Ad portas de cumplir los 70 años, Nicolás Eyzaguirre está embarcado en un desafío titánico. Instalado en Whashington desde el miércoles pasado, el exministro de Hacienda está desplegando todas sus destrezas políticas para obtener el apoyo de los grandes países aportantes y de al menos 15 de los 28 países miembros del Banco Interamericano del Desarrollo (BID) a su candidatura a la presidencia del organismo.
Tras la destitución de Mauricio Claver Carone de la cabeza del BID en septiembre, se gatilló una fuerte disputa por dirigir el organismo. Mientras Brasil (Ian Goldfajn) y México (Gerardo Esquivel) ya habían oficializado sus candidaturas, este viernes Argentina aumentó la competencia al inscribir a la actual secretaria de Relaciones Económicas de la Cancillería, Cecilia Todesca.
“Chile es un buen candidato al BID por su independencia y liderazgo”, afirma Eyzaguirre, quien cuenta que el nuevo timonel se definirá el 20 de noviembre, durante una reunión de la Asamblea de Gobernadores.
¿Por qué cree que el ministro de Hacienda, Mario Marcel, optó por usted como candidato al BID en vez de Andrés Velasco?
Eso se lo tendría que preguntar al ministro Marcel. Imagino que el ministro y el Presidente (Boric) deben haber evaluado que teníamos una buena oportunidad de poner nuestra impronta en este banco de tanta importancia para la región. Imagino que pensaron en la persona que podía tener una experiencia vital más repartida en términos de experiencia política, académica y en organismos multilaterales. Supongo que yo, como lo expresó el propio ministro Marcel, tenía esas características.
Usted ha sido ministro de Hacienda y director del Departamento para el Hemisferio Occidental del FMI. ¿Cuál es su motivación para ser presidente del BID?
Es algo que yo mismo me pregunto. Estoy en los finales de mis 60 años y a esta edad se comienza a pensar si se quiere tomar otro puesto de responsabilidad importante o si se quiere estar en un papel más de asesoría, más desde atrás. Estaba muy contento con lo que estaba haciendo en la universidad y con las asesorías. Esto implica meterse 24/7. De todas formas, esto es por cinco años y todavía tengo un resto de energía y juventud. Obviamente, para diez años no…
Esto, pese a que hay posibilidad de reelección si es que eventualmente llega a la presidencia del BID…
Sí, pero hay un cierto entendimiento tácito de que en el pasado se prolongaron excesivamente las presidencias y que hay otros países que quisieran tener la oportunidad.
Retomando lo anterior, quiero decir que somos un país pequeño en tamaño y que no tiene una gran deuda con el BID. Tenemos la fortuna bien ganada de poder acceder fácilmente a los mercados financieros internacionales. Es decir, el BID ha sido más bien una ayuda en términos de capacitación, apoyo técnico para distintos programas que muchas veces no tenemos en casa. Podemos ser bastante objetivos a la hora de definir los énfasis del banco, entre distintas regiones y distintos países en el corto y en el largo plazo, que son tensiones que se dan todos los días. Somos como un intermediario imparcial, que no tiene intereses creados, que tiene una plataforma económica que es mirada por muchos como muy avanzada.
Es un activo para su candidatura el modelo que representa Chile hoy en la región…
Así es. Estamos más bien en la cumbre cuando se habla de institucionalidad macroeconómica, independencia del Banco Central, finanzas públicas sanas, orientación de mediano plazo en el presupuesto. En todo eso estamos más avanzados. Pero si se compara con la región, que tiene en general ingresos más bajos, nosotros no tenemos más inequidades que el resto. Si se mira, por ejemplo, cuán determinante es la condición socioeconómica de origen para los resultados educacionales, nuestros indicadores no son peores que los del resto.
Lo que ocurre es que nosotros nos autoexigimos más, como corresponde, porque somos el país más avanzado junto con Panamá. Pero en ningún caso nuestra plataforma de consenso en términos macroeconómicos, en términos de gasto social, etcétera, es distinta o inferior al promedio regional. Más bien, diría, es algo más avanzada. Nosotros no nos comparamos mal cuando nos comparamos con la región.
De hecho, el gobierno de Gabriel Boric busca darle un matiz o un cambio a lo que veníamos haciendo…
Claro. La experiencia del mundo dice que, llegado un cierto nivel de desarrollo, los temas de igualación de oportunidades y de coparticipación entre el Estado y el sector privado para desarrollar nuevas tecnologías y nuevos sectores, comienzan a ser fundamentales. Si se mira cuál era la discusión que tenía Australia, Nueva Zelanda, España... cuando estuvieron en nuestro nivel de ingreso, esos eran los debates que existían.
Usted ya inició un proceso de convencer al resto de los países de que su candidatura es la mejor. ¿Cómo ha sido ese proceso de “seducción” con el resto de los países?
Hemos sostenido reuniones con prácticamente todas las membresías. En este tema nos está ayudando la oficina de Chile ante el BID y han logrado percibir que la recepción ha sido espectacular. Los comentarios apuntan a que, por características del país y por el tonelaje de la candidatura, se está bien encaminado, pero todos entienden que esto al final tiene un componente político, de acuerdo entre países. Tenemos que seguir insistiendo que es mejor un país que no tiene intereses creados y que tiene un tamaño medio. Los más grandes siempre van a generar algún tipo de suspicacia.
Pero los países más grandes influyen mucho y es justo que así lo hagan, son los principales aportantes de recursos. Lo que nos queda es “seducirlos” de que es mejor que haya una tregua entre los más grandes y que un intermedio (como Chile) puede dar garantías a todos, pueda buscar esos consensos y también presidir la institución.
¿Se ha contactado con Estados Unidos, quien es muy relevante en esta decisión?
Tuvimos una larguísima reunión con Estados Unidos, y mi impresión es que hubo mucha sintonía. El Departamento del Tesoro está muy al día respecto de quienes somos y lo que representamos. Sin embargo, no puedo hablar por ellos.
¿Por qué un país debiera votar por Nicolás Eyzaguirre en este proceso?
Más allá de mi persona en particular, el país, producto del esfuerzo de todos, tiene el legítimo derecho a reclamar una posición especial dentro de la región. Porque más allá de los debates internos que tenemos sobre los 30 o 40 años, lo cierto es que a comienzo de los años 80, si se pone la tabla de posiciones de los países latinoamericanos por ingreso per cápita, nosotros estábamos en la parte baja y ahora estamos en el número uno junto con Panamá. Con esa experiencia uno puede decir, si esto fuera el fútbol: “parece que nosotros jugamos bien al fútbol”. Chile es un buen candidato al BID por su independencia y liderazgo.
Respecto a la candidatura, alguien en broma me dijo: ‘¿Nicolás, hay algo que usted no haya sido?’. No sé si se entiende la ironía. Porque esa misma persona me recordaba mi paso por el mundo político, el sector económico, como ministro de Hacienda, en los organismos multilaterales. Desde el punto de vista del recorrido, parece ser que yo tengo alguna de las características que se requieren para este trabajo.
¿Está optimista con sus posibilidades de llegar al BID?
Mucho. Chile está muy bien posicionado para ofrecer una presidencia imparcial, técnicamente competente y que les dé garantía a todos los sectores. Hay que ver si eso es algo que convenza o no a quienes tienen el mayor poder de voto. Esto no es fácil. Podríamos resultar victoriosos, pero también podríamos perder fácilmente. Hay buenos candidatos. Hay que tener fe y trabajar duro.
Pandemia y la región
¿Cuál es su análisis para una región duramente golpeada por la pandemia durante los últimos años?
La región se está enfrentando en este momento a una situación que no vivía hace mucho, con una colección de golpes importantes. No olvidemos que venimos afectados desde la gran crisis subprime (2008-2009). Si se mira la región, se ha crecido menos de la mitad de lo que se creció los 15 años anteriores. Las exportaciones de la región han crecido la tercera parte de lo que crecían antes. Veníamos con un ritmo cansino, un problema de bajo crecimiento y muy poco avance en materia de productividad.
Si a eso se suman los desembolsos fiscales que se tuvieron que hacer con la gran crisis del 2009 y con el Covid, la situación de endeudamiento público se ha agravado mucho, con lo cual los gobiernos tienen mucho menos margen de maniobra de lo que tenían en el pasado.
Adicionalmente, en términos macro internacionales, no está claro cuándo el ciclo de alzas de tasas va a terminar. Los latinoamericanos tenemos una memoria bastante trágica de lo que nos ocurrió la última vez que hubo un ciclo de alza de tasas muy significativa (en los 80), que precipitó lo que se llamó la crisis de la deuda latinoamericana y la década perdida. Cuando los mercados financieros internacionales se comprimen mucho producto de la batalla contra la inflación, la región sufre mucho. Además, cuando hay malos tiempos, se crece poco, la recaudación tributaria no aumenta mucho y las necesidades sociales siguen creciendo. Entonces, es una coyuntura muy difícil de administrar.
Lo que se necesita ahora es toda la experiencia y la capacidad política para poder navegar tratando de equilibrar el que no se pueden desatender las necesidades de corto plazo. Por ejemplo, Centroamérica y el Caribe están afectados producto del calentamiento global y azotados por el fenómeno de huracanes. Esos países, si la situación financiera se comienza a complicar más, van a necesitar asistencia de corto plazo.
Pero, por otra parte, no se puede desatender el hecho de que la región también comenzó a deteriorar su crecimiento por problemas mucho más estructurales, más de largo plazo. Entonces, vamos a tener un ojo en cada lado, un ojo en el corto plazo para que no se nos hunda y un ojo en el largo plazo para que podamos solucionar los problemas estructurales.
Va a haber tensiones y para eso se necesita capacidad de hacer consenso político, porque los más desesperados por el corto plazo van a tratar de que todos los recursos se vayan al corto plazo.
Es decir, la tarea del BID es bastante especial y compleja durante este período…
Es enorme. Con todo, no es solo el BID. Si hay un problema de crédito internacional, el Banco Mundial y el FMI también tienen que jugar un rol. Pero el BID tiene más conocimiento específico de la región.
Hay una mezcla en A. Latina de finanzas públicas deterioradas, crecimiento bajo y urgencias sociales al alza. ¿Ve algún riesgo de mayor populismo en la región?
Cuando los países están sometidos a este fuerte estrés de menos posibilidades de ofrecerles soluciones a su gente y de más demandas al mismo tiempo, se necesita de claridad respecto de cómo salir adelante y de capacidad política para lograr esos consensos. Las promesas fáciles, sean de populismos de derecha o populismos de izquierda, van a durar extremadamente poco y la ciudadanía se les va a ir en contra. Lo peor que nos podría pasar, como ha pasado en el pasado, es andar a bandazos entre promesas muy ideologizadas de izquierda y de derecha, porque es en el ancho camino del medio donde posiblemente van a estar las soluciones verdaderas.
Esta tensión entre recurso económico más escaso y mayores demandas sociales es un desafío brutal para el sistema político y las democracias, y la posibilidad de que la democracia falle en dar soluciones y que los países se embarquen en las aventuras populistas de cualquier signo, es enorme. También esto tiene que ver con defender la democracia.