Angela Merkel dijo que espera que el 70% de los alemanes se infecte con Covid-19 antes del fin de la pandemia. Es el porcentaje con que los epidemiólogos estiman que la población se hace inmune a un virus. A partir de ese momento, la probabilidad de contagiarse disminuye a un nivel similar al de cualquier enfermedad infecciosa. De hecho, circulan hoy otros coronavirus por el mundo sin que nadie hable de ellos. Pero esta cepa, la Covid-19 (SARS-CoV-2), ha demostrado ser mucho más destructiva que las que la precedieron. Hay más de 40 proyectos de vacuna y casi 60 de antiviral, sin embargo, no se espera nada significativo antes de un año.

Todavía no está clara la tasa de mortalidad del virus. En Lombardía se ha empinado al 6,4%, muy por sobre del resto de Italia, con 2,8%. Las cifras de casos cerrados (recuperados más fallecidos) muestran un aterrador 14% de muertes. Sin embargo, con los datos del crucero Diamond Princess, con solo un 1% de fallecidos, el investigador de la Universidad de Stanford, John Loannidis, corrigiendo esa cifra por tamaño muestral y diferencias de edad, extrapoló el número de fatalidades para una población a un 0,3%.

Esa estimación es consistente con otras equivalentes determinadas por dos profesores de la escuela de medicina también de Stanford, Benavid y Bhattacharya. Ellos analizaron, entre otros, los grupos de extranjeros evacuados de Wuhan y puestos en cuarentena, el caso de la ciudad italiana de Vò, cuyos 3.300 habitantes fueron testeados, y el de los basquetbolistas de la NBA, llegando a dos conclusiones: los casos de infectados son entre 30 y 130 veces superiores a los reportados (eso implicaría sobre 100.000 casos para Chile), y que al corregir por este factor, la mortalidad sería en realidad del 0,06%, no tan distinta a la de una gripe.

Detrás de estas cifras hay una buena y una mala noticia. La buena: de infectarnos, la probabilidad de morir sería menor. La mala: si no guardamos distancia social, la probabilidad de contagiarnos es 100 veces mayor a lo supuesto. Las instrucciones de nuestra autoridad sanitaria son consistentes con esta evidencia y hay que seguirlas.

Lo primero que se recomienda es, “aplanar la curva” para evitar que colapsen los centros de atención para pacientes críticos, lo que requiere aumentar los test a casos sospechosos y aislar a los contagiantes; instaurar prácticas de distanciamiento social para aquellos que deban seguir trabajando, y disminuir el contacto entre el resto, quedándose en casa.

Lo segundo es ampliar la capacidad instalada para atender pacientes críticos (de camas UTI y de respiradores, pero también de especialistas). Las cifras comparadas de Lombardía con el resto de Italia son un buen reflejo de lo que implicó la saturación de los centros de atención: la tasa de mortalidad se triplicó.

Tercero, se debe mantener la cadena de suministros en marcha. En lo económico es como si se diera simultáneamente un shock de desempleo temporal masivo y uno de expectativas negativas de consumidores y productores. Debemos lograr que mientras los ciudadanos se cuidan, la economía siga funcionando, facilitando la producción en un mundo socialmente distanciado, y declarando infraestructura crítica a la comunicación y al transporte, particularmente de bienes, en áreas residenciales.

Encontrar el justo equilibrio en esta materia no es simple. Se estima que una gripe normal termina costando un 0,7% del PIB. Una epidemia severa como la que enfrentamos puede comprometer a un 5% del PIB. Como ésta además afecta la cadena mundial de suministros, la cifra podría ser peor. Ello generará tensión entre los objetivos primordiales de salud, sociales y políticos, con los económicos, que si no se atienden también generará consecuencias en los otros tres ámbitos.

En cuarto lugar, hay que empezar desde ya a preparar la etapa de recuperación. Cuando la pandemia se repliegue, la economía debe volver a su potencial sin demora. Ello implica mantener los latidos del flujo circular, donde los particulares ponen a disposición de las empresas trabajo y capital a cambio de un pago, y éstas producen bienes que los primeros compran con los recursos obtenidos. Aquí se insertan los programas de estímulo fiscal (cerca de 3% del PIB para el mundo agregado y un anuncio de estímulo fiscal de 4,7% para Chile) y monetario (tasas de cero %) que los distintos países han anunciado. El costo económico y humano de esta pandemia será enorme. El resultado final no solo dependerá de la biología, dependerá fundamentalmente de nuestras acciones.