”¿Qué responsabilidad tiene nuestro modelo de negocio en el estallido? Esas son preguntas que se están haciendo hoy en Chile”, dice Pablo Vidal, gerente de Sustenta+, sobre el momento de reflexión de muchos de los actores de la actividad empresarial.

Las protestas de octubre y luego la pandemia y sus efectos, fue el tema principal del primer evento online del HUB Sustentabilidad de PULSO, titulado “Comunidades y empresas: la nueva relación en tiempos de pandemia”, donde se coincidió que la empatía es la clave. Aparte de Vidal, participaron también Josefa Monge, presidenta de Sistema B Chile; Sebastián Bowen, director ejecutivo de TECHO Chile y Fundación Vivienda; y César Gavilán, director de la Fundación Educacional Collahuasi.

La nueva relación del sector privado con sus stakeholders (grupos de interés) es una interrogante que tiene a muchos de sus actores pensando en ello. Monge advierte que, por lo pronto, “se nos ha ampliado el límite de lo que entendíamos por comunidad, tanto externas como internas”.

A su juicio, “si antes había preocupación por los trabajadores, (durante la crisis) ésta se ha extendido hacia lo que pasa con las personas en sus casas. Y enhorabuena, esta preocupación llegó para quedarse”.

Se trata de una tesis compartida por los cuatro participantes del panel en línea que contó con más de 21.000 reproducciones durante cerca de una hora de duración.

¿Estrabismo institucional?

“Con las crisis aparecen todas las cosas que parecían ocultas”, dijo Bowen. Estima que gran parte del último tiempo ha estado marcado por un cruce de miradas que han perdido de vista un “objetivo común”. Es decir -dice Bowen-, el quehacer empresarial no se ha caracterizado por que su actividad sea, al mismo tiempo, una forma de hacer progresar a su comunidad. “Lo que hoy hace desafiar a las instituciones privadas es cómo incorporar esa mirada, que a través de la segregación, se transforma en un estrabismo institucional. Las empresas se han dado cuenta de que hay un ojo que ha estado desalineado”, dijo.

Esta situación ha alimentado una “desconfianza brutal en las instituciones”, pues “hay un perfil de personas que ha hecho todo lo que le han dicho que ha tenido que hacer, y no obtiene resultados. Así se pierden las confianzas y hay un sentimiento de frustración muy grande”, advierte, y para ello es necesario generar espacios de encuentro.

En todo caso, la forma clásica de hacer negocios ha ido mutando, agrega Josefa Monge. Y eso se nota en las medidas que algunas empresas han tomado en sus políticas de transporte, seguridad, higiene, preocupación por la salud mental de sus trabajadores y en la educación de sus hijos. “Se nos abrió un campo de acción que muchas empresas no lo tenían consciente”, dice.

“Me sorprende leer opiniones de CEOs y directorios que sí han cambiado. Estos temas han pasado de ser un relato superfluo a uno mucho más estratégico”, agrega Vidal.

Una nueva normalidad

“Hay que involucrarnos en lo que está pasando. Hay que hacerse parte, ser un buen vecino”, dice Gavilán sobre el nuevo quehacer empresarial. Para él, no queda otra: “las empresas que no empaticen con las necesidades de sus comunidades tienen un futuro muy complejo. El paso es profundizar ese camino”.

Desde su experiencia, advierte que una forma de apuntar hacia un objetivo común es, por ejemplo, hacer crecer grupos de proveedores locales. Confiar en ellos y luego instarlos hacia un camino de formalización para luego hacerse competitivos.

“El mundo empresarial comenzó a internalizar elementos que antes estaban presentes y con evidencia disponible. Pero esa información por fin logró permear al interior en la reflexión”, dice Vidal, augurando que los nuevos negocios que respondan a “modelos más disruptivos y arriesgados”, probablemente terminarán siendo más exitosos en la medida de que también dignifiquen a todos los actores expuestos a esa actividad económica.

Revisa aquí el video del evento: https://rudo.video/vod/bKgsUc