La tasa de desempleo volvió a elevarse en el último trimestre móvil finalizado en agosto, al alcanzar un 7,3%, lo que se compara con el 6,6% de hace un año. Más allá de las cifras generales, se observó una desaceleración en la creación de empleo, lo que encendió una luz amarilla por lo que viene en materia laboral.

Pese a estas malas noticias desde el punto de vista del empleo, hay dos elementos que permiten observar los datos con la óptica del vaso medio lleno. Por una parte, el aumento de la tasa de desocupación se produce en un escenario en el que la fuerza de trabajo ha crecido de manera persistente a un ritmo superior, dando cuenta de mejores expectativas para encontrar empleo. No es menor que hayan ingresado 147,46 personas en el último año.

El otro dato que permite ser algo más optimistas es sobre la informalidad laboral. Si bien la tasa de ocupación informal no registró variación respecto al trimestre anterior, alcanzando 28,5%, específicamente en el caso de las mujeres hubo una contracción de 0,1 punto porcentual hasta el 29,9% (en el caso de los hombres persistió en 27,5%). Adicionalmente, el número de trabajadores informales descendieron 0,4%, como consecuencia de la disminución de los hombres (-0,7%) y de las mujeres (-0,1%). Es decir, hay 9.670 ocupados que dejaron la informalidad. La contracción de los ocupados informales fue incidida por los asalariados privados (-1,0%), asalariados públicos (-4,1%), familiar no remunerado (-5,7%) y empleadores (-1,9%).

El que disminuya la informalidad en el mercado del trabajo en Chile es clave para asegurar empleos de mayor calidad. No da lo mismo qué tipo de trabajo se genera. Y por eso las cifras que se han ido conociendo respecto de la disminución de la informalidad son positivas. No obstante, no se debe dejar de relevar el que la economía sea capaz de absorber la cantidad de personas que ingresan a la fuerza de trabajo, para ello el crecimiento es la mejor receta para crear más empleos y de mejor calidad.