"Las empresas saben perfectamente cuándo se están pasando". Esta fue una de las frases más provocadoras del XIX Encuentro de Desarrollo Sostenible, organizado por Acción Empresas hace unas semanas. Y es que resume lo que ocurre no sólo en las empresas, sino que también a nivel individual y personal: todos sabemos lo que estamos dejando de hacer para evitar los indesmentibles efectos de la crisis climática.
No sólo luchamos contra el aumento de la temperatura y la contaminación irracional, además, enfrentamos la inacción y la tardanza de quienes deben liderar el cambio, porque cuando se habla de sostenibilidad no se trata de meras acciones burocráticas como la edición de reportes de sostenibilidad o publicidad pagada.
Uno de los expositores del citado encuentro señaló que cada dólar invertido en adaptación frente al cambio climático se traduce en retornos que están demostrados por los números. No cabe duda de que hay organizaciones e industrias que están haciendo un trabajo honesto y sincero, pero falta.
A meses de la COP 25, en la que se deberá asumir que el Acuerdo de París no basta, vamos a tener la obligación de debatir acerca de cuánto nos hemos pasado de la raya, hecho que demanda liderazgos mucho más decididos, influyentes y persuasivos para empujar los cambios conductuales necesarios para darnos una oportunidad ante las amenazas.
Los aluviones de 2015 mataron a 80 personas en Atacama y la agricultura de esa región retrocedió 10 años en infraestructura de riego; la nieve y lluvias inusuales de 2017 afectaron el funcionamiento de los servicios básicos acarreando grandes pérdidas y colmando la paciencia de la ciudadanía; y hoy, enfrentamos una sequía en la zona central en pleno invierno, que amenaza la exportación y el empleo.
¿Es razonable entonces mantener el escepticismo y la inacción frente al cambio climático? No. Es más, la sostenibilidad debe ser vista más allá de los evidentes y urgentes efectos de la acción humana sobre el clima y debe fundarse en una mirada de 360° que involucre todos los aspectos de la gestión de una empresa, sector productivo u organismos públicos y estatales, incluyendo los aspectos de la integridad institucional, el cumplimiento de la normativa, el comportamiento ético y la prevención de delitos. Todo aporta a la sostenibilidad de las organizaciones en el tiempo.
De no hacerlo, ya sabemos cuál será el destino de tanto esfuerzo y tanto trabajo.