Está difícil predecirx el desempeño de la economía chilena. La incertidumbre en distintos frentes la afecta muy significativamente en el corto plazo. Sin duda que el triunfo del Presidente Piñera generó expectativas empresariales que despejaron la incertidumbre política de la campaña del senador Guillier y la continuidad de la Nueva Mayoría. Ello generó el boom del primer semestre de 2018. La aparición de Trump amenazando con una guerra comercial a Xi Jinping tuvo impacto en el mal último trimestre de 2018. De ahí en adelante los vaivenes y dimes y diretes de la guerra comercial y tecnológica entre EE.UU. y China ha ido creciendo al punto de afectar las proyecciones de crecimiento la economía global.
Pero también la incertidumbre política local se ha incrementado significativamente. Cada vez es más evidente que la clase política chilena se está autobloqueando. No hay diálogo político constructivo. La promesa del gobierno del Presidente Piñera de buscar acuerdos amplios no ha podido realizarse, en parte por la actitud de la oposición, en parte por los errores no forzados y diferencias internas del bloque gobernante, con reacciones confusas. Ello lleva a que se perciba un bloqueo en el avance de las reformas que el país requiere y votó en las elecciones de 2017. Así, la creciente incertidumbre política nacional por una parte y comercial internacional por otra ha estado impactando las proyecciones de la economía chilena. Desde el 4% de crecimiento en 2018 a cifras en torno al 2,5% para este año. El hecho de que el ajuste en las proyecciones de la economía mundial y de nuestros socios comerciales para 2019 sea marginal comparada con este gran ajuste en el crecimiento de la economía chilena, no hace más que corroborar esa variable.Comprender cómo los empresarios chilenos, especialmente de las grandes compañías, se forman sus expectativas sobre el futuro, es clave para entender lo que nos pasa.
Muchos lectores deben pensar que las explicaciones arriba no pueden explicar todo lo que nos pasa y yo concuerdo. Hay un creciente fantasma comercial que acecha a la empresa chilena, especialmente a la gran empresa que le ha ido bien en el modelo de desarrollo de los últimos 30 años. Tiene que ver con su adaptación a los desafíos de la nueva economía digital y a la necesaria transformación digital. De esta incertidumbre se habla poco, puesto que en Chile estamos acostumbrados a que el hostil debate político domine el debate público. Fascina también a los medios. Creo que el mundo de los negocios debe empezar a desacoplarse del debate político y hacer una autocrítica. Los empresarios, e incluyo a los directorios, están tomando conciencia del enorme desafío de la inserción de Chile en esta nueva economía global, pero aún no tienen claro qué hacer.
La revolución tecnológica requiere la transformación de los canales de venta y la relación con el consumidor; cambios en los procesos de producción, inversiones en nuevos sistemas que reemplacen los sistemas "legado" que campean en los procesos internos de operaciones y de control; cambios en la logística que exige el consumidor; entender y controlar los riesgos de la ciberseguridad; responder a las demandas de la producción ambientalmente saludable y a hacerse cargo del dialogo con las comunidades. Todos son desafíos de estrategia y de inversiones que en muchos casos nada tienen que ver con las inversiones del pasado. Es difícil reconocer que las formas de hacer empresa en los 30 años pasados ha quedado en cierto modo obsoleta y no es la forma de hacer empresa en los próximos 30 años. Quizá el mundo de los negocios debe dejar de obsesionarse con el pésimo estado del debate político y verse a sí mismo como parte de la sociedad civil y abocarse directamente a entender y resolver esta incertidumbre, tomar partido por la transformación digital de la economía chilena y ser el motor de un nuevo impulso de desarrollo para Chile en los próximos 30 años.