Una segunda mirada a las cifras laborales muestran que específicamente el mercado femenino está particularmente golpeado, lo que eleva la presión para incorporar cambios al Código del Trabajo que apunten a desrigidizarlo. Si bien la tasa de ocupación informal femenina bajó 0,2 puntos porcentuales (pp) respecto del trimestre móvil anterior, persiste en un nivel elevado, con el 30%. En el caso de los hombres, esa tasa es de 27,5%.
Pero otras cifras que el INE informa muestran que la situación es particularmente compleja. El dinamismo de la fuerza de trabajo fue mayor en las mujeres que en los hombres, lo que se reflejó también en la tasa de desempleo. La tasa de desocupación femenina fue 8,1%, aumentando 0,7 pp en 12 meses, debido al incremento de 2,5% de la fuerza de trabajo, mayor al alza de 1,6% de las ocupadas.
Así, la tasa de participación anotó una expansión de 0,4 pp, mientras que la tasa de ocupación disminuyó 0,1 pp, ubicándose en 48,8% y 44,8%, en cada caso. Esto se compara con una desocupación en el caso de los hombres de 6,8%, 0,3 pp. más que hace un año. Las tasas de participación y ocupación se redujeron 0,2 pp y 0,4 pp y llegaron a 70,8% y 66,0%, respectivamente.
Otro indicador que debiera llamar a preocupación es el que dice relación con la subutilización de la fuerza de trabajo femenina, que combina desocupación y tiempo parcial involuntario. A nivel nacional se expandió a una tasa de 17,0% (+0,6 pp en 12 meses). En el caso de los hombres, esta tasa fue de 14,6%, mientras que en el de las mujeres ascendió al 20,5%, con variaciones anuales de 0,3 pp y 1,2 pp, respectivamente.
Estas cifras muestran dos realidades. Por un lado, la expectativa de encontrar empleo por parte de las mujeres es superior a los trimestres anteriores, sin embargo, parecen no estar dadas las condiciones para que el mercado absorba esta disponibilidad de capital humano. Ciertamente, esto amerita un esfuerzo adicional por parte de las autoridades por facilitar la contratación de mujeres, pero también en general.