Hace unos días se conocieron las proyecciones para el PIB tendencial y para el precio de referencia del cobre. Ambos fueron corregidos al alza por los comités de expertos: el primero hasta 2,9% y el segundo a US$2,98 la libra.
Con esto, los economistas estiman que dado las mejores cifras estructurales, permitirán al gobierno un mayor espacio para expandir el gasto fiscal en 2019, entre 3% y 3,5%, sin dejar de cumplir con la reducción del déficit estructural en 0,2% anual. Si se consideran las proyecciones del Banco Central para 2019 (3,25%-4,25%), ello implicaría que el gasto público podría elevarse en torno al avance de la actividad.
No obstante, sería prudente que el gobierno -que debe presentar este mes el presupuesto al Congreso- tenga en consideración, a la hora de fijar el guarismo, que los parámetros en los que se fundan las variables de largo plazo no son del todo exactos, así como también que la situación económica global no es la más tranquilizadora -en particular por la guerra comercial liderada por Estados Unidos-, la expansión fiscal sea más acotada que "lo permitido" por la regla.
De hecho, el mayor impacto en la holgura adicional para el gasto tiene que ver con los US$0,21 de aumento en el precio del cobre de largo plazo, que tiene un efecto importante en los ingresos estructurales. Y en las últimas jornadas ha quedado más que claro la alta volatilidad en la cotización del metal.
Con todo, si bien el país está bien preparado para enfrentar turbulencias externas (una posición fiscal que evoluciona en forma positiva, deuda externa en niveles y plazos manejables, descalce cambiario limitado y flotación del tipo de cambio como válvula de escape), sería conveniente que la administración Piñera entregue una señal de prudencia fiscal, tanto en la cifra como en el mensaje.