El acuerdo franco-alemán sobre la reforma de la zona euro es uno trascendental que aspira a evitar que se repita una crisis que ha estado varias veces a punto de reventar la moneda única. "Estamos abriendo un nuevo capítulo", ha señalado la canciller alemana, Angela Merkel, tras su cumbre bilateral en Meseberg (cerca de Berlín) con Emmanuel Macron.
El presidente francés ha logrado, tras un año de paciente espera, que Berlín se sume a sus planes de refundación de la Unión Monetaria. Unos planes que pasarán, en primer lugar, por el establecimiento de un presupuesto propio de la zona euro, al margen del de la Unión Europea, y con distinta finalidad.
El presupuesto de la zona euro perseguirá "fortalecer la inversión y la convergencia" entre los países que comparten divisa, según ha detallado Merkel. El objetivo, según Macron, será evitar que se repita una crisis de tanta duración como la sufrida por algunos países desde 2008, y que ha dejado un tremendo lastre de paro, deuda y caída de la inversión pública.
El acuerdo también incluye la transformación del Mecanismo Europeo de Estabilidad o fondo de rescate para que se convierta, entre otras cosas, en el respaldo financiero del Fondo europeo de Resolución bancaria. Y sienta las bases para completar el proyecto de Unión Bancaria, iniciado en 2012 a instancias de España e Italia y que se había quedado empantanado por la resistencia de Alemania, entre otros países.
El pacto franco-alemán, negociado meticulosamente en las últimas semanas por los respectivos ministros de Finanzas, será elevado a la cumbre europea de 28 y 29 de junio en Bruselas. Macron y Merkel confían en que el plan reciba el apoyo del resto de socios porque, según la canciller, "sabemos que la Unión Monetaria solo puede mantenerse intacta si las políticas económicas convergen".
Por si acaso, ambos líderes se han reservado los detalles de la parte más ambiciosa del plan, referida al lanzamiento de un presupuesto común a partir de 2021. "Si concretáramos demasiado otros socios podrían empezar a poner pegas", ha apuntado Macron en la rueda de prensa posterior a la cita con Merkel.
El presupuesto, en todo caso, se nutrirá de aportaciones nacionales o de impuestos a escala europea. Y se podrá utilizar para apoyar a países en dificultades que sufran un schock económico inesperado y ajeno a su política económica.
Berlín cambia de rumbo
Macron impulsó la reforma de la zona euro desde su llegada al poder en mayo de 2017, como un imperativo político, según el presidente francés, para evitar que las fuerzas euroescépticas sigan avanzando y pongan en peligro el futuro de la UE.
Merkel aceptó el reto pero pidió tiempo. Primero, para superar su revalida electoral, en septiembre de 2017. Y tras ganar los comicios, para formar un Gobierno de coalición que no llegó hasta marzo de 2018. La entrada de los socialistas en carteras tan esenciales para la reforma de la zona euro como Finanzas y Exteriores alentó las esperanzas de París en un acuerdo ambicioso. Acuerdo que se ha materializado este martes en el castillo de Meseberg, donde Merkel ha aceptado finalmente la creación de un presupuesto común, considerado hasta ahora como un tabú insalvable para la opinión pública alemana.
A favor de París ha jugado la debilidad de Merkel dentro de sus filas conservadoras, acosada por los partidarios de blindar las fronteras alemanas y europeas frente a la emigración extracomunitaria. Los conservadores bávaros (CSU), aliados históricos del partido de Merkel, daban este lunes un ultimátum a la canciller para que alcance antes de final de junio un acuerdo con los socios europeos sobre política migratoria. De no lograrlo, amenazan con retirar su apoyo y provocar la caída del Gobierno.
Macron ha ofrecido ayuda en su lance interno y el acuerdo franco-alemán de este martes incluye un capítulo sobre migración que aboga por fortalecer el control de las fronteras y abre el camino a medidas para contener en origen los flujos migratorios. La declaración franco-alemana de Meseberg incluso plantea repetir lo ocurrido con Turquía, donde la UE aceptó pagar al régimen de Recep Tayyip Erdogan a cambio de que contuviese la salida de refugiados sirios y que aceptase la repatriación de todos los que lograran llegar a Europa para pedir asilo.