Junio ha traído inesperadas y positivas noticias en materia de lluvias, ya que el agua caída, en particular en las regiones de Valparaíso y Metropolitana, mejora en alguna medida la perspectiva del abastecimiento de agua potable para el futuro cercano. Sin embargo, las evidencias científicas indican que en Chile la sequía, que ya se extiende por más de una década, no ha terminado.
Hoy, conceptos como sequía, escasez hídrica y cambio climático se han vuelto frecuentes en la discusión pública, pero no son lo mismo, ni parte de un mismo fenómeno. La sequía es un fenómeno meteorológico. Se declara cuando hay un déficit de lluvias con respecto al registro histórico de precipitaciones (sequía meteorológica) y/o un déficit del caudal en los ríos (sequía hidrológica). En cambio, la escasez hídrica es un fenómeno resultante de las decisiones que se toman respecto del uso del agua disponible. La crisis hídrica que estamos viviendo es resultado tanto de la sequía como del cambio climático y, también, del uso que hacemos del agua disponible.
Lo primero, la sequía que estamos experimentando en Chile -meteorológica e hidrológica- es extensa (más de 10 años), y extrema (el déficit llegó el año 2019 a un 72%). Y las lluvias recientes no resuelven el problema estructural, sólo atenúan las perspectivas de corto plazo.
Segundo, los efectos del cambio del clima en Chile determinan un escenario de alta complejidad que vemos reflejado, por ejemplo, en los eventos extremos por aumento de temperaturas, cambios en los patrones de lluvias, aumento de frecuencia de marejadas costeras. Estas y otras situaciones, se debieran repetir a futuro.
Lo tercero, debemos poner extrema atención en el uso que hacemos del agua. Hay países que siempre han tenido poca disponibilidad de agua, y abordan el desafío en forma consistente con ello. En cambio, en Chile seguimos con políticas que responden a una abundancia del recurso.
Todo esto es especialmente grave en la macrozona central de Chile (Coquimbo a Biobío), que está entre las más afectadas por el cambio climático en cuanto a recursos hídricos en Sudamérica, y uno de los mayores a nivel global. Los impactos que esperábamos para 20 o 30 años más, los estamos sintiendo ahora mismo.
En suma, el clima en parte importante de nuestro país cambió y nada indica que se revertirá. El desafío es asumir que tenemos en la zona centro sur un nivel de lluvias semejante al de Arabia Saudita y, por tanto, que todos -sector público, privado y ciudadanía- debemos concordar y adoptar políticas públicas y prácticas adecuadas a esta nueva realidad.
Lo esencial es privilegiar el uso humano del agua en todo el país. Teniendo a la vista este principio, se puede ordenar el debate sobre el modo de mejorar la gestión del agua a nivel de las cuencas, práctica que ha demostrado ser exitosa en el extranjero. De hecho, los esfuerzos para garantizar el consumo de las personas y, simultáneamente, enfrentar la sequía, han derivado en el fortalecimiento e incorporación de prácticas de trabajo mancomunadas entre los distintos actores de las cuencas. Esto indica que es posible generar nuevas formas de gobernanza que pongan como prioridad el acceso seguro al agua.
-La autora es presidenta ejecutiva de la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Sanitarios