Uno de los debates que ha estado presente durante los últimos años es si la inversión que hacen las familias para que sus hijos estudien una carrera profesional tendrá el retorno esperado y permita recuperar en parte ese gasto o bien al menos tener mayores ingresos en comparación al haber ingresado inmediatamente al mercado laboral solo con educación escolar completa, lo que ha cobrado especial relevancia tras el anuncio del gobierno de una condonación parcial de las deudas CAE.
Precisamente para buscar algún tipo de evidencia con respecto a esta discusión es que el Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello midió el retorno de contar con un título universitario entre los años 2009 y 2022.
Y entre los principales resultados, el análisis muestra que “los universitarios tienen ingresos significativamente mayores que quienes completan la educación media, menor desempleo y son menos afectados por crisis económicas”.
Según se detalla en este informe, el retorno, que se calcula como la comparación entre los ingresos recibidos por quienes estudian una carrera universitaria y el costo del arancel, versus los ingresos recibidos por quienes deciden entrar al mercado laboral inmediatamente después de completar la educación media, se estima que la Tasa Interna de Retorno (TIR) de la educación universitaria es positiva para todos los años de estudio (2009 a 2022), con un valor de 6,3% promedio para 2022, y que ha ido disminuyendo lentamente entre 2009 y 2022. El peak se registró en 2011, con 10,1%.
El estudio detectó que para que el retorno disminuya en un punto porcentual, el número de graduados debe aumentar en un 42%. Entre 2009 y 2022 la matrícula creció en 188,3% (es decir, casi se triplicó), mientras que la rentabilidad cayó en solo 2,8 puntos porcentuales. Esto indica que, a pesar de la masificación educativa, la educación universitaria sigue siendo una inversión atractiva a largo plazo.
Para el director ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas de esa casa de Estudios y exministro de Educación, Raúl Figueroa, los resultados de esta investigación demuestran que “más allá de algunos mitos que se han querido instalar en torno a los efectos del aumento de la cobertura en la educación superior, la rentabilidad de estudiar una carrera profesional en Chile sigue siendo alta no obstante la masividad de la misma. Es natural que exista un leve descenso en el retorno al haber más profesionales disponibles en el mercado laboral, pero también es positivo que el premio salarial se reparta transversalmente y con especial énfasis en los sectores más vulnerables de la población, que antes no tenían acceso a la universidad”.
El informe también se puso en el caso hipotético donde se plantea un aumento sostenido de la matrícula hasta alcanzar un porcentaje de personas en la población en edad de trabajar igual a la cobertura neta del 41,1%, y se asume que otras variables del mercado laboral no cambian, predice una disminución adicional en la TIR, pero aun manteniéndose en niveles positivos (3,6%).
Según este análisis “esto refuerza la idea de que, a pesar del crecimiento en la oferta de profesionales universitarios, la educación superior continúa generando retornos atractivos. Asimismo, el informe subraya que los titulados universitarios tienen mayores probabilidades de empleo y estabilidad en comparación con aquellos con niveles educativos más bajos, lo que refuerza el atractivo de invertir en estudios superiores, incluso en un contexto de masificación educativa”.
Otras ventajas que detectó este análisis es que Chile es el país donde el ingreso de una persona que estudia una carrera universitaria relativo al ingreso de otra que solo completa la enseñanza media, es más grande entre todos los de la OCDE. Además, destacan que tienen una menor tasa de desempleo y una mayor tasa de ocupación. En ese escenario, menciona que, si se analiza la base anual de 2023 de la Encuesta Nacional de Empleo, la tasa de desempleo de los universitarios llegó a un 8,3%, mientras que para quienes llegan al nivel educacional media completa, la tasa asciende a 10%. Lo mismo se refleja en la tasa de ocupación, donde para quienes son universitarios esta llega a 66,1%, mientras que para quienes llegan a educación media disminuye a 53,4%.
También resalta que “los trabajadores con estudios universitarios tienden a ser menos afectados por volatilidades y crisis económicas, como lo que sucedió durante la pandemia, donde se destruyeron con fuerza empleos de grupos con un nivel educacional de educación básica, media incompleta o media completa, mientras que quienes tienen nivel educacional técnico o universitario no fueron perjudicados de la misma manera con la pandemia”.
En suma, el texto concluye que “los resultados de este estudio indican que, si bien la expansión de la matrícula universitaria se puede vincular con una reducción de la rentabilidad de la educación superior, esta sigue siendo una inversión valiosa y atractiva para los individuos. La vinculación entre la cantidad de profesionales en el mercado laboral y el retorno no es lo suficientemente fuerte como para desincentivar la educación universitaria, y las oportunidades económicas y sociales que esta entrega continúan justificando la inversión en el largo plazo”.
Para Figueroa “es importante que las políticas públicas en Chile sigan promoviendo el acceso a la educación superior, asegurando la calidad de la enseñanza y la diversificación del mercado laboral para que la educación siga siendo un motor de movilidad social para las familias chilenas”.
Adicionalmente, menciona que “en un contexto de estancamiento económico como el que hemos vivido los últimos años, urgen medidas que fomenten la inversión y el crecimiento económico para que exista un mercado laboral dinámico que le ofrezca oportunidades a los profesionales universitarios y que les permita maximizar el retorno de la inversión en su educación”.