El destacado economista y gran defensor de la naturaleza, Ralph Chami, nuevamente estuvo en Chile. Esta vez, invitado como conferencista internacional por la Universidad Católica a la cuarta versión del Festival de Innovación y Futuro, que se realizó los días 3 y 4 de agosto. Chami es cofundador de las fundaciones Rebalance Earth y Blue Green World, autor de libros y ha investigado sobre cómo abordar el cambio climático a través de la biodiversidad, buscando especies aliadas para atrapar carbono, como las ballenas, elefantes, árboles, mandriles y el plancton, entre otras.

Aunque actualmente es director asistente del Fondo Monetario Internacional (FMI), se encuentra con un permiso de dos años para desarrollar lo que sería un nuevo cambio de paradigma económico, una experiencia que a su juicio ha sido increíble. Lejos de estar de vacaciones, se ha entregado 24/7 a la tarea en que cree firmemente: tener a la naturaleza como parte de un futuro sostenible y rentable.

¿Cuál es la diferencia entre el paradigma económico actual y lo que usted plantea?

-En el paradigma actual, la naturaleza viva no tiene valor. Lo que se valora son productos extraídos de la naturaleza. El nuevo paradigma económico pone en valor a la naturaleza viva, y cuando esto ocurre, se convierte en parte de la discusión sobre cómo establecer una economía vista de manera diferente. La naturaleza debe estar en medio de la conversación. Ese es el cambio de paradigma.

¿Cómo este valor se puede hacer rentable?

-Hay que salir del espacio de la filantropía. Siempre se ha pedido a las empresas ayudas monetarias para conservar la naturaleza, pero eso tiene limitaciones. Mi trabajo es lograr que las empresas encuentren rentable invertir en la naturaleza. Que empresas como Latam -que utiliza gasolina para volar los aviones, agregando carbono a la atmósfera- quieran compensar su huella de carbono. Pueden pagar y pueden hacerlo en su propio país. Pero en lugar de usar una máquina, podemos usar árboles, manglares o pastos marinos. Naturaleza. Tú me pagas y yo reduciré tu huella de carbono.

En medio de una crisis económica mundial y aún con pandemia, ¿cómo se plantea la inversión en la naturaleza?

-Se dice que quedan menos de siete años para que los países adopten medidas decisivas para frenar el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 °C y frenar el cambio climático. Nos enfrentamos a riesgos muy graves que están teniendo lugar en este momento. Si hablamos con las compañías de seguros, esperan que las pérdidas aumenten. Por lo tanto, las empresas ya están sintiendo el impacto del cambio climático. Por ejemplo, con los últimos incendios estadounidenses en California y las sequías en todas partes. Estas son pérdidas enormes que las compañías de seguros están viendo en su negocio en todo el mundo. No hay tiempo para decir: ‘Ahora ganaré dinero y luego me preocuparé’. El cambio climático es un tren de alta velocidad que viene hacia nosotros. Las empresas no pueden creer que avanzarán si solo ganan dinero.

¿Y cómo se regula esto, si hace 15 años no se hablaba de la gravedad del cambio climático? Las empresas apenas tenían departamentos de sustentabilidad y no contaban con equipos completos para medir su impacto.

-Creando un marco regulatorio como se hizo en 1987 con el Acuerdo de Basilea para la operación de bancos. Estándares internacionales que brindan una medida común para cuantificar los riesgos bancarios y compararlos. Hoy en día todos estamos en el mismo barco. No puedes dejar que todos se autorregulen y depender de la voluntad de las empresas. Hay un papel para la acción política. Hay un rol para el gobierno. Y la regulación gubernamental ya está sucediendo en Europa donde, por ejemplo, se pide a las empresas que declaren cuál es su impacto en la naturaleza.

Es decir, ¿transparentar la información?

-Efectivamente. Cada compañía tiene que revelar cuál es su impacto en la naturaleza y reportar su huella de carbono. Es parte de la transparencia y responsabilidad, porque la presión no viene solo del gobierno. También proviene de los consumidores, inversionistas, empleados, activistas y de las regulaciones.

¿Pero cómo ha sido ese cambio, si en la mayoría de las ocasiones las regulaciones llegan después de las exigencias y presiones de las comunidades?

-No es solo a través de las leyes. Las compañías internacionales se preocupan por la reputación, porque son internacionales. Quieren ser vistos como éticos, como ciudadanos de este mundo. Sea cual sea el negocio en el que esté, si quiero operar en Europa, EE.UU. y estoy operando también en Chile, quiero tener una buena reputación, porque eso afecta mis calificaciones, lo que repercute en el costo de capital, en la deuda, en el valor de las acciones y en la opción de financiamiento.

También afecta indirectamente en la retención de talentos. En las nuevas generaciones se ve mucho. Los millennials no toman cualquier puesto y quieren conocer la huella de carbono de la empresa en que trabajan.

¿Cómo puede ayudar el FMI en este cambio?

-Aunque no puedo hablar en nombre de la posición oficial del FMI, se preocupa por trabajar en cuestiones climáticas con seguridad y lo que deberían ser las políticas macro resilientes. Pero me gustaría pensar más ampliamente en la comunidad internacional, no sólo en el FMI. Por ejemplo, en el Banco Mundial que ayuda a los países a calcular su contabilidad de capital natural para valorizar los recursos que se tienen.