ESTUVO en el ojo del huracán, junto al presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke, cuando se desató la crisis financiera que puso en jaque al sistema económico mundial. Diez años después, el ex gobernador de la Fed y actual profesor de la Universidad de Chicago, Randall Kroszner, admite que previo a la debacle, las autoridades no tenían conciencia respecto de la interconexión del sistema, mientras abundaban instrumentos complejos que incluso hoy son difíciles de evaluar.

Habiendo representado a la Junta de la Reserva Federal en la Junta de Estabilidad Financiera y en el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, en entrevista con PULSO Kroszner asegura que dichas debilidades se han ido superando, pero en la actualidad asoman otros tipos de riesgos que no se deben despreciar. El "ciclo tóxico" de deuda que atrapa a algunos mercados emergentes, como Turquía y Argentina, y la falta de herramientas con las que cuenta China para responder a un shock -a diferencia de una década atrás-, se encuentran en el centro de sus preocupaciones.

¿Qué riesgos acechan a la economía mundial a una década de la crisis financiera?

-Hay varios países, particularmente entre los mercados emergentes, que tienen niveles de deuda soberana y corporativa más altos que antes. El principal desafío para esos países es que tienen un desajuste en sus monedas, es decir, consiguen sus ingresos en moneda local, pero tienen problemas de deuda en lo que parece tener menos tasa de interés, por ejemplo, en dólar u otras divisas.

Eso es lo que vemos en Argentina y Turquía, con una caída significativa en sus monedas, del orden de 40% y 60%. Así, es mucho más difícil pagar su deuda en dólares que antes. De esta forma entran en un ciclo tóxico, donde la moneda cae, la deuda sube y los mercados se preocupan por la capacidad de pago, eso hace caer sus economías, presionando más al tipo de cambio.

Dada la interconexión que quedó en evidencia en la crisis, ¿ve riesgos de contagio desde Argentina o Turquía?

-Puede haber una combinación entre China y otros mercados emergentes. Una diferencia entre hoy y una década atrás es que China está dramáticamente sobreendeudada, a nivel soberano y corporativo. Hace 10 años, una de las respuestas claves a la crisis fue el significativo aumento del gasto fiscal chino, por lo que gran parte del crecimiento de la última década se debe al endeudamiento, por lo que cuando venga otro shock no será tan simple para ellos sumar más deuda. Ellos no tienen las mismas herramientas disponibles que tenían antes.

De esta manera, si los mercados emergentes tienen problemas y China también, dadas sus amplias conexiones, las cosas se complicarían, con un probable contagio a la banca europea. No creo que este sea el escenario más probable, pero sí es una posibilidad, dadas las evidentes vulnerabilidades y los altos niveles de deuda.

¿La capacidad de respuesta de EE.UU. también es menor?

-La Fed podría bajar las tasas de interés otra vez e implementar nuevos programas de flexibilización monetaria, así que tienen más espacio. Aunque después de Dodd Frank hay muchos instrumentos que ya no están disponibles, hay más restricciones para que el Estado haga préstamos, por lo que el margen es menor que antes.

Dejó la Fed en 2009, ¿cree que lo han hecho bien? Hay quienes cuestionan la tardanza en el alza de tasas y lo ligan a los problemas de los emergentes...

-La Fed ha estado en una ruta estable de alza de tasas y es realmente el primero de los grandes bancos centrales que sale de la política monetaria laxa. De hecho, ya se acerca a su nivel neutral, en torno a 3%. Consiguieron que la inflación llegara a la meta de 2%, al tiempo que han permitido que la economía continúe creciendo rápido, a 4% en el último trimestre. Me parece que el manejo que han tenido ha sido muy bueno.

A 10 años de la crisis, ¿cómo explica que autoridades de la Fed y de gobierno no advirtieran la crisis que se avecinaba?

-No había un entendimiento cabal de la interconexión que había alcanzado el sistema, el cual se ha vuelto cada vez más complicado, global e interconectado. Hay un montón de cosas positivas relacionadas con esas características, y en ellos se pusieron los focos, descuidando los riesgos asociados.

¿Ahora es diferente o las autoridades están condenadas a quedar atrás de los constantes cambios del sistema financiero?

-Siempre es un desafío para los reguladores mantenerse actualizados, pero es muy difícil para ellos ir al mismo ritmo que los innovadores del mercado financiero. De todas maneras, ahora las autoridades tienen más conciencia de cómo este tipo de innovación puede traer problemas, por eso los requisitos son más altos que antes.

¿La complejidad de los activos hizo difícil la supervisión? ¿Se hizo algo al respecto?

-Sí. Algunos de los instrumentos complejos se fueron a default y se quebraron en pedazos, que después hicieron su propio default y así pasó una y otra vez. Pero ya no vemos mucho de eso, en función del pobre desempeño que mostraron esos instrumentos, la gente se dio cuenta de que no entendían el riesgo asociado. De hecho, todavía estamos tratando de entender la interconexión que tenían aquí y en otros países.

En balance, ¿cree que en EE.UU. se aprendieron las lecciones de la crisis?

-Estamos lejos de haber resuelto todos los problemas, pero nos hemos preparado mejor para enfrentar las consecuencias de un shock. En EE.UU. tenemos exigencias de capital más altas, lo que me parece sensato; además, hay restricciones para las actividades de la banca, lo que me parece igualmente sensato. El problema es que todavía no tenemos claridad sobre las consecuencias que tiene toda esta regulación junta. Hoy hay mercados que son menos líquidos que en el pasado, debido a las altas exigencias de capital. Quizás, al final, se puede estar haciendo a la banca menos resiliente.

¿No es necesariamente errada la desregulación de Trump?

-Hasta el momento, los cambios han sido relativamente menores, pero pueden venir más en camino, por lo que resulta difícil tener una respuesta. Aunque sí es pertinente que 10 años después de la crisis y siete años de la Dodd Frank se haga el análisis sobre qué ha sido efectivo y qué no, en relación a los objetivos que nos propusimos. La gente está más preocupada de ver si hay más o menos regulación, pero es claro que al hacer una evaluación seria se van a cambiar algunas cosas.