El gas natural, el combustible fósil más limpio y de rápido crecimiento, se ha encontrado quizás en la esquina más extraña de la multimillonaria guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo.

Cuando Estados Unidos agregó aranceles a US$34.000 millones en bienes chinos el mes pasado, China respondió con su propia lista que incluía gas natural por tuberías de Estados Unidos. Y cuando el presidente Donald Trump agregó el martes US$200.000 millones en artículos a la posible lista de aranceles, incluyó el gas natural licuado (GNL) de China.

Por supuesto, ninguno de los flujos de comercio existe. China es el segundo mayor importador mundial de GNL y no tiene plantas de licuefacción capaces de exportar el combustible. Y, a menos que alguien construya un oleoducto submarino de casi 10.000 kilómetros del que hasta ahora nadie tenía conocimiento, Estados Unidos no exporta gas por tubería a China.

El gas no es el único producto que está siendo agregado incongruentemente a la disputa comercial. Por ejemplo, Estados Unidos incluyó truchas vivas en la lista de aranceles más reciente, aunque aparentemente este pez no se ha enviado vivo de China a Estados Unidos desde al menos 1992, según datos comerciales de la Oficina del Censo de ese país.

Las radios y reproductores de cinta para automóviles también están en la lista de Trump, aunque no se han importado de China desde 2006, cinco años después de la aparición del iPod, según la oficina. Y Estados Unidos agregó aranceles a la energía eléctrica de China, aunque la falta de líneas de alta tensión transpacífico probablemente sea la barrera más obvia al comercio.