En 2015, Bloomberg reunió a 30 CEO de grandes compañías. Habían detectado que los riesgos del cambio climático no estaban siendo bien abordados; tenían nula aparición en los balances y escasa participación en los reportes de sustentabilidad. Se creó un grupo de trabajo para ahondar en la problemática. De ahí -recuerda la gerenta de Sostenibilidad y Cambio Climático de PwC, Evelyn Stevens- derivó que Blackrock optará por no invertir en empresas que no fueran sostenibles. Este año añadió que descartaría a aquellas que no tuvieran estrategias específicas contra del cambio climático.
Hoy hay países europeos que obligan a dimensionar tal efecto en los balances. Chile, como muchas naciones, aún está al debe. “Claramente no estamos a la altura que nos exigen las circunstancias. Uno de los desafíos que enfrentan hoy los directorios es la escasa orientación práctica que existe para comprender la responsabilidad que éstos tienen en el tratamiento de los riesgos y oportunidades que trae consigo el cambio climático”, analiza la directora ejecutiva del Instituto de Directores (IDDC) de EY, Fadua Gajardo. “Las organizaciones que no hagan estos cambios están destinadas a desaparecer. Además, el daño financiero y reputacional que pueden tener puede ser fatal”, subraya.
Hoy, algunas compañías chilenas avanzan en esa senda, aunque los expertos coinciden en que todavía son excepciones.
Sorteando la emergencia de 2021
El gerente de operaciones de Coca-Cola Andina Chile, Alejandro Vargas, cuenta que han estado monitoreando de cerca el nivel de descenso de las napas en el acuífero de Santiago Central, donde operan. Y el descenso de la última década ha sido notorio. “Esto nos ha obligado a ir reduciendo los caudales de extracción de los pozos, así como ajustar la profundidad de las bombas de extracción”, señala. “Hemos avanzado en distintas iniciativas, con el doble desafío de avanzar en la reducción del consumo del agua de la operación, al mismo tiempo de generar un aumento en el porcentaje de ventas de empaques retornables”, subraya.
En los últimos años han bajado en 20% su consumo. Y puntualmente este 2021 han reducido 7% adicional. La meta es que en 2022 el consumo de agua sea 30% inferior al de 2020.
En Chile, hay compañías que ya llevan varios años trabajando en temas medioambientales. CCU, por ejemplo, lanzó hace una década Visión Medioambiental, con metas en reducción de consumo de agua y gases de efecto invernadero por litro producido. Si inicialmente preveían reducir el consumo de agua por litro en 33% a 10 años, consiguieron una baja del 48%. Y están avanzando en llegar al 60% de reducción para 2030.
“Las clasificadoras de riesgo tenemos una visión algo sesgada, porque todas las empresas que llegan a nosotros a nivel mundial son los premium del mercado. O sea, empresas de altísima solvencia, con buenos directores y en general vemos que todas están trabajando en el tema hídrico, sequía y cambio climático, pero no creo que sea la generalidad”, explica el director senior de Feller Rate, Claudio Salin. Y ejemplifica con la minería: las grandes firmas hace rato que están invirtiendo en desaladoras o plantas renovables para abastecerse, pero se muestra escéptico frente a la sobrevivencia de minas pequeñas.
Evelyn Stevens, de PwC, aventura un juicio: “Creo que, a nivel local, Concha y Toro es la única empresa donde veo en su reporte de sustentabilidad este estándar de cambio climático”. Explica que en 2020 la firma declaró estar trabajando ya en identificar los riesgos climáticos y esos se evalúan económicamente. “Aún no le ponen número, pero deben estar analizándolos para sumarlos el próximo año”. “Es una primera declaratoria”, añade. De hecho, la misma viña asegura haber sido la primera empresa en Chile en fijarse como meta evitar el incremento de la temperatura del planeta por sobre los 1,5 °C, alineados con el Acuerdo de París.
Hoy son varias las empresas que se han acercado a la auditora para preguntar al respecto, pidiendo reuniones, y un benchmarking para ver cómo está su compañía. Se trata, principalmente, de empresas del retail, generación de energía y banca.
En la industria explican que hay diferentes tipos de riesgos climáticos. Uno es el riesgo físico, como la sequía, y los otros son los riesgos transicionales, que están llevando al mundo a una descarbonización, lo que trae cambios tributarios, regulatorios, de mercado y en los consumidores, lo que puede mover completamente el negocio.
Colbún invirtió hace un par de años US$9 millones en una planta de Osmosis Inversa en Nehuenco para reducir el consumo de agua en los procesos de enfriamiento. Tal desembolso redujo su consumo de agua un 24% en 2020. Sus metas apuntan a bajar la intensidad de extracción de agua dulce por unidad de energía generada en 40% al 2025 y 45% al 2030, junto con disminuir hasta en 40% sus emisiones de CO2 en base a lo generado en 2018. Ese año, la compañía emitió del orden de 3,7 millones de toneladas por consumo de combustible. Las emisiones de gases de efecto invernadero de AES superaron las 17 millones y su objetivo es reducirlo en 57% al 2025. En Enel, en tanto, las emisiones directas de 2020 alcanzaron las 223 CO2 eq/KWh, y el compromiso es llegar al 2023 con menos de 100 CO2/KWh.
En esta última compañía aseguran que gracias a un proyecto de economía circular en comunión con un tercero han logrado reducir en 20% el consumo de agua del complejo termoeléctrico San Isidro. Adicionalmente, a fines de este año están contempladas medidas adicionales, permitiendo alcanzar una reducción adicional del 15%, para totalizar una baja del 35% en largo plazo.
CMPC, en tanto, impulsó en 2019 su estrategia sostenible. En base a ella delineó cuatro metas: reducir en 50% sus emisiones de gases de efecto invernadero al 2030; sumar 100 mil hectáreas de conservación, protección y restauración a las más de 325 mil existentes, alcanzando con ello 425 mil hectáreas, un tercio de todo su patrimonio forestal. El objetivo también es lograr ser una empresa Cero Residuos en 2025.
Para eso han sumado mejoras en innovación y tecnología a los procesos de tratamiento, recirculación y recuperación de agua, además de incorporar captación de aguas lluvias, entre otras iniciativas. Invirtieron US$13,7 millones en 2020 de un total de US$101 millones para temas medioambientales, un 13,5% del total de sus desembolsos.
Asesorando a directores
En marzo nació Chapter Zero Chile. Bajo la plataforma del Foro Económico Mundial (WEF) se había creado la Iniciativa de Gobernanza Climática (CGI), proyecto que apoya el crecimiento de grupos de directores en todo el mundo para formar redes, conocidas como Chapter, que buscan -en líneas generales- que los gobiernos corporativos tengan herramientas para iniciar una transición hacia una estrategia que mida los riesgos y oportunidades del cambio climático. Hace unos meses el Instituto de Directores de Chile (IdDC), EY Chile y la Bolsa de Comercio impulsaron el Chapter en Chile para crear una comunidad de directores de empresa y transitar a una economía neutral en emisiones de carbono antes del 2050. “Estamos desarrollando instancias formativas para los directores sobre las habilidades y conocimientos necesarios para abordar el cambio climático”, señala Fadua Gajardo. El objetivo es trabajar con todas las empresas IPSA hacia fines de 2022. “Abordar el cambio climático es algo urgente. No hacerlo es un acto de irresponsabilidad incomprensible, dadas las consecuencias que ya sabemos tiene para toda la humanidad, además del daño financiero y reputacional irreparable para las compañías”, subraya.
Empresas de la talla de Parque Arauco o Falabella, señalan en el sector, ya han preguntado cómo incorporar el cambio climático en sus balances.
De hecho, en Feller Rate, por ejemplo, si bien reconocen que siempre le han hecho seguimiento a los factores asociados a sustentabilidad y cambio climático desde el punto de vista metodológico, en los últimos años el tema se ha ido intensificado. “Ahora estamos en una situación donde esto ya es un riesgo global, y ya pasa a ser una parte más profunda del análisis y especialmente en empresas que están mas expuestas al riesgo hídrico”, subrayan.
Tal es el caso de las sanitarias. El subgerente de riesgo de Humphreys, Hernán Jiménez, indica que tales compañías tienen desafíos que no siempre se pueden ver reflejados en la estructura de balance de las empresas. “¿Cómo se responde al cambio climático con la infraestructura que se tiene?, ya que cambios en el ciclo, como la frecuencia de lluvias, acumulación de nieves o intensidad de las lluvias, puede afectar la forma en que estas empresas se encuentran preparadas para procesar el agua que posteriormente se distribuye”, explica Jiménez.
Hoy las clasificadoras van al grano: “Las preguntas que nos interesan son muchos más duras. Especialmente en las industrias que más se ven afectadas”, dicen en Feller. Apuntan directamente a qué están haciendo para combatir la sequía, como está la situación de los derechos de agua, como están invirtiendo al respecto.
En la industria reconocen que el interés por las compañías respecto al tema va al alza. Sin embargo, hay un tema financiero que limita el avance. Aparejado a una optimización en las políticas climáticas, hay gastos que se deben hacer. “La adaptación climática son recursos, los cuales tienen que proyectar en sus presupuesto, como identificar los riesgos climáticos del informe del IPCC. Por ejemplo, si una empresa que tiene activos en la costa, proyecta tener período de 15 años de sequía y/o marejadas, van a tener que reinvertir”, señalan en PwC.