En Chile aplaudimos con fuerza la creación de nuevas empresas y los espíritus innovadores; no obstante, a menudo soslayamos uno de los temas claves para el éxito de los emprendedores: ¿quién invierte en estos proyectos? Si quiere emprender, ¿a quién quiere de su lado? Esto es también relevante para los gerentes de los pujantes family offices locales que se preguntan qué tipo de inversionistas debiesen ser.
Se podría pensar que los capitalistas de riesgo o inversionistas ángeles, las dos categorías principales, podrían aportar de igual manera a la innovación. Sin embargo, la opción más adecuada cuando se enfrenta verdadera incertidumbre y se apuesta a una efectiva disrupción, recae en los inversionistas ángeles, quienes trabajan a partir de la lógica llamada effectuation.
Los ángeles invierten sus propios dineros, a diferencia del venture capital que se basa en la creación de fondos compuestos por múltiples aportantes. Un segundo factor que distingue a los ángeles de los capitalistas de riesgo es que éstos toman posiciones en sectores y actividades conocidas, y apoyan a equipos humanos, con los que establecen relaciones de largo plazo, construyendo en conjunto una efectiva red efectual. Los segundos actúan más bien de contralores y asesores financieros.
Los ángeles suelen entrar en etapas tempranas del proceso emprendedor y no le temen a la verdadera incertidumbre -saben manejarla muy bien-; los venture capital prefieren riesgos acotados y conocidos, entrando cuando las sandías ya están más caladas. Por ello, los primeros invierten montos moderados, pensando en una pérdida aceptable, siendo también más comprensivos al acompañar y asesorar a los emprendedores. Los capitalistas de riesgo se ponen con recursos importantes y estrictamente en función del retorno esperado, mostrándose más exigentes e inflexibles, al considerar al business plan, como contrato inviolable con el emprendedor.
La evidencia muestra que los ángeles pierden menos y antes, cuando las cosas van mal, y sus retornos son superiores que los de los venture capital, lo que sería esperable a priori, al entrar en contextos más riesgosos. La novedad está en que manejan mejor el "downside" y terminan arriesgando menos y aportando más. Así, como emprendedor, si lo suyo es un producto o servicio me-too, oriéntese al venture capital que sabrá evaluar la probabilidad de éxito y aportará grandes capitales; otorgando un valioso sello de calidad. Si en cambio está rompiendo lo establecido, busque a ángeles que hayan pasado por historias semejantes.
¿Lección para los family offices? Estos tienden a modelarse como capitalistas de riesgo, más cools que los desordenados ángeles; claro error, ya que deberían intentar funcionar de manera efectual, al tener un family business detrás, lo que indica que probablemente tendrán profundos conocimientos de sectores específicos, además de contar con redes valiosas.
Esta es la gran revelación: Chile, como país emprendedor, necesita contar con inversionistas ángeles y family offices que actúen en función de la lógica efectual, apoyando al emprendimiento disruptivo y transformador que venga a proyectarnos al futuro, complementando el también vital rol de los venture capital y su lógica causal tradicional.