La recaudación de impuestos del ejercicio 2018 tiene varios elementos destacables. En primer lugar, la principal fuente de recaudación, con un 36% del total, fue el impuesto a la renta y no el IVA, que sólo alcanzó al 35,5%. Un punto relevante, porque hay quienes sostienen que los impuestos que menos distorsionan los incentivos a invertir y trabajar son los que gravan el consumo, en vez de los de la renta.
En segundo lugar, la recaudación tributaria total creció un 8% respecto del año anterior, el doble de la tasa en que se expandió la economía. Este crecimiento fue alimentado por un alza del 14,2% en la recaudación del impuesto a la renta, tasa 3,5 veces mayor que la del crecimiento del PIB. Con ello, la necesidad de equilibrar las cuentas fiscales, presionadas por la expansión del gasto público, trasladó el problema de financiamiento al sector privado, que debe hacerse cargo de la mayor carga fiscal, que crece más rápido que la actividad.
En tercer lugar, debutaron los reavalúos a los bienes raíces habitacionales. Ellos provocaron un aumento de las contribuciones de 13,7% (que más que triplica el de la economía), recaudando otros US$ 2.000 millones para el Fisco. Los casi US$ 250 millones adicionales obtenidos requieren del sector privado un capital necesario adicional equivalente a US$ 25 mil millones para financiar ese pago. Si el valor de su casa corresponde aproximadamente a 5 años de su salario, un pago de un 1% del valor de ella en contribuciones equivale a otro 5% de impuesto a la renta para usted, y que con la tasa en UF que hoy pagan por los depósitos a plazo, el capital necesario para financiar los pagos trimestrales de contribuciones equivale al valor de su casa. En pocas palabras, cuando compra una casa, le paga el dividendo al banco y, en cuotas trimestrales, otra casa al Fisco.
La plena vigencia de la reforma tributaria del 2014 comienza ahora. Además de compleja, su carga es pesada y sus incrementos acelerados. Cuando la recaudación crece a tasas que más que duplican las del PIB, el crecimiento económico se resiente. Correcto si el objetivo era aumentar el tamaño del Estado como porcentaje del PIB. Si, en cambio, el objetivo era recaudar más en términos absolutos y con una tendencia estable y creciente en el tiempo, habría que comparar su resultado con lo que podría haberse recaudado con las tasas prerreforma si ellas hubieran podido conseguir crecimientos mayores.
En nuestro país, disciplina fiscal parece ser solo sinónimo de equilibrio fiscal. Esa visión comete un error, ya que los déficits que se financian con alzas de impuestos o con mayor inflación solo trasladan la carga al sector privado. La verdadera disciplina fiscal consiste en gastar los recursos públicos de manera eficiente y responsable, y en procurar que su financiamiento provenga del crecimiento.
Cuando calculamos la carga tributaria total (impuesto a la renta, IVA, impuestos específicos y contribuciones, sin incluir peajes, patentes de autos, patentes municipales, gastos rechazados, impuesto de timbres, etc.), la progresividad de los impuestos en Chile es empinada. El impuesto a la renta afecta solo al quintil de mayores ingresos. De acuerdo a la VIII encuesta de Presupuesto Familiar del INE, los primeros 4 quintiles retienen para sí entre el 87% y el 82% de sus ingresos luego de tributos. Las cifras para el quinto quintil son de solo el 76%. Y para quienes están en el tramo más alto de impuestos, el ingreso disponible es de solo un 54% de sus rentas del trabajo y del 46% de las del capital de riesgo. Ello quiere decir que quien emprende un proyecto puede esperar, en el mejor de los casos, solo la mitad de los beneficios que produce. El Fisco se quedará con la otra mitad. Si el proyecto fracasa, toda la pérdida irá con cargo al emprendedor.
Solo un porcentaje menor de la población paga impuesto a la renta o contribuciones. Es por ello que esta fuerte aceleración en la recaudación puede haber generado un desincentivo a tomar riesgos con nuevos proyectos. Bajo el actual esquema tributario resultará difícil conseguir de modo creciente y sustentable los recursos necesarios para financiar la asistencia social a los más necesitados. Sospecho, por tanto, que, sin reforma, nuestras necesidades podrían aumentar más rápido que nuestros ingresos para financiarlas.