A fines del siglo XIX, cuando en buena parte del mundo desarrollado sindicatos de trabajadores luchaban por las condiciones mínimas de trabajo, en Nueva Zelandia ya comenzaba a tomar forma el sistema de bienestar del que todavía gozan sus ciudadanos.

En 1898 se introdujeron pensiones de vejez no contributivas, pagadas con los ingresos del gobierno. Le siguieron al poco tiempo las pensiones para viudas, y en 1920 se agregaron prestaciones por hijos. Este estado de bienestar evolucionó rápidamente, de manera que en 1938 también ofrecía tratamiento hospitalario y farmacéutico gratuito. Al día de hoy, Nueva Zelandia sigue ofreciendo pensiones a todos sus ciudadanos mayores de 65 años, la cual corresponde al salario promedio después de impuestos, ajustado anualmente por el aumento del costo de vida. Esta ayuda va de la mano de otros beneficios, como subsidios para la vivienda de los pensionados.

Los esfuerzos se hacían en un marco económico a veces adverso. En buena parte del siglo XX todo su esfuerzo exportador se concentraba en el Reino Unido, dependencia que a ratos le costaba caro. Fue por eso que en la era de la posguerra se propusieron diversificar tanto su canasta exportadora como el destino de sus envíos, consigna que rige hasta el día de hoy, con múltiples tratados de libre comercio, lo que incluye al TPP-11, que recibió el visto bueno del Congreso de ese país en octubre de 2018.

Según precisan desde el Banco de Reserva de Nueva Zelandia a Pulso, el país cuenta con "una economía mixta que opera en los principales mercados. Tiene considerables sectores de manufactura y servicios que complementan un sector de agricultura altamente eficiente". Si bien para la lograr esa configuración el rol del Estado fue fundamental, a través de la creación de empresas y el subsidios para el desarrollo de una agricultura y manufactura de primera clase mundial, en la década de los 80 comenzó la retirada de la maquinaria estatal. El mercado toma el protagonismo en los sectores productivos, mientras que lo público se enfoca en seguridad social.

Retirada del Estado

Así, paralelamente a lo que ocurría en Chile, en dicha década en el país se inicia un intenso proceso de privatizaciones. Se vendieron las telecomunicaciones, aerolíneas, compañías de seguros bancos, firmas de agricultura, entre otras. Se retiraron subsidios, a lo que sobrevivieron las empresas exportadoras, que a esa altura ya contaban con una sólida forma.

Al mismo tiempo, se reformó completamente el sistema tributario. "Redujimos la tasa impositiva sobre los ingresos altos del 66% al 33% y la del extremo inferior del 38%. Luego establecimos una tasa de impuesto al consumo de 10% y eliminamos todos los demás impuestos: impuestos a las ganancias de capital, impuestos a la propiedad, etc.", explicaba recientemente Maurice McTigue, político neozelandés que ocupó varios ministerios. Mientras los impuestos a los ingresos de las empresas sigue sobre el promedio Ocde en 28%, para McTigue la clave del éxito es la reducción de los otros tributos, donde hubo un "diseño cuidadoso para producir exactamente los mismos ingresos que obtuvimos antes y lo presentamos al público como un juego de suma cero, pero lo que realmente sucedió fue que recibimos un 20% más de ingresos que antes".

Sobresaliente

El político es citado en un artículo publicado por Cato Institute, centro de derecha liberal que destaca las políticas neozelandesas, señalando sobre la reforma tributaria que este caso demostraría que "cuando más personas tienen trabajos y obtienen más ingresos, el gobierno obtiene una porción de ese ingreso adicional".

Ellos no son los únicos que ven en Nueva Zelandia el modelo a seguir. The Heritage Foundation -otro think tank de derecha- suele destacarlo como uno de los líderes en libertad económica. Las características antes mencionadas, que incluye su enfoque sobre el comercio, le permitieron este año figurar en el tercer lugar del ranking elaborado por la institución, siendo superado exclusivamente por Hong Kong y Singapur.

¿Ha implicado esto un descuido del rol del Estado en seguridad social? Para nada. La excolonia británica sigue ofreciendo a sus ciudadanos un bienestar que sobresale en la escena mundial. Es más, son ellos los que están proponiendo una nueva manera de evaluar la economía.

"El crecimiento por sí solo no conduce a un gran país. Así que es hora de centrarse en cosas que sí lo hacen", señalaba en mayo de este año Jacinda Ardern, primera ministra del país, cuando presentaba su "presupuesto de bienestar".