La camioneta de Jim Pattison ruge a través de la provincia canadiense de Saskatchewan, mientras recorre a toda velocidad la pradera que continúa sin fin hacia el horizonte. En la parte trasera hay un saco de dormir y una almohada color carmesí, la litera que improvisa el multimillonario de Canadá cuando no encuentra un hotel para pasar la noche.
El límite de velocidad parece opcional para él, al igual que la señal de giro. No es que haya muchos obstáculos, solo brillantes campos de trigo que se extienden a través de un terreno tan plano que la mirada se pierde a lo lejos. Aquí, en la gran extensión rural de Canadá, nació Pattison y, a sus 90 años, supervisa una de las ramas más nuevas de su imperio de 10.000 millones de dólares canadienses (unos US$ 7.370 millones): Pattison Agriculture, una cadena de concesionarios de equipos John Deere que estarían destinados a cubrir 8,5 millones de hectáreas de tierras de cultivo.
"Estamos viendo más oportunidades que nunca", dice Pattison, conduciendo con confianza, su diminuto cuerpo abrumado por los cavernosos asientos de cuero negro de su camioneta Ram 1500 Laramie. "Todavía hay muchas oportunidades con todos los cambios que están sucediendo en el mundo", añade.
Pattison lleva una vida muy reservada, es el tercer hombre más rico de Canadá y creó su icónico grupo empresarial en aparente desafío a la forma moderna de levantar imperios. Evita los correos electrónicos, lleva un teléfono celular pero apenas lo revisa, y puede contar con los dedos de una mano la cantidad de veces que su grupo ha recurrido a un banco de inversión.