Moler el trigo para la fabricación de harina fue inicialmente el negocio de Vicente, Hilario y Eugenio Suazo Gómez, los tres hermanos de una familia de inmigrantes españoles que se instaló en Curicó hace más de 80 años.
Entre los tres armaron y dirigieron Suazo, un negocio icónico en la región, que durante años auspició al equipo de fútbol profesional de la ciudad y que de a poco fue traspasando las fronteras regionales para llegar a todo Chile.
Eso, hasta fines de 2017, cuando las cosas se hicieron insostenibles, tanto así que llegó un minuto en que se quedaron sin caja para comprar los insumos necesarios para la fabricación de pastas.
Aunque los hijos de los fundadores -con la ayuda del abogado Esteban Puga- intentaron reorganizar la compañía o venderla a empresas como Ipal, Iansa y Watts, no lograron su objetivo, pese a tener en sus manos cerca de un 8% de participación de mercado.
Según cuentan, los 10 hijos de los fundadores estaban dispuestos a ceder la empresa e irse "sin nada". Esto, pese a que a través de otra sociedad, Palestina S.A., son dueños de los terrenos en los que funciona la compañía y hoy, posdeclaración de la quiebra, también son acreedores de Suazo, porque le arrendaban a la compañía los terrenos de calle Merino donde funciona la planta.
Herederos fuera del día a día
En un inicio la familia estaba 100% involucrada en todo y los hermanos Suazo Gómez tenían muy definidas las tareas que cada uno cumplía en la compañía. Vicente estaba a cargo de las finanzas, Eugenio de la operación e Hilario de la producción. Según cuentan personas que trabajaron para ellos, eran muy amables, cercanos y preocupados por su gente, y el "alma" de la empresa curicana.
Pero las cosas fueron cambiando en la medida en que los fundadores fueron dando paso a las nuevas generaciones que asumieron la propiedad sin entrar a la administración. Es más, el último Suazo que se involucró en la administración fue Eugenio Suazo hijo, quien ofició de gerente general hasta que se tomó la decisión de contratar un gerente externo.
Con el cambio, la familia quedó representada en el directorio por un miembro de cada rama a través de Juan Ignacio Suazo Pérez, Alicia Suazo Pagliotti y Verónica Suazo Martínez.
Al resto, poco o nada se les veía en la planta. Cuenta una extrabajadora que solo se acercaban para las reuniones anuales de accionistas.
Así las cosas, cada miembro de la familia desarrolló sus propios negocios, porque aseguran que ninguno de ellos vivía de Suazo. Es más, quienes los conocen comentan que entre los hijos de los fundadores hay abogados, doctores y otros que se dedican a la actividad agrícola. Juan Ignacio Suazo, por ejemplo, es un reconocido abogado en Curicó; otros miembros de la familia son dueños del restaurante el Mesón de Quilvo, de un colegio y de campos que se dedican a la producción de fruta y uva vinífera en la zona.
Los años difíciles
Según extrabajadores de Suazo, la empresa venía acumulando deudas desde hacía años. La compra de una moderna línea de producción para la fabricación de pastas fue parte de ello, pero también la decisión de entrar con la marca al retail con los costos que eso implica y dejar relegada a un segundo plano la producción de harina.
Pese a los malos resultados, después de muchos esfuerzos, cuentan que el año 2011 lograron obtener una utilidad operacional, pero como ya no contaban con financiamiento suficiente, fue imposible lograr utilidades en la última línea.
Desde la perspectiva de trabajadores de distintas áreas de la compañía, las "malas decisiones" terminaron por sepultar a Suazo. Eso, además de que tenían "costos de empresa grande cuando eran medianos" y una planilla "demasiado cara" de mantener.
Con continuidad de giro
Actualmente, la empresa ya no está en manos de los Suazo. La liquidadora Valeria Cañas está al mando y trabaja junto a 36 trabajadores en la continuidad de giro. Gracias a las platas que estaban en la cuenta corriente de la empresa y lo que han logrado recaudar, para el próximo miércoles está agendado el pago a los 140 trabajadores de su sueldo pendiente de mayo, más los siete días que junio que trabajaron, las vacaciones y los bonos que están pendientes.
Un respiro para los trabajadores liderados por Flavio Fuentes que aún no pierden la esperanza de que el próximo 1 de agosto, en la reunión de acreedores, se les permita mantener la continuidad de giro.