Una buena noticia es la que se sigue constatando al revisar la calidad del empleo asalariado que se está creando durante los últimos meses.

Puede ser insuficiente para satisfacer el flujo de personas que ingresan a la fuerza de trabajo con la expectativa de encontrar empleo. Sin embargo, las distintas mediciones constatan una mayor calidad.

Una forma de verlo es el informe de precariedad laboral elaborado por PULSO en base a información pública. Según el indicador, fabricado a partir de la información de la base de datos de la

Encuesta de Empleo del Instituto Nacional de Estadística (INE), la precariedad laboral registró en el trimestre móvil agosto-octubre una tasa de 18,8% (que equivale a 1.140.615 personas), una décima porcentual menos que en el mismo período de 2017.

El indicador considera a un trabajador asalariado (no incluye a los cuenta propia) en situación precaria si una o más de las siguientes condiciones les afecta:

No se les pagan cotizaciones de pensión o salud

No tienen contrato firmado

No reciben ni entregan ningún comprobante por sus ingresos laborales.

Esta es la novena baja interanual consecutiva del indicador, la racha de disminuciones más larga desde la que terminó en marzo de 2014.

Sin embargo, el objetivo de crear empleos de calidad no puede detenerse. Según las cifras de los últimos tres meses, el resultado que muestra el índice provino de una mejora en la situación de los hombres. De hecho, en el caso de las mujeres la tasa de precariedad se elevó al 20%.

Estos antecedentes vuelven a poner sobre la mesa las rigideces actuales en el código del trabajo cuando se trata de incorporar a la mujer al mundo laboral, con todos los beneficios sociales que esta situación conlleva. Se requiere un cambio para desincentivar la informalidad en este segmento.