Por muchos años el empresario Claudio Engel (62) ha estado comprando obras de arte, especialmente contemporáneo. Hoy por hoy, maneja alrededor de 900 creaciones de artistas consagrados y emergentes, que tiene repartidas en su oficina, casa y una bodega. Las compras las negocia él, con ayuda de la directora de la Fundación Engel, María Pies.
Deade hace tiempo a Engel le rondaba la idea de crear un museo -como forma de agradecer al país que recibió a su familia y para difundir el arte como un modo de relato de la historia-, lo que ha sido su obsesión.
La empresa de financiar y donar un museo totalmente nuevo y de gran tamaño para la ciudad de Santiago es algo que no tiene parangón a nivel local. Una vez que su sueño ya estaba sobre ruedas, Engel se reunió con otro hombre de negocios que había financiado una obra similar, para conocer su experiencia. “¿Cuál será la sigla del museo que llevará tu nombre?”, le preguntó Jorge Pérez, uno de los 1.800 hombres más ricos del mundo y financista con US$ 40 millones del Pérez Art Museum de Miami (PAMM), a Claudio Engel. Éste respondió “Nuevo Museo (NuMu)”.
Pérez no podía creer que alguien pudiera poner de su bolsillo $ 16 mil millones (US$ 21,7 millones) para un legado que no llevará su nombre. Pero así es Engel, “muy bajo perfil”, cuentan quienes lo conocen.
El NuMu estará ubicado en el Parque Bicentenario de Vitacura, se espera que abra en 2023 y si bien el proyecto ha recibido un amplio apoyo desde el mundo de las artes y el urbanismo, en las últimas semanas el académico Juan Cristóbal Portales y los candidatos municipales de Ciudadanos, Darko Peric y Nicole Douglas, reclamaron en una misiva que los vecinos del sector no fueron consultados al respecto y que se desconoce su impacto ambiental. Las críticas no han frenado a Claudio Engel, quien sigue adelante contra viento y marea con su proyecto filantrópico.
Su diversificado holding
¿Cómo Engel hizo la fortuna para financiar una obra como el NuMu? Para saberlo, primero hay que remontarse a sus antepasados.
Los padres de Claudio Engel tienen origen judío-alemán y llegaron en la adolescencia a Chile. Su padre, Frank Herbert Engel, se asoció con su hermano Harald y con Arturo Matte Alessandri para formar, en 1952, una empresa de representación de algunos productos del gigante químico Dupont. En 1979 Harald y Herbert separan actividades comerciales, lo que motiva a Frank Herbert a crear la empresa F.H. Engel S.A., manteniendo vínculos con Dupont, agregando al negocio la importación de licores y abarrotes.
Frank Herbert Engel presidió por años la compañía que fundó, hasta que en 1985 llamó a su hijo Claudio, ingeniero civil de la Universidad de Chile, quien residía en EE.UU. donde obtuvo un MBA en la Wharton School, para que se incorporara a la empresa familiar. Claudio aceptó la proposición y se integró a la sección ventas, buscando diversificar la empresa en áreas de negocios como TV cable, biotecnología, petróleo y otros sectores.
Claudio Engel logró conducir a la empresa al siguiente nivel. Creó la firma de logística Luniben-Topfrío, creó los productos de limpieza Impeke y los supermercados Erbi, entre otros emprendimientos. Hasta la actualidad, Claudio Engel es presidente del directorio de las diferentes empresas que forman el grupo F.H. Engel, que importa y comercializa más de 500 productos y 15 líneas distintas.
Claudio Engel suele decir que “hay más de un 90% de probabilidad de que todo chileno consuma o use al día un producto comercializado o transportado por alguna de las cuatro áreas de negocios que administramos”. Algunas marcas que maneja Engel son el whisky Grant’s, el cognac Remy Martin, el jerez Tío Pepe, la cerveza Löwenbrau, las piñas Dole, el té Twinings o los condimentos Mc Cormick entre otros. Además, comercializa sus propias marcas: Atún Otuna y Palmitos Three Crowns.
Pero también ha entrado a negocios poco conocidos, como el de telas no tejidas para filtración, plásticos reforzados, emulsiones para la industria de la construcción, adhesivos químicos para el tratamiento de agua, esencias para la industria de detergentes. En el área alimenticia agregó a su portafolio la venta de materias primas como pectinas, inulina, omega 3 y sorbitol de tapioca. En el área vitivinícola ingresó fuertemente con enzimas y levaduras, y también entró al área de alimentos funcionales y saludables.
En 2016 le vendió al grupo Virutex-Ilko una marca que él ideó, desarrolló e hizo crecer, la de productos de limpieza Impeke. Conocedores de la operación indican que fue a cambio de unos $ 7 mil millones (alrededor de US$ 9,5 millones) -monto que el empresario y su familia no quisieron detallar- y en ese entonces reconoció que parte de los fondos recaudados irán a un proyecto filantrópico, a la postre, el museo. Y ese no fue el único negocio que Claudio partió desde cero y vendió.
En 2020 enajenó la cadena de supermercados Erbi , donde tenía como socios a sus amigos abogados, los hermanos Jorge y Octavio Bofill; además del fundador de Aurus, Antonio Cruz (excompañero en Wharton); el exgerente general de Falabella Retail, Agustín Solari (que también pertenece a la comunidad de los ex Grange y ex Wharton), además de la cooperación del exgerente general de Lider y Viña Santa Rita, Silvio Rostagno (egresado de The Grange).
El comprador fue el fondo operador de la marca colombiana Justo & Bueno, quienes -según fuentes conocedoras del proceso- habrían pagado en torno a $ 12 mil millones (unos US$ 16,3 millones), cuyo monto exacto la familia no quiso ahondar.
No todo es F.H. Engel para el empresario. También es uno de los socios del centro de montaña Corralco, junto a Enrique Bascur (excompañero de Engel en Wharton y socio del fondo Australis Partners, que invierte en Justo & Bueno, compradora de Erbi) y Eduardo Antunovic (socio de Kingsley Gate Partners), donde inicialmente se trazaron invertir unos US$ 25 millones con miras a crear el mayor centro de ski de la zona sur.
Su hermano, Eduardo
Claudio tiene un hermano, Eduardo, reconocido académico y director del centro de estudios Espacio Público, ingeniero matemático de la Universidad de Chile, con un doctorado en estadística de la Universidad de Stanford y un doctorado en economía del MIT. El economista no forma parte del tejido de negocios familiar.
“Tengo cero que ver con los negocios. Todo lo ha hecho mi hermano con su familia. No tengo nada que ver con el museo ni con las empresas”, dice Eduardo Engel a Pulso.
Un cercano a los Engel comenta que los hermanos son muy distintos: mientras a Claudio le interesa, además de los estudios, “el fútbol, el tenis, salir con los amigos y sociabilizar con todo el mundo”, Eduardo es más reservado y rehuye los eventos sociales. “La gran similitud entre ambos es su vocación por hacer el trabajo bien hecho. Son muy exigentes”, agrega.
Otra persona que los conoce sostiene que “ambos son muy cultos y estudiosos. Desde muy chicos tenían definidos que iban a dedicarse a lo que más les gusta: para Eduardo no es interesante incursionar en los negocios, sino que la labor académica”.
La matriz de inversiones familiar de Claudio Engel es Inversiones e Inmobiliaria Auke Kipling S.A., que está compuesta por él mismo y por la sociedad Inversiones Atkinson Limitada, donde participan sus hijos Lucas (31), Nicolás (29) y Benjamín (26) y su hija Francisca (18).
El empresario trata de involucrar a sus hijos en el portafolio de las inversiones financieras que tiene alrededor del mundo, las que se manejan desde su oficina en Nueva Las Condes, aunque “siempre es Claudio el que termina cortando el queque, le gusta estar encima de todos los temas”, dice un cercano.
Otro resalta que el filántropo “está haciendo con sus hijos lo mismo que su padre hizo con él: involucrarlos en sus negocios, hasta que un día se puedan hacer cargo”. Claudio Engel se excusó de participar en este reportaje por tener difícil acceso a comunicación.