Chile se encuentra en una coyuntura crítica para definir las claves de su desarrollo por los próximos 30 años. Daron Acemoglu y James Robinson, en su ya clásico libro "Por qué fallan las naciones", nos dicen que la manera en la cual las naciones resuelven sus coyunturas críticas (Critical Junctures) es determinante para su futuro. Pequeña diferencias históricas que empujan que la solución en esa coyuntura crítica sea impulsar instituciones inclusivas versus instituciones extractivas, instituciones democráticas y libres versus aquellas autoritarias y opresivas. En estas coyunturas críticas, por tanto, las cosas se pueden ir hacia uno u otro lado por pequeñas diferencias. Sostengo, como hipótesis de trabajo razonable, con demasiado poca distancia para que sea una convicción, que en diciembre pasado Chile enfrentó una primera etapa de su propia coyuntura crítica, y que dependerá de los próximos 2 o 3 años para ver como termina su resolución.
La elección de diciembre puede terminar siendo la pequeña diferencia entre un proceso de desarrollo capitalista inclusivo e integrador, que la mayoría de Chile espera, o ese proceso de refundación socialista que muchos añoran. La elección de diciembre pasado puede ser el inicio de una segunda etapa de desarrollo integral, o un paréntesis en ese alternar permanente entre la ilusión y realidad, que mantiene muchas naciones a tumbos.
Hace 45 años, en un enfrentamiento nacional que puso fin a una de esas ilusiones, una dictadura que no deseo recordar, contrario a lo esperado, entregó a sus cuadros técnicos la apertura de la economía al exterior y desarrollaron muchas instituciones económicas descentralizadas que perduran hasta hoy. El año 1988 se coronó ese proceso con la vuelta a la democracia. El modelo de desarrollo por chorreo como solución a los problemas sociales, dio paso a explícitas políticas sociales en 1990, que crecientemente estaban bien representadas en el Presupuesto Nacional.
Pero los ciclos se agotan. La nueva clase política post dictadura se "achanchó" y se debilitó severamente la capacidad de respuesta del Estado ante crecientes demandas sociales, de mayor transparencia en la conducción de los asuntos públicos, y de mayor responsabilidad de la función empresarial y privada. Surgió entonces una amenaza de volver a alternar entre la ilusión y la realidad. El caldo social estaba propicio a aceptar nuevas promesas el año 2011, una nueva oferta y un "otro modelo" de desarrollo fue concebido como solución a los problemas de la sociedad. Lo público y lo privado concebido como términos dicotómicos. No se sostuvo. Quiero pensar que Chile cruzó el umbral de la ingenuidad, pero reconozco que todavía es demasiado temprano para esa conclusión.
En los próximos 2 o 3 años puede forjarse un nuevo modelo de Desarrollo Integral, ese que incluye de verdad, que chorrea de verdad, que expande los derechos sociales y las oportunidades, pero que a diferencia de los derechos civiles, éstos hay que producirlos y pagarlos. Una nueva sociedad civil empoderada que ingenia solucione privadas a los problemas públicos y exige al ordenamiento público probidad, transparencia y eficacia en su labor.