La prensa económica internacional ha estado atenta al acontecer político nacional y el debate sobre el modelo económico que lo acompaña. Martin Wolf, comentarista jefe de economía del Financial Times, ha sido parte de eso y según lo que ha visto, considera que los chilenos ya han decidido democráticamente avanzar por una ruta de transformaciones que conduzca al país a una sociedad socialdemócrata más próspera.
Se trata de un camino que, a juicio del columnista estrella del medio británico, es sumamente pedregoso. Lidiar con los perdedores de los cambios y con partidarios decepcionados porque no se avanza lo suficientemente rápido son parte de los obstáculos. Pese a las dificultades, Wolf ve enormes posibilidades en el proceso que lidera el presidente electo Gabriel Boric y considera que, en una historia abundante en fracasos en la región, Chile es el que “está en la mejor posición” para lograrlo.
¿Qué interpretación hace de los resultados del domingo y cómo lo liga al proceso que se inició en Chile en octubre de 2019?
—Soy un observador externo y pude ver que hubo protestas vigorosas y un fuerte deseo de una parte importante de la sociedad por una transformación radical en economía y política. Eso es obvio y desde afuera reconozco esa realidad.
La gente que quería esa transformación ahora está en el poder, la pregunta ahora es qué harán exactamente y si son exitosos.
¿Qué percepción tiene de este nuevo liderazgo encabezado por el presidente electo Gabriel Boric?
—Obviamente, nunca lo he conocido, solo sé lo que he leído de él. Claramente, es un líder político exitoso, que en sus declaraciones recientes ha dado señales de pragmatismo y enfrenta enormes expectativas respecto a lo que puede lograr.
Al mismo tiempo, él encarará las limitaciones de todos los políticos radicales, en términos de lo que él en realidad puede conseguir. La completa transformación de la sociedad en el curso de una noche es básicamente una tarea imposible. Eso es algo que sabemos, porque se ha intentado muchas veces y no funciona.
Además tiene que satisfacer a quienes lo apoyaron, preservando una estabilidad económica y social básica, lo que se configura como una desafío tremendo. En la historia, esto usualmente falla.
Hay ciertas circunstancias en las que se puede tener éxito, la mayoría de ellas en Occidente fueron después de la guerra, cuando es más fácil unir las personas, pero aún así no fue fácil.
Entonces, Boric va a necesitar mucha suerte, va a tener que demostrar mucho juicio, tendrá que construir y sostener coaliciones poderosas y tendrá que ser muy realista, desarrollando un sentido agudo para priorizar. Todas estas cosas son muy difíciles de hacer.
¿En qué radica la complejidad de una agenda transformadora y su liderazgo?
—Cuanto más radicales son las transformaciones, habrá un mayor número de perdedores resistiéndose a los cambios. Pueden resistir legal o ilegalmente, pero se resistirán. Entonces, hay que preguntarse cómo se va a lidiar con los problemas que crearán esos perdedores.
La segunda dificultad es que las grandes transformaciones tienen altas probabilidades de causar daño económico. Se puede ver afectado el sistema productivo, la estabilidad fiscal y la monetaria, como históricamente ha ocurrido con muchos programas de transformación, especialmente en América Latina. Se requiere de mucha autodisciplina para que los gobernantes eviten los peligros de una desestabilización económica, como resultados de cambios rápidos.
El tercer riesgo es que quienes te apoyen se sientan decepcionados. Entre más pragmático y realista eres, parece que menos estás haciendo y ellos mismos podrían comenzar protestas en tu contra. Qué hacer con quienes te apoyaron cuando muchos de ellos están decepcionados es también un enorme desafío.
El problema de los perdedores, de un realismo básico y de la decepción de tus partidarios, tiende a crear una situación política muy volátil y esa, a su vez, es económicamente desestabilizadora. Las reformas radicales realmente profundas son muy difíciles de lograr sin un balance político enorme, un fuerte apoyo, un enfoque realista. Dicho esto, me parece que en América Latina Chile es el que está en la mejor posición, por experiencia y economía, para hacer que esto funcione. Aún así será una tarea muy difícil.
Además, hay que agregar un punto crucial, conseguirlo se jugará en buena medida en la creación de una nueva economía, que genere más empleos de alta calidad, lo que implica algo más avanzado en tecnología y ciencia y menos dependencia de commodities. Crear una nueva economía en un país como Chile es realmente una tarea compleja, no es algo que hagas en una sola noche.
Si consideras los programas transformadores más radicales y exitosos, probablemente puedes contar el británico en la primera parte de la década de 1930, que pudo salir adelante gracias a que se contaba con una fuerte coalición, con sindicatos y empleadores que participaron en las discusiones en una forma de colaboración. Pero eso no pasó de un día para otro.
Espero de verdad que Chile lo pueda lograr con éxito, pero si miras algunos de los más recientes experimentos socialdemócratas en la región, Kirchner 20 años atrás en Argentina o Lula en Brasil, el resultado es decepcionante. Entonces, aunque entiendo y simpatizo completamente con lo que quieren hacer, me parece que deben ser realistas respecto a lo difícil que es.
En economía se tiende a ver los riesgos más rápidamente que las oportunidades en los procesos de transformación. ¿Qué hay de esto último en Chile? ¿Podría avanzar más en línea con Uruguay que con los otros ejemplos regionales que mencionó?
—La oportunidad radica en crear una sociedad socialdemócrata estable, próspera, más equitativa, en el largo plazo más dinámica y más feliz. Eso se puede hacer. Sabemos que puede hacerse. Mencioné ejemplos bastante decepcionantes en Sudamérica, a los que podría agregar a Hugo Chávez, que es el peor, pero, en efecto, Uruguay es un ejemplo positivo. Se puede hacer.
Chile también es un país relativamente pequeño, por lo que definitivamente tiene una oportunidad. Si miras los países escandinavos y países como Holanda, Austria y Alemania, son sociedades socialdemócratas muy prósperas, con altos niveles de ingresos y bienestar, y no hay razones fundamentales que me hagan pensar que no puede ocurrir en otros lugares.
Realmente tienen la oportunidad de hacer a Chile sustancialmente más próspero e igualitario de lo que es hoy. Es una oportunidad maravillosa y, como dije antes, le deseo al Sr. Boric todo el éxito.
¿Cómo el sector privado del país puede contribuir a que estas transformaciones sean exitosas?
—Las experiencias de socialdemocracias exitosas, que son en su mayoría europeas, muestran que tienes que construir una cooperación, discusión y colaboración muy cercana entre el gobierno, los negocios y los representantes de los trabajadores.
El gobierno no llegará a ninguna parte solo diciéndoles a las empresas qué es lo que tienen que hacer. Tiene que comprometerlas en un diálogo muy íntimo, honesto y justo, organizarlas a través de instituciones, con discusiones concretas y precisas, que requieren ser enfocadas en asuntos políticos cruciales, como la capacitación de trabajadores, estándares de empleo y laborales, inversión, innovación.
Se requiere de instituciones creadas por el gobierno mediante las cuales hable y colabore con las empresas, de manera que, al final, las políticas también son decididas por los negocios.
Se requiere de estructuras democráticas que faciliten la colaboración, que involucren discusiones cercanas. Puedes ver esto en países escandinavos, también en Alemania, Holanda, países como esos.
Entonces, asumo que los negocios funcionarán si el gobierno se sienta con ellos y también con los trabajadores, para tener discusiones serias sobre lo que es realista, lo que las partes esperan y lo que pueden demandar. Por supuesto que en eso los empresarios pueden cooperar, pero el gobierno debe comenzar reconociendo que son interlocutores cruciales, socios cruciales y, al mismo tiempo, generar condiciones para que surjan nuevos negocios, para que surja más innovación. Entonces es una combinación para lidiar con empresas existentes, al mismo tiempo que se crea espacio para nuevas compañías extranjeras o domésticas. Esto es realmente difícil de conseguir, pero es algo que se requiere para una sociedad socialdemócrata verdaderamente exitosa.
¿Qué papel juega una reforma tributaria para que un país como Chile avance en una transformación exitosa?
—Hay dos razones por las cuales hay que priorizar una reforma tributaria, la primera es para mejorar la habilidad del Estado de proveer recursos para un bienestar social ampliamente definido. La segunda es para alentar el crecimiento, y eso podría ser a través de incentivos para los negocios o aumentando los recursos para inversiones en infraestructura crucial y otros bienes públicos.
Si una reforma tributaria es esencial y cuál reforma tributaria es la que se requiere, realmente depende de lo que estés tratando de conseguir, de cuáles son tus prioridades. ¿Hay una predominancia redistributiva o de incentivo al crecimiento para incrementar la prosperidad futura? Hay políticas muy diferentes dependiendo de cuál de esos objetivos es más importante.
Desde mi punto de vista, desde afuera en esto, es que siendo Chile un país moderadamente próspero, el más próspero para estándares latinoamericanos, pero no desarrollados, con una economía relativamente débil en alta tecnología y industria, lo que debiera dominar para mejorar la prosperidad general sería impulsar el crecimiento y definir formas en las que se asegure que todos se beneficien. Ese es tu objetivo de una socialdemocracia.
Así como un programa de transformaciones implica riesgos, ¿cuáles se asocian a un statu quo?
—Ustedes votaron por un gobierno que no está a favor del statu quo, por lo tanto se puede deducir que ustedes han decidido como sociedad no permanecer en un statu quo.
Democráticamente, decidieron que no hacer transformaciones es inaceptable. Definido eso, les toca discutir cómo hacer que esas transformaciones sean exitosas, porque de lo contrario se verán en una situación terrible donde las transformaciones fracasen y eso crea estupendas crisis políticas. Ninguna de esas alternativas es positiva, una continuidad sin transformaciones o transformaciones que no funcionen.
Decir que debe haber transformaciones no es lo mismo que hacer que las transformaciones funcionen. Entonces, hay que reconocer que hacer transformaciones es algo muy difícil y si terminas en la situación donde la sociedad rechaza el statu quo, pero las alternativas no funcionan, enfrentarás una crisis política muy profunda, donde la gente se sienta ampliamente desilusionada con los políticos, porque ninguna de las opciones obvias son aceptables. Por eso hay que ser muy cuidadosos, de manera que las transformaciones funcionen. La alternativa es impensable.
¿Qué percepción tienen los inversionistas internacionales sobre lo que pasa en Chile?
—No he hablado con ningún inversionista extranjero que cubra Chile y, de cualquier manera, es muy temprano todavía para tener una definición. Me imagino que la mayoría está en modo de observador, esperando ver qué pasa, porque no saben lo que va a pasar. Van a estar escépticos, porque la mayoría de los inversionistas son realistas y no son parte de la política chilena, entonces no están muy enfocados en las presiones políticas y sociales que han llevado a este punto. Están enfocados en averiguar qué significará para sus propios negocios y sus oportunidades de negocios.
Entonces, permanecerán en modo de esperar y ver, esperando observar el desempeño del gobierno, la evolución de la sociedad. Y si esto avanza en una la ruta de un gobierno efectivo y realista que es capaz de manejar bien las oportunidades y de crear nuevas oportunidades para los negocios extranjeros y domésticos, estarán muy interesados en participar. Por el contrario, si concluyen que no se va en esa dirección, no lo harán.
Por el momento es casi inevitable que la mayoría prefiera quedarse al lado del camino para esperar a ver qué pasa y concluir a partir de eso. En eso tendrá que pensar el gobierno, cómo realmente serán percibidos y qué pueden hacer para crear confianza en los inversionistas extranjeros que quieren. Ese es un asunto importante de resolver, porque Chile es un país relativamente pequeño que requiere inversión extranjera.