo han acabado con empleos y negocios, sino también han llevado a los sobrevivientes a repensar sus proyectos de inversión y observar el mercado con cautela. Al mismo tiempo, muchas compañías se han encausado en un esfuerzo por revisar la eficiencia de sus procesos y el detalle sus presupuestos, buscando deshacerse de todo gasto innecesario que pueda ocasionar un problema a futuro. Pero eso no es todo, pues muchas además están realizando verdaderos esfuerzos por cambiar la forma en la que se relacionan con su gente, incluso co-construyendo algunas soluciones en conjunto con ellos.
En Virtus hemos acompañado muchos de estos procesos de conversación y reflexión, observando siempre dos grandes efectos: el primero es que una mayoría, en alguna manera y grado, cambia su forma de pensar, y el segundo es que, con el intercambio de información y de visiones con otros, van surgiendo nuevas ideas e iniciativas. Esto se da tanto a nivel de empresa, como en los grupos a los que pertenecemos y en la misma familia. También lo vemos entre grupos de pares improbables, como en 3xi, donde gente que no se conoce ni se relacionaría de manera natural, incluso se ha organizado para abordar en conjunto desafíos trascendentes, como por ejemplo reducir las listas de espera para la operación de cataratas en Chile. Sin embargo, para que esta sinergia ocurra es imprescindible que las conversaciones sean genuinas, lo que se logra a través del respeto, la horizontalidad, la disposición a escuchar y el no imponer ideas pre-concebidas, entre otros elementos.
Sin duda hay muchas cosas muy difíciles de predecir respecto a los próximos 12 meses, pero lo que sí está claro es que no podemos quedarnos de brazos cruzados ni hacer más de lo mismo. El dogma de apretarnos el cinturón ante situaciones de escasez o incertidumbre puede ayudar, pero ya no es suficiente. Por eso, el llamado es a que tengamos conversaciones distintas, reflexiones profundas y escuchemos y abramos la mente. Reemplacemos el miedo por la esperanza y el liderazgo. Si todos nos planteásemos este desafío de fin de año, no me cabe duda que tendremos un mejor 2020. ¡Felices fiestas!