Es precisamente en momentos de crisis en donde emergen grandes liderazgos. Así lo fue en la Inglaterra de Churchill, en la Sudáfrica de Mandela y en la reconciliación de Aylwin en Chile. La situación coyuntural de la crisis chilena posterior al 18-O ha derivado en que lentamente un grupo minoritario y vociferante que abraza la violencia como medio legítimo de expresión esté poniendo y deslegitimizando todo los difíciles y merecidos cambios que la gran mayoría de Chilenos quiere para nuestro país.
En otro contexto, el padre Berríos planteaba hace unas semanas que políticamente nos encontramos en una "moledora de carne" en donde la mayoría de las iniciativas que son planteadas son rechazadas de plano en una dinámica destructiva y poco efectiva. En consecuencia, al no haber avances, se corre el riesgo de una deslegitimización ciudadana del proceso político y una consecuente fragmentación y vacío de liderazgos que nos permitan articular una salida de la crisis. En virtud de lo analizado, existen 3 conceptos o mínimos comunes que en crisis pasadas han dado luces sobre cómo desatar este nudo gordiano.
Primero, condenar a la violencia en todas sus formas, venga de donde venga sin contradicciones. Esta convicción está basada en el respeto íntegro de la dignidad del ser humano y sus derechos fundamentales en donde por avalar tipos distintos de violencia como la funa y/o agresividad ante distintas personas, nos convertimos en pasivos desestabilizadores del orden público. Segundo, anteponer el bien superior del país. Son conocidos los movimientos que son legítimas canalizaciones de diversas demandas como el No + AFP, No + TAG u otras. El punto está en que para legitimizar esa demanda es imperativo ponderarla por otras necesidades que el país tiene y entender de que, sin dejar una demanda de lado, puede haber otras prioridades más urgentes. Tercero, necesitamos apoyar y fortalecer nuestra institucionalidad y sistema democrático como única manera de poder salir fortalecidos y no caer en regímenes populistas y autoritarios.
En resumen, los liderazgos que se consolidan en tiempos de crisis van a ser aquellos que más allá de criticar o destruir, sepan soltar las amarras de los grupos de presión para generar las condiciones que permitan escuchar y entrar en sintonía con la verdadera y legítima mayoría que quiere hacer de Chile un mejor país.