Nuevos antecedentes salieron a la luz recientemente sobre la realidad de Chile y que se relacionan con la brecha de género. De acuerdo con el Informe Mundial de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2018, nos encontramos en el lugar número 44 de un total de 189 países y territorios, seguidos de cerca por Argentina (47), Bahamas (54) y Uruguay (55), en el resultado de un cruce de variables que incluye alfabetización, escolaridad, esperanza de vida e ingreso per cápita.
Alcanzar este nivel de desarrollo humano es, sin duda, una excelente noticia. En un listado encabezado por Noruega, Suiza y Australia, no podemos sino alegrarnos respecto de los avances que hemos ido alcanzando.
Pero acabar con la brecha de género es un desafío que debemos asumir como país y por el cual diversos estamentos de la sociedad están trabajando incansablemente.
En este sentido, cuando hacemos foco en la realidad de las brechas entre hombres y mujeres, la satisfacción se desvanece y volvemos a visibilizar nuestra compleja realidad.
El informe desarrollado por el PNUD incluye un Índice de Desigualdad de Género (IDG), elaborado a partir de las variables de salud reproductiva, empoderamiento y actividad económica de las mujeres.
Aquí el resultado es preocupante: En Chile, esta brecha es de 2,3 veces la observada en el promedio de naciones que tienen los más altos niveles de desarrollo humano.
La cifra es reveladora: el monto estimado para los hombres es de US$28.809, mientras que para las mujeres es de US$15.137. Este número se construye a partir del PIB per cápita por sexo. Es por esto que en el de Desigualdad de Género descendemos hasta un preocupante puesto número 72.
Uno de los análisis entregados por el organismo es que las mujeres continuamos participando menos del mercado laboral, además de recibir menores ingresos por igualdad de cargo o labores.
Y eso repercute directamente en nuestra calidad de vida y en las expectativas de desarrollo que podemos tener a futuro.
Como sociedad estamos transitando por un punto en la historia del mundo en donde la eliminación de la brecha de género se ha vuelto un imperativo en contextos en donde las sociedades están volcándose, con todo el proceso de reflexión y ajuste que eso conlleva, a las demandas de las mujeres que han estado en constante exposición.
Es imprescindible la equidad en el acceso a la educación, al trabajo, a tener voz y voto en temas relevantes, entre tantos otros.
¿Qué nos queda por hacer?
Escuchar, acoger y actuar en forma efectiva para mejorar la vida de millones de mujeres, simplemente, porque es una responsabilidad que tenemos como país y de la cual no podemos ni debemos huir.
No se puede ni deben desatender estas señales o los movimientos en donde se busca visibilizar esta deuda pendiente, de larga data, en términos de igualdad.