Las transformaciones que se están produciendo en el mundo del trabajo son tan dinámicas, que hoy no podemos siquiera predecir en qué y cómo trabajarán las personas en 5 ó 10 años más. Lo más complejo, es que el día a día nos impide a veces observar, comprender y reaccionar respecto de esto, y en particular frente al entorno donde el trabajo en sí mismo, su valor, lo que esperamos de él y cómo lo desarrollamos, ha dado un vuelco histórico. Este proceso que vivimos por fin incorpora la mirada diversa y más integral de los distintos actores de nuestra sociedad, cuyas necesidades y expectativas deben estar recogidas y correctamente expresadas en esta redefinición de lo que entendemos por trabajo.

Conectar este escenario con nuestra misión respecto de la salud y seguridad en el trabajo se vuelve más complejo, pero a la vez la entendemos como más necesaria e intransable que nunca, en especial si nos queremos transformar en una mejor sociedad, en la que, bajo ningún punto de vista, ninguna persona puede verse en riesgo a causa o con ocasión de su trabajo.

Estamos mirando con detención nuestro entorno, los nuevos desafíos que enfrentan las empresas, reestudiando y transformando procesos productivos, investigando y capacitándonos para comprender los nuevos comportamientos y necesidades. Fenómenos como la migración, las barreras para personas con algún tipo de discapacidad, trabajadores mayores de 65 años o bien la potencial legalización de la marihuana. De una vez por todas, atender y resolver la brecha de equidad con las mujeres y la prevención de accidentes viales, que significan al país cerca del 2% del PIB.

Y si reparamos sólo en este último punto, necesitamos aprobar el proyecto CATI a la brevedad ¿Estamos conscientes que, incluso si bajamos la velocidad a 50 kms por hora, nos vamos a demorar dos tercios de una cuadra en frenar? ¿O que si no respetamos la distancia de 1,5 metros de una bicicleta, la fuerza centrífuga hará que atropelles a una persona?

No quiero dejarlos con la sensación de un panorama desalentador, porque también hemos experimentado cambios más que positivos, como la promulgación de la nueva ley que da acceso a la cobertura de seguridad social a los trabajadores independientes, la eliminación de la distinción obrero/empleado y la entrada en vigencia de la nueva ley de convivencia vial, que nos transforma a todos en responsables del uso seguro y respetuoso del espacio público.

Vemos cómo cambian los hábitos, las conductas de las personas y así también lo hacen los riesgos. Por ejemplo, usar el celular al conducir o caminar es igual de riesgoso que hacerlo en estado de ebriedad. Todos estos cambios nos desafían como empresa e industria, respecto de la forma correcta de hacer campañas y lograr sensibilizar sobre estos riesgos.

Resulta preocupante el desarrollo de los nuevos trabajos informales derivados del uso de las apps o plataformas, que nos llevan a la paradoja de resultarnos cómodo operar a través de ellas, pues generan más empleo y oportunidades, pero están ajenas a la cobertura de la seguridad social.

Parece de sentido común que todas estas son temáticas sobre las cuales no podemos solo esperar de manera pasiva a que un gobierno o una autoridad regule. Son materias frente a las cuales, como buenos ciudadanos o bien como empresas socialmente responsables, debiéramos tener algo que decir y hacer.

Honestamente, no nos podemos quedar en gestionar los accidentes, la tarea es evitar que ocurran. Tenemos la red de centros de salud acreditada más grande de las mutuales y una de las más extensas de Chile, pero para nosotros hacer bien nuestra labor, pasa porque ninguno de los trabajadores del país la usen.