Es un trío con varias cosas en común. Los tres son hijos de figuras relativamente públicas. Los tres estudiaron en el mismo colegio, el Tabancura, aunque en épocas distintas. Los tres trabajaron en la gestora Compass Group. Dos de ellos son ingenieros comerciales de la Universidad de Los Andes, y el tercero hizo clases ahí. Sus apellidos son Corbo, Hurtado y Larraín, y las iniciales de esos apellidos le dieron nombre a CHL Capital, la gestora de fondos que hace una semana acordó comprar, para un nuevo fondo de inversión que crearán tras terminar el due diligence, la deuda por US$ 290 millones que Gonzalo Vial Concha debía a nueve bancos.

El mayor de los tres es Canio Corbo Atria, hijo del director de empresas, entre otras Agrosuper, Canio Corbo Loi y sobrino del expresidente del Banco Central, Vittorio Corbo. Su hermana Beatriz es abogada, directora de Polla Chilena de Beneficencia y asesora de la presidencia de la Sofofa. Tiene 53 años y estudió economía en la Universidad de Bruselas, Bélgica, cuando su padre trabajaba en el grupo Etex, dueño en Chile de Pizarreño. Cursó un MBA del MIT y al terminar aterrizó en 1996 en Compass Group, primero al mando de un fondo de acciones chilenas para las AFP y luego con otros instrumentos. Llegó a ser socio y director de inversiones de la firma y administró carteras de activos líquidos por más de US$ 800 millones.

Corbo dirigió en Compass un equipo donde estaba Matías Repetto, hoy gerente general de BTG Pactual Corredores de Bolsa, y él reclutó en 2004 a Tomás Hurtado Cruzat, 45 años, la H de CHL Capital. Hijo de Nicolás Hurtado Vicuña, miembro del grupo empresarial que controla Consorcio y Entel, Tomás Hurtado se desempeñó entre 1998 y 2004 como portfolio manager de fondos mutuos de Compass-Consorcio y luego fue director de Compass en Nueva York. Estudió ingeniería comercial en la Universidad de Los Andes, donde conoció a Canio Corbo, entonces profesor en la carrera de Ingeniería Comercial, y cursó un MBA en el IESE en Barcelona. Si Corbo practica entre otros deportes el ciclismo; Hurtado es un avezado golfista. “Como jugador hoy tengo un índice de 3,1, que corresponde a un hándicap aproximado entre 3 y 4. En Chile, son pocos los jugadores aficionados que tienen un hándicap de un dígito”, decía Hurtado en 2017 a la revista institucional de Kaufmann después de ganar el torneo de golf Mercedes Trophy, torneo de golf amateur más relevante de nivel global.

El menor de los tres es Nicolás Larraín Hurtado, 41 años, hijo del expresidente de RN, Carlos Larraín Peña, socio de LarrainVial, y María Victoria, otro de los integrantes del clan Hurtado Vicuña. Larraín, primo hermano de Hurtado, echó a andar la Estancia Cameron Lodge, en Tierra del Fuego, de propiedad de su familia. Fue portfolio manager entre 2004 y 2008 de Compass, reclutado, otra vez, por Corbo. Larraín fue quien dirigió las negociaciones con los bancos por la deuda de Gonzalo Vial. Fue el rostro de CHL. Una contraparte en esas tratativas dice que tiene una personalidad extrovertida, parecida a la de su padre, el exsenador de RN. Un carácter muy distinto al de Canio Corbo, quien es más bien callado y ensimismado, relatan.

En la industria financiera definen a los tres como un equipo afiatado y agresivo. “Son bien parecidos, todos muy analíticos”, dice un ejecutivo que trabajó con ellos. Pero de los tres, en el mercado financiero identifican a Corbo como el más estratega y el líder del equipo. “Canio lleva la voz cantante”, dice un competidor. Larraín, agregan, es el más ejecutivo de los tres.

Un nicho de negocios

CHL nació en 2008, pero con otro nombre. Los tres dejaron Compass Group en 2008 y Hurtado y Corbo -luego se agregaría Larraín- se unieron a Linzor Capital para formar el área de asset management de esa compañía. En mayo de 2012, los tres socios compraron a Linzor su porción en el negocio, operación que coincidió con los cuestionamientos de la entonces Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) por su participación en una arista del caso Cascadas.

La operación fue así: una filial de Pampa Calichera vendió, el 29 de marzo de 2011, cinco millones de acciones de SQM al fondo Linzor Total Return Fund en 22 operaciones directas. Tres minutos después, el fondo comenzó a revender las mismas acciones a Calichera. La SVS multó en 2014 al fondo Linzor (más tarde, tras la separación, renombrado CHL Asset Management) y a Canio Corbo, su representante legal, en 20 mil UF cada uno. En 2019, sin embargo, un tribunal de primera instancia redujo las sanciones a 5 mil UF. Las reclamaciones siguen en tribunales. El episodio afectó a los socios de CHL, y sobre todo a Corbo, dice un competidor, que afirma que ese tipo de operaciones -que permitían otorgar un valor de mercado a acciones con bajas transacciones- era común en ese tiempo y que solo más tarde se normó. “No fue un pecado mortal”, agrega.

Hoy CHL se define como “una compañía independiente dedicada exclusivamente a la asesoría financiera y gestión de activos de terceros, con foco en los mercados de América Latina”.

Su negocio lo dividen en tres áreas. Aunque los tres socios tienen el mismo cargo -fundador y portfolio manager de CHL-, sí se distribuyen responsabilidades: Canio Corbo se encarga de las posiciones en el mercado de capitales; Nicolás Larraín, de los vehículos de deuda privada, y Hurtado, del área de real state.

Una de las estrategias es la creación de fondos de retorno absoluto, un instrumento que, por lo general, no tiene benchmark y donde los aportantes entregan a los gestores libertad casi total para elegir sus apuestas de inversión.

Sus negocios han sido variados en los últimos años y algunos, vistosos. En el área inmobiliaria, por ejemplo, a fines de 2019 el fondo CHL Renta Inmobiliaria II, junto a otro fondo de inversión privado, vendió su participación en el edificio de Las Artes, una torre de oficinas de Las Condes, a un vehículo de Sura Asset Management.

En el mercado de capitales, CHL incursiona tanto en Chile como en la región y alguien que conoce sus inversiones revela, por ejemplo, que en la última semana participaron en tres aperturas bursátiles en América Latina, con un foco en Brasil.

Pero en lo que han sido especialmente conocidos es por la estrategia de deuda privada. En el mercado dicen que los CHL se han especializado en refinanciar deuda privada, interactuando con empresas más riesgosas o escondidas a los ojos de la banca y el mercado público que accede a bonos corporativos. “Ante la baja de las tasas de interés, hay muchos inversionistas dispuestos a correr un poco más de riesgo”, interpreta otro gestor de fondos de terceros local. “Y CHL encontró un nicho ahí”, agrega. La lógica es simple, dice un especialista: las empresas se financian con capital y deuda. Y no todas acceden a esos caminos. “Ahí hay un espacio”, señala.

En CHL Renta Total Fondo de Inversión Privado, por ejemplo, participan como inversionistas LV Facturas, de LarrainVial, y Deuda Alternativa, de MBI, cuyos patrimonios de $ 31.690 millones y $ 71.355 millones, respectivamente, están íntegramente invertidos ahí. Ese fondo, además, participó en diciembre de 2019 en un millonario refinanciamiento de pasivos de la Empresa Eléctrica Cochrane, filial de AES Gener.

Y es justamente este fondo, apuntan en la industria, el que ha invertido en deuda de Graneles, la empresa de Gonzalo Vial que estaba al borde de la quiebra a comienzos de abril. CHL financiaba operaciones de compra de granos para la compañía de Vial y su caída no les convenía. Tampoco, dicen, le convenía al mercado la caída de un gran eslabón del mercado alimenticio local.

CHL tiene otra vinculación con Gonzalo Vial Concha. Graneles de Chile tiene el 40% en Puerto Panul, el operador del terminal granelero del puerto de San Antonio, y ahí también están los CHL. El fondo CHL Renta Alternativa II posee el 11% del terminal portuario, al que entró en diciembre de 2017 al comprar la participación a Inversiones Cadiz, de Pablo Trucco Brito. Esa presencia les ha permitido tener un director incluso en Puerto Panul: en la mesa está Nicolás Larraín.

La apuesta ahora es voluminosa. Un nuevo fondo de CHL comprará, en las próximas semanas, la deuda de US$ 290 millones y a cambio pagará el 40% de esa cifra -US$ 116 millones- a los bancos. Y con ello, será el futuro acreedor de las empresas de Gonzalo Vial Concha, uno de los cuatro hijos de Gonzalo Vial Vial, el dueño de Agrosuper.