El éxito económico de las democracias liberales en la posguerra no fue solo resultado de dar vía libre a los mercados. Además de eso, en Estados Unidos y los países de Europa los mercados estuvieron enmarcados en una estructura que permitía a la gente aprovecharlos al máximo.

Esa estructura se está desintegrando, y el proceso impulsa el ascenso de líderes populistas de izquierda y derecha. Pero aunque estos plantean preguntas correctas, rara vez tienen respuestas acertadas. Tal vez sería mejor que ayudaran a la gente a encontrar sus propias soluciones.

¿Por qué se está desintegrando esa estructura? En los primeros tiempos de la posguerra hubo en EEUU un sistema de educación secundaria formidable, que preparaba a los estudiantes para trabajar o seguir estudiando en las mejores universidades del mundo.

Cuando ingresaban a la fuerza laboral, lo hacían con habilidades que les permitían conseguir buenos empleos. Además, un crecimiento económico veloz y una relativa desregulación alentaban a muchos a iniciar empresas propias.

La flexibilidad de las políticas laborales hacía posible que los trabajadores despedidos encontraran otro trabajo en poco tiempo. Las recesiones, cuando se producían, eran breves y poco profundas.

El sistema educativo daba a los estadounidenses un nivel de preparación "premercado" superior, y abundaban las oportunidades económicas, de modo que EEUU podía funcionar con relativamente poca protección social contra la volatilidad de los mercados.

La provisión de seguro de desempleo era reducida, y muchas personas no tenían cobertura de salud, ni siquiera después de que en los años 60 se introdujeron planes con respaldo federal para los ancianos y los más pobres.

El sistema educativo de Europa continental empezó mucho más abajo, pero Europa fue reduciendo esa distancia y al mismo tiempo creó fuertes protecciones laborales y redes de seguridad social. En cierto sentido, Europa compensaba una preparación "premercado" inicialmente inferior dando un apoyo más fuerte "posmercado".

Ambos sistemas funcionaron bien en las décadas de la posguerra. Por desgracia, a principios de los 70 el crecimiento se estancó y el crecimiento nunca recuperó el ímpetu inicial de la posguerra.

Un factor que probablemente agrava la escasez relativa de oportunidades para los rezagados es el ascenso de "superestrellas" corporativas, que coincidió con una desaceleración de la creación de startups y otros emprendimientos en EEUU. Las superestrellas demandan personal más cualificado.

Cuando Amazon prometió crear miles de puestos de trabajo en la nueva sede que tenía previsto instalar en Queens (Nueva York), la promesa fue menos atractiva para la comunidad local que lo que sugerían las cifras publicadas, porque muchos de esos puestos de trabajo de calidad estarían fuera del alcance de la mayoría de los residentes. Políticos progresistas del Partido Demócrata se movilizaron contra Amazon, y la empresa archivó el plan.

En respuesta al deterioro del apoyo premercado para su electorado natural, el populismo de izquierda reclama agregados a la red de seguridad, por ejemplo cobertura sanitaria universal (en EEUU), trabajo garantizado y diversas formas de ingreso básico universal. Pero la derecha populista rechaza esas propuestas porque harán menos sostenible la red de seguridad ya provista a la mayoría nativa.

La respuesta de los populistas de derecha a la decadencia de las comunidades es culpar a inmigrantes y otras minorías y al comercio internacional. Es verdad que impedir la inmigración puede en un primer momento reducir la presión sobre escuelas y servicios en las comunidades de clase trabajadora. Pero en el largo plazo, las privará de la juventud, la energía y las perspectivas de revitalización que los inmigrantes traen consigo.

Y aunque la izquierda populista defiende la inmigración como algo esencial para sostener nuevos programas de bienestar social, tiende a coincidir con la derecha en el proteccionismo comercial.

Lamentablemente, con sus políticas de "empobrecer al vecino", el proteccionismo solo logrará que todo el mundo sea más pobre. Las comunidades en decadencia necesitan con urgencia otras formas de atraer nuevas actividades económicas, y una mejor preparación de sus ciudadanos para responder a la globalización y al cambio tecnológico.

En general, las capitales nacionales están demasiado alejadas de los problemas locales, y demasiado paralizadas por luchas internas para tomar la delantera. Por eso se necesitan soluciones de nivel local, implementadas con el conocimiento y la participación de las comunidades, que los gobiernos nacionales deben apoyar con financiación y una ligera supervisión allí donde sea necesario.

Si estas soluciones pueden mejorar la preparación premercado de los habitantes de comunidades en problemas, ya no será tan necesario extender la red de seguridad posmercado, y también será menos costoso. ¿No tendría sentido que en vez de las grandes políticas centralizadas del populismo de izquierda y de derecha confiáramos más en las comunidades locales? Esa sí que sería una idea populista.