"¿Por qué tengo que sentirme valiente cuando vuelvo de noche a mi casa?", fue la pregunta que se hizo una joven de 17 años que vive en Santiago y que quedó plasmada en la nueva tarjeta Bip! lanzada esta semana, con la finalidad de concientizar sobre el acoso en el metro. Pero a juicio de la academia y organizaciones sociales que promueven la equidad de género con una mirada urbana, este es solo uno de los problemas que deben enfrentar las mujeres al caminar por la calle.
Según un reciente estudio de la Cámara Chilena de la Construcción, los hogares del gran Santiago, compuestos por tres personas, gastan alrededor de $155.000 mensuales en transporte y donde la mujer explica parte importante de este monto. "Las mujeres son las que se movilizan por más tiempo y gastan más dinero", dice la académica e investigadora del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Católica, Paz Concha, quien explica que esto se da porque los hombres tienden solo a movilizarse de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, a diferencia de su par femenino que suele realizar más actividades.
Por su parte, la organización Ciudad Feminista plantea que el gasto en transporte aumenta por culpa del miedo que tienen las mujeres por movilizarse por ciertas zonas y horas. Un estudio reciente de la institución, que percibió la inseguridad de la mujeres a la salida de las estaciones de Metro de la línea 6, reflejó que el miedo "las obliga a tomar rutas distintas o hacer combinaciones con otras plataformas como taxi o Transantiago", dice la arquitecta de la Universidad de Chile (UCh), María José Sepúlveda, quien explica que el temor se acrecienta en estaciones de comunas del sector poniente.
Otros de los problemas de género que se denuncian es cómo se piensan los espacios para hacer deportes. "En una población o villa se hace una cancha súper grande y se deja muy poco espacio para actividades en que se puedan apropiar mujeres, no porque no puedan jugar mujeres, pero ese espacio está pensando en un hombre", dice Concha.
Otro de los problemas de género que se denuncia, es que muchas veces la inseguridad que se puede percibir en las plazas termina alejando a las mujeres.
Los barrios comerciales tampoco son ajenos a estos reclamos. Por ejemplo, el Persa Bío Bío, a juicio de la académica de la UC, al ser atendidos y frecuentados por hombres tiende a dejar de lado a las mujeres. Esto, a diferencia del barrio de las telas, en la comuna de Independencia, que al ser atendidos en su mayoría por mujeres se transforma en un espacio más amable para ellas.
La coordinadora de la dirección de igualdad de género de la UCh y parte de Ciudad Feminista, Patricia Retamal, cree que estos casos se producen porque "el urbanismo, la planificación ha estado en manos de unos pocos profesionales que no han podido incorporar una lectura, ni de género, donde permitan al menos generar proyectos igualitarios."
Sobre los costos en infraestructura y servicios que implicaría incorporar medidas para promover la equidad de género en la ciudad, las consultadas por Pulso estiman que no sería significativas, ya que creen que con tan solo aportar una mirada feminista al grupo ya generaría un gran impacto en este tema.