No todo es pandemia en el mundo. El cambio climático sigue siendo uno de los grandes desafíos planetarios, y la COP26 que comenzará a fin de mes en Glasgow, Escocia, es el encuentro más importante al respecto, en el cual se reunirán, durante una semana, cerca de 20 mil jefes de Estado, diplomáticos y activistas de manera… presencial.
El gran objetivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en el cual participan 197 naciones, es recalibrar las metas de reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI) que suben la temperatura de la Tierra. La idea es lograr que no supere los 1,5 grados Celsius en comparación con los niveles previos a la Revolución Industrial. Si bien eso es el gran paraguas, ¿cómo se lleva a cabo?
Los ojos nuevamente están puestos en la ciencia.
Con respecto a los objetivos, Alex Godoy, director del Centro de Investigación en Sustentabilidad (CiSGER) de la Universidad del Desarrollo, estima que el tema es bastante paradójico. “Tenemos que avanzar sí o sí en el artículo 6 del Acuerdo de París (sobre el mercado de emisiones de carbono). Eso es lo principal. Sin el acuerdo vinculante de cómo se distribuyen las emisiones, cómo se bajan o como se empiezan a contabilizar, todo sigue siendo solo un acuerdo de buenas intenciones”, explica.
Además, para el académico, que es uno de los chilenos que participaron en el famoso informe del IPCC sobre cambio climático dado a conocer hace un mes, hay un gran objetivo no formal que va más allá de lo que está en el papel: “Simplemente, se debe lograr un acuerdo para eliminar los combustibles fósiles antes de tiempo. Ya no estamos hablando de ser carbono neutral o carbono negativo, sino de la eliminación de los combustibles fósiles, especialmente del carbón, y eso, es sumamente complejo”.
Uno de los grandes impulsores de la lucha contra el cambio climático a nivel global ha sido la Unión Europea (UE). De hecho, a fines del año pasado actualizó su contribución nacional determinada (NDC), elevándola del 40% al 55% en 2030 en comparación con los niveles de 1990. Además, se comprometió a la neutralidad climática de aquí a 2050.
Independientemente de estos compromisos, según León de la Torre, embajador de la Unión Europea en Chile, “en particular, desearíamos llegar a un acuerdo sobre las disposiciones del artículo 6, celebrar los acuerdos en el marco de transparencia reforzada y acordar un calendario común para la presentación de las NDC a nivel nacional”. Y agrega: “Eso quiere decir, entre otros temas, normas sólidas en materia de contabilidad que apliquen los ajustes correspondientes en todos los mercados internacionales, incluidas las unidades generadas con arreglo al mecanismo del artículo 6 y los utilizados para el plan de compensación y reducción de carbono para la aviación internacional (Corsia), así como mecanismos de financiación para los países más vulnerables”.
El protagonismo empresarial
Existe un consenso mundial de que el sector privado es uno de los principales actores para reducir los GEI, por lo que se han creado una serie de instancias y regulaciones al respecto, donde una de las más importantes es “Race to Zero”, iniciativa mundial diseñada para 32 sectores productivos. Ya van 19 sectores comprometidos con al menos el 20% de empresas.
“Netzero 2030, Empresas B son también otras iniciativas donde ya hay 1.400 empresas comprometidas al 2030, lo que es una potente señal a los gobiernos para aumentar la ambición climática, además de seguir sumando esfuerzos sectoriales y por país”, comenta Josefa Monge, presidenta de Sistema B Chile, y acota: “Hay que alinearse con la ciencia e implementar estrategias por sector”.
Para Marcelo Mena, director del Centro de Acción Climática de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, actualmente casi el 80% de las emisiones del PIB global están comprometidas en el contexto de los reguladores financieros que han puesto énfasis en este tema. “Exigir a las empresas, a los bancos y otros actores del sector privado a transparentar sus riesgos climáticos (ya sean transaccionales o físicos), es un esfuerzo que puede marcar la agenda de una forma muy profunda”, indica el exministro del Medio Ambiente.
Uno de los elementos fundamentales a nivel local en este aspecto ha sido la implementación de la norma 385 y 386 de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), que mejor la información sobre los reportes financieros de las empresas abiertas a bolsa y refuerza las prácticas relacionadas con responsabilidad social y desarrollo sostenible al interior de las organizaciones. Dichas normativas están justo ahora en pleno proceso de reformarse y fusionarse, para “permitir a los inversionistas distinguir aquellas entidades que están mejor preparadas para identificar, cuantificar y gestionar riesgos ESG y, por tanto, en las cuales sus intereses estarán mejor resguardados”, indican en la CMF.
Para Godoy, “el sector privado es el único capaz de forzar de la noche a la mañana la salida de los combustibles fósiles. El sector público es nada más que regulatorio”. Incluso, el académico indica que “a pesar de que las empresas chinas son estatales, funcionan como privadas y extraen materias primas que las convierten en bienes y servicios. Por lo tanto, están llamadas a disminuir los combustibles fósiles”.
Este tema no es menor, ya que justamente, uno de los grandes objetivos de la COP26, que tampoco está en el papel, es que China pueda establecer compromisos más fuertes con respecto a sus emisiones. Incluso, para muchos especialistas, esta sería la COP donde China está en el centro.
Efecto Covid
Es imposible no dejar ajena a la pandemia en este proceso. De hecho, la COP26 debería haberse realizado en 2020 y, por el efecto Covid, se aplazó para fines de este año. Todo el mundo fue testigo como en los primeros meses de restricciones y confinamiento hubo pequeños cambios medioambientales, consecuencia de una menor actividad humana, algo que no duró mucho. ¿Cómo influye entonces el coronavirus en los objetivos de la COP26?
Para Monge, influye de forma positiva: “Ha sido la constatación de que somos más frágiles y estamos más expuestos de lo que creíamos, y de lo que somos capaces de hacer enfrentando un problema global. Además, facilitó decisiones de desinversión en combustibles fósiles y de inversión en energías limpias”, señala la presidenta de Sistema B Chile.
“La pandemia también nos ha recordado a todos la importancia de escuchar a la ciencia. Y la ciencia es clara: nos estamos acercando a puntos de inflexión existenciales. Mientras tanto, ya corremos el riesgo de volver a la normalidad”, indica León de la Torre.
Y justamente, esto abre la discusión acerca de cómo será la reactivación pospandemia, que para muchos, puede ser perjudicial para las ambiciones climáticas. “La pandemia ha roto la cadena de suministros y una de las formas de bajar los costos es irse a los combustibles fósiles. Pero por otro lado, el barril de petróleo ha aumentado mucho su valor produciendo un shock de energía bastante extraño. La pregunta es cómo se reactivará la economía en este panorama”, dice Alex Godoy, de la UDD.
Mena es de una opinión similar: “Hay mucha inquietud internacional por el alza de precio de la energía, por lo que la reactivación no está siendo tan verde como esperábamos. Pareciera que no hemos aprendido la lección y estamos pensando más en el presente que en un futuro colectivo, volviendo a los viejos hábitos que nos llevaron hasta donde ahora estamos”.