Problema real, solución en curso (espero)
“Como dijo esta semana Scott Bessent en Argentina, que lograr un acuerdo comercial con China requiere consideraciones adicionales a poner aranceles del 100%, como hizo Reagan con Japón a fines de los 80. Japón llevaba décadas creciendo a “tasas chinas” y su economía era la única que amenazaba a la norteamericana. Hoy, por primera vez, el principal rival económico de los Estados Unidos no es un aliado, sino que un potencial enemigo.
Cuando vivía en Río de Janeiro escuché una historia sobre un empresario carioca que un día decidió vender sus negocios para vivir los años que le quedaban en la mejor habitación del Copacabana Palace. Una vida de esfuerzo y privaciones personales que le permitió amasar una fortuna (la gente se hace rica gastando como pobre), sería premiada con el ocio y el lujo que nunca había tenido. Iba a tener su mejor vida mientras se hacía cada día más pobre. Una anormal longevidad, sin embargo, nunca estuvo en sus cálculos. Ya sin patrimonio y sin poder acceder a un crédito, que no es más que un adelanto de lo que pudiera producir en el futuro (nada), su calidad de vida pasaba a depender exclusivamente de lo que administración del Copacabana Palace pensara de él. La historia tuvo un final feliz, el hotel se “apiadó” y su histórico huésped permaneció como invitado hasta el día de su muerte.
Nunca pude confirmar la veracidad de esta historia, pero sí le puedo asegurar que usted también puede tener una excelente calidad de vida reduciendo su patrimonio, y tener una pésima haciéndolo crecer. Lo primero se llama gastar, y lo segundo, ahorrar.
¿Y si el resto del mundo le quiere “regalar” por siempre una calidad de vida superior a lo que usted puede entregar a cambio (déficit comercial), por qué no aprovechar? Este pensamiento mágico se lo he escuchado a demasiados economistas estos días cuando quieren mostrar su lado del balance (los economistas son especialistas en mostrar su lado del balance y olvidar por un rato el otro). Recientemente, Larry Summers, economista brillante que está enrabiado con Trump, dijo en una charla a estudiantes (grupo proclive a convencerse rápido de cualquier cosa): “si China decide vendernos todo tipo de productos a precios bajos… y nosotros le enviamos a ellos pedazos de papel que imprimimos, ustedes creen que es un buen o mal negocio para nosotros. Yo creo que es un gran negocio”.
Confieso que esa lógica es seductora, y en momentos cortoplacistas coqueteo con ella también. Pero lamentablemente, para los americanos, los pedazos de papel representan más que sólo papel. Son propiedad sobre activos denominados en dólares. Los extranjeros son dueños de US$18 trillion más en activos americanos que los americanos en activos extranjeros. Y en la medida que el déficit comercial continúe, ese número aumentará por defecto. Es como un accionista de una empresa que sistemáticamente pierde dinero, la dilución de propiedad a manos de acreedores es la consecuencia. Hay un excelente artículo de Warren Buffett en Fortune, de hace más de 20 años, en que explica este problema mucho mejor que yo, y para el cual propone una solución arancelaria, más sofisticada que la que hemos visto hasta hoy, debo decir. Al final, sean aranceles o mayores tasas de interés del Banco Central, el tema es el mismo: hay momentos dolorosos para la economía en que debemos parar nuestro gasto porque lo que producimos simplemente no da.
La vida económica para una persona, empresa o país, es la relación de intercambio entre lo que produce y lo que recibe de los demás. Eso determina si acumula más activos o pasivos. La vida en general es más que eso, e involucra seguridad. Si tu potencial enemigo fabrica tus cosas y tú fabricas sus papeles, tus posibilidades de disuadirlo o vencerlo en un conflicto son mínimas. Esto hace, como dijo esta semana Scott Bessent en Argentina, que lograr un acuerdo comercial con China requiere consideraciones adicionales a poner aranceles del 100%, como hizo Reagan con Japón a fines de los 80. Japón llevaba décadas creciendo a “tasas chinas” y su economía era la única que amenazaba a la norteamericana. Hoy, por primera vez, el principal rival económico de los Estados Unidos no es un aliado, sino que un potencial enemigo.
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