El Informe GET 2018 realizó un profundo análisis sobre la evolución de la brecha entre hombres y mujeres, a medida que distintas generaciones van envejeciendo, revisando su experiencia en cuatro ámbitos: escolaridad, inactividad, participación laboral e ingresos y pensiones.
Las generaciones exploradas fueron identificadas en la investigación como las "abuelas y abuelos" (personas nacidas entre 1940 y 1944); "hijas e hijos" (1960 y 1964) y la de "nietas y nietos" (1980 y 1984).
Crece la participación, pero se mantiene la brecha
Según el informe, durante las últimas décadas, la participación laboral femenina ha tenido un importante crecimiento dentro de la población entre 21 y 60 años, aumentando de 39,3% en 1990 a 63,5% en 2015, debido, principalmente, a un aumento en los años de escolaridad, a la tercerización de la economía y a la transición demográfica marcada por una disminución en la tasa de fecundidad.
Sin embargo, el mercado del trabajo sigue estando caracterizado por una fuerte segregación horizontal de género. Persiste la concentración de mujeres en tareas asociadas a roles tradicionalmente "femeninos", como educación de infantes, cuidado de personas enfermas o el trabajo doméstico.
Cabe agregar, además, que la participación de las mujeres en el mercado del trabajo remunerado es heterogénea en cuanto a sus características sociodemográficas, puesto que —entre otras variables— la edad, el nivel de educación y la región donde viven inciden en la probabilidad de estar económicamente activas o inactivas.
Al analizar esta información de manera longitudinal, es decir, poniendo en perspectiva la participación laboral de hombres y mujeres respecto de la generación a la que pertenecen, el Informe GET pudo observar dos hechos muy relevantes que no podían ser vistos al observar las tasas de participación de manera transversal: la importancia de la edad y la diferencia generacional en cada uno de los géneros.
Observando cada sexo por separado, el primer punto a destacar de la participación laboral femenina es que en todas las generaciones de mujeres la tasa aumenta a medida que avanza la edad, lo que puede deberse a que a mayor edad disminuye la carga de trabajo de crianza de los hijos e hijas, gracias a la posibilidad de delegar horas de cuidado al sistema de educación formal.
Lo anterior no se observa en ninguna generación de hombres. Para ellos, la tasa de participación se mantiene casi idéntica desde los 26 años hacia adelante.
Al comparar el comportamiento de la tasa de participación laboral entre las distintas generaciones de mujeres existen importantes diferencias entre cada una. Se observa que las más jóvenes siempre tienen un nivel de participación mayor que aquellas que las anteceden y esto ocurre en todos los rangos de edad.
Estas transformaciones en las trayectorias de vida de las mujeres pueden atribuirse, principalmente, a cambios culturales, dados por el aumento de su nivel de calificación y, por lo tanto, de su competitividad en el mercado del trabajo. También puede asociarse a una disminución en la cantidad de hijos/as y a cambios institucionales, como la extensión del sistema de cuidado asociado al mercado laboral formal.
Educación e insercion laboral
A mayor nivel educacional, mayor es la participación de las mujeres y menor la distancia respecto de la proporción de hombres ocupados o en búsqueda de un trabajo. En la mayoría de las generaciones se registra un aumento en la participación laboral cuando las personas avanzan en edad y a medida que tienen mayor nivel educacional.
Sin embargo, la diferencia entre niveles educacionales se hace más evidente entre las mujeres que tienen estudios secundarios completos y aquellas que no tienen ningún tipo de formación o solo terminaron la Educación Básica.
En los hombres, en cambio, se vuelve a evidenciar que en todas las generaciones el nivel educacional no determina su participación en el mercado del trabajo remunerado.
Con todo, se puede concluir que el nivel educacional es altamente relevante en la tasa de participación laboral femenina y no así en la masculina, que las barreras de acceso al trabajo remunerado afectan a ambos sexos de manera distinta y que esta desigualdad está presente en todas las trayectorias de vida.
Centralización y brechas de género
La participación laboral femenina siempre es mayor en la capital que en otras regiones, mientras que para el caso de los hombres esta diferencia es casi inexistente.
Todas las generaciones de mujeres de la RM tienen una tasa de participación mínima de 50%, que solo desciende en las "abuelas". Las de otras regiones, en cambio, tienen una tasa de participación mínima que está entre el 30% y el 40%.
Las mujeres dejan progresivamente atrás el empleo doméstico
Ente 1990 y 2015 la proporción correspondiente a trabajo asalariado aumentó tanto para hombres como para mujeres. En el caso de las mujeres, ese aumento se fue dando a medida que fue disminuyendo la proporción de ocupadas en el servicio doméstico. En el caso de los hombres, en cambio, se ha debido a la pérdida de peso relativo del trabajo por cuenta propia.
La disminución en la proporción de mujeres que se desempeña en el trabajo de servicio doméstico es importante: si en 1990 casi un 20% de las mujeres ocupadas se dedicaba a este tipo de actividades, en 2015 esa proporción disminuye a menos de la mitad (8,8%).
Desde una perspectiva longitudinal, se observa que, a medida que avanza la edad, son más las mujeres de cada una de las generaciones que trabajan por cuenta propia.