"Amigo, me acaban de diagnosticar cáncer". Enrique Besa se quedó mudo al otro lado del teléfono. Estaba en Los Angeles (California) y la frase de su socio, Felipe Cuadra, que lo llamaba desde Santiago, fue muy fuerte. Corría 2015 y llevaban menos de un año con su startup. "No te preocupes. Sigue trabajando no más. Te vas a quebrar la cabeza si dejas de hacerlo. Yo sigo desde acá vendiendo y desarrollando el producto", le respondió Enrique desde el otro hemisferio, donde se encontraba haciendo un MBA.
Ambos se conocieron a principios de 2014 en Londres. Enrique, que es ingeniero civil, estaba trabajando en esa ciudad y le daba vueltas a una idea: armar un sistema que evaluara el aporte directo que hace un empleado en la empresa. Y que realmente funcionara bien. Ni en Inglaterra había podido encontrarlo. Le contó a un profesor argentino de la University College of London (UCL), quien lo contactó con Felipe (psicólogo laboral), coincidentemente otro chileno que estaba estudiando en ese lugar. Se conocieron en un día lluvioso, al interior de un pequeño café cerca de Gower Street. Conversaron horas sobre cómo armar Rankmi. Enrique era de Santiago y Felipe de Rancagua. No tenían ningún amigo en común.
Desde el Reino Unido postularon a Start-Up Chile (US$40.000) y mientras regresaban a Chile comenzaron a desarrollar el primer software de Rankmi con un programador. Enrique renunció a su trabajo y Felipe a la idea de hacer un doctorado. Sin embargo, aún no tenían nada, así que armaron una presentación del producto y salieron a vender. "De inmediato nos pescaron tres empresas y partimos. Ahí comprobamos que en general, los sistemas de desempeño de las áreas de RRHH son malos y están obsoletos", opina Enrique.
Pero pasaban los meses y ya habían facturado… ya les habían pagado y aún el software ¡no estaba listo! Ambos iban a las empresas a hacer encuestas a mano a los empleados para ingresar los datos al futuro sistema. Había nerviosismo por la falta de avances, pero los clientes estaban tranquilos. Confiaban. "Una minera hasta nos pagaba los exámenes de altura para ir a las faenas", recuerda el CEO de Rankmi.
Contrataron a otro programador y a un diseñador y ahí comenzaron a ponerse los pantalones largos. Ya tenían el producto y seguían vendiendo. Entremedio, Enrique se fue a vivir a Los Angeles y desde EEUU analizaba prototipos que sirvieran para los servicios de su startup. Llevaban más de seis meses e iban ya por otro fondo de Corfo. Fue cuando Enrique recibió la impactante llamada de su socio, la que marcó un punto de inflexión: parte del pequeño equipo de la empresa se involucró más aún, haciéndose cargo de todo. Así, entraron como socios Felipe Alvarado (CTO), Alexis Galdames (gerente de producto), Cristián Alcayaga (gerente comercial) y la francesa Adeline Coustel (jefa de implementación). "Realmente nos salvaron", confiesa Enrique.
En 2016 el CEO de esta startup volvió a Chile. Felipe ya llevaba dos cánceres en el cuerpo, además de 14 quimioterapias y 20 radioterapias. Pero las superó y se mejoró. Y Rankmi, también superó su "valle de la muerte". En 2017 tenían 70 clientes; en 2018, más de 100 y hoy, 200. Y a pesar de que tienen oficinas en Chile, Perú y Colombia, la plataforma (web y app) maneja 700.000 usuarios en todo el mundo, debido a empresas que son multinacionales. Hay usuarios en más de 15 países como Francia, Australia, Inglaterra, Francia e incluso en India (de Falabella).
El modelo de negocio es cobrar por usuario y por módulo, los que llegan a unos 10, como por ejemplo: fijación de objetivos o evaluación de competencias. Los clientes compran un paquete y pueden ir sumando elementos. En definitiva -como dice Enrique- son un software de gestión de personas, especialistas en talento. "Nos dedicamos al área blanda de los RRHH". En 2018 Rankmi facturó US$2,3 millones y proyectan llegar a cerca de US$5 millones este año. En noviembre eran 40 personas, hoy van en 100 (25 en el extranjero).
Si bien nunca buscaron más fondos, hace dos meses levantaron su primera ronda de inversión por US$1,5 millones por parte de Beagle Ventures, de Pablo Vicuña y Pedro Cabezón, los fundadores de Paperless. "Se nos acercaron varios fondos chilenos y extranjeros, pero preferimos lo local. En general, en Chile hay un tremendo talento en todo aspecto", dice Enrique Besa, y agrega: "Aunque tenemos una empresa sana, queremos darle más velocidad a la expansión, principalmente mirando a México". La otra meta es lograr 700 clientes en los próximos dos años.
¿El nombre? Sencillo: "Rank me" (clasifícame o evalúame) estaba registrado. Simplemente buscaron algo parecido. "Siempre se equivocan escribiendo o pronunciando Rankmi", dice riendo Enrique. "Justamente ese es nuestro sello. Para muchos, somos la startup de Recursos Humanos del nombre raro".