Hablar al final y nunca una votación de por medio
-Reinaldo Solari presidió Falabella por 25 años: desde 1986 -cuando reemplazó a su hermano Alberto en el cargo- hasta 2010. En todo ese período, nunca hubo una votación al interior de la mesa. Ex y actuales directores aseguran que lograr un consenso era prioritario, aunque implicara extenderse.
La dinámica se repetía: las reuniones comenzaban siempre a la hora -era de una gran puntualidad: “Cuando estaba él, partía cinco minutos antes”, señala un conocedor-. Luego de ello, tomaban la palabra quienes quisieran y, al final, hablaba él. Hacía un resumen y daba su opinión. “Era de pocas palabras, y de muy buena memoria. Para él la palabra empeñada era ley”, rememora un exdirector. Incluso, podía recordar sesiones pasadas, donde había dicho algo relativo a cierta tarea que se debía cumplir. “Si eso estaba escrito en un papel, no era tan relevante como la palabra comprometida”, precisa un director.
Juan Carlos Cortés -hijo de Teresa Solari y director del retailer- lo recuerda así: “Era admirable y un ejemplo a seguir en todo sentido. Tocó muchos corazones y dejó una huella imposible de borrar: una empresa muy familiar, donde se preocupaba mucho de las personas”. Y añade: “Era la mano blanda que te da cercanía y te levanta, y la mano dura que te exige. Era exigente en el esfuerzo, en hacer las cosas bien, en ponerse en el lugar del otro”.
La dupla Cuneo- Solari: lo comercial y lo estructural
Reinaldo Solari y Juan Cuneo trabajaron juntos por más de 20 años. El tío y el sobrino tenían sus oficinas una al lado de la otra en el tercer piso de las oficinas centrales de Falabella en Rosas 1665. La tercera era la del gerente general, cargo que ocupó en esa época Pablo Turner, Juan Benavides y Sandro Solari.
Juan Benavides recuerda que “teníamos una muy buena comunicación; me sentía muy cómodo en las comunicaciones con él. Él tenía un gran liderazgo, con un espíritu empresarial de nunca terminar”.
Quienes trabajaron con la dupla Cuneo-Solari precisan que operaban en colectivo. Cuneo era el hombre de los números. Ingeniero comercial de profesión, era quien se fijaba en todo lo comercial. Solari, en tanto, ingeniero calculista, se centraba en los temas estructurales del negocio. “Eran personalidades muy distintas, pero cuando no estaba uno, el ambiente se sentía como si no estuviera la señora”, señala un colaborador de aquella época. Añade: “Era normal ver a don Juan ir a la oficina del tío -como le llamaba Cuneo a Solari- y estar una hora conversando. Actuaban muy unidos”. Almorzaban juntos casi a diario. El plato preferido de Solari: el congrio medallón con papas fritas.
Y si bien tenían diferencias en algunas temas, al final actuaban en consenso. Tal fue el caso de la llegada a Argentina. Varios contactados precisan que ese proyecto era de Juan Cuneo. Él sentía mucha vinculación con ese país y con la idea de crecer hacia allá. Solari tenía dudas, lo veía como altamente riesgoso; al final del día se lanzaron al otro lado de la cordillera.
Asimismo, cercanos precisan que la dupla era de carácter fuerte. Y aunque Solari se enojaba muy poco, todos preferían ver molesto a Cuneo que a don Reinaldo, porque cuando este último se molestaba la situación era bastante más compleja.
En 2014, Juan Cuneo dejó Falabella; cuatro años antes, Reinaldo Solari, había hecho lo mismo. Desde esas fechas, nunca más volvieron al día a día de Falabella.
Dudas de llegar a Parque Arauco
Era 1982. Nadie en Falabella había pensado llegar a Parque Arauco. En Santiago estaban solo en Ahumada. El mall de Kennedy abría como el primer centro comercial de Chile con dos tiendas ancla: Muricy y Gala-Sears; está última al poco tiempo debió cerrar. Un alto ejecutivo del sector cuenta que ese cierre generó un problema financiero serio en Parque Arauco, por lo que le recomendaron al socio y director del mall, Orlando Sáenz, hablar con Alberto Solari; se conocían por la afición de ambos a la hípica. El presidente de Falabella en ese momento se resistió. Conocedores aseguran que su hermano Reinaldo tampoco apoyaba tal paso. Luego, en entrevistas, efectivamente reconocería que fue una decisión muy resistida.
Sáenz le ofreció a Solari mantenerle el contrato que tenía con Gala-Sears, además de entregarle la tienda terminada y no en obra gruesa como se entregaba comúnmente. Tras mucho insistir, Falabella aceptó. En 1982 se instalaron en el local que ocupaba Gala-Sears. El desempeño fue tan positivo, que Alberto Solari habría terminado regalándole unos trajes a Sáenz. La llegada a Parque Arauco -confirman varios cercanos- se tradujo en el despegue del retailer.
La fusión con Sodimac: trabajo de un año
-El académico y expresidente de Codelco, Nicolás Majluf, no solo fue -junto a Hernán Büchi- el primer director independiente de Falabella posapertura en Bolsa en 1996, además fue guía de tesis de dos de los tres hijos de Reinaldo Solari. “Piero y Carlo hicieron su memoria conmigo”, recuerda. “Él se sentía muy orgulloso de sus hijos”, añade.
Conoció a don Reinaldo -como le decían en Falabella- hace cerca de 25 años. “Nos recibió con un cariño gigante. A mi señora, casi como a una hija”, rememora. Recuerda que todos los años hacían la fiesta de Navidad de Falabella, generalmente en el Teatro Teletón. “Nos invitaban a mi señora y a mí a entrar en la mesa de la familia. Y las hermanas Solari a ver carreras”.
Majluf cuenta que en algún minuto se planteó la necesidad de crecer en el comercio minorista. Se vio a la construcción y artículos para el hogar como un buen negocio. Ya tenían la operación nacional de Home Depot. Varios contactados cuentan que Falabella se habría acercado a la familia Del Río. El análisis de la transacción duró más de un año. Y el 2003, los controladores de Sodimac -el grupo Dersa- adquirieron el 22,4% de Falabella. “Reinaldo estuvo involucrado. No sé si tanto en los números, pero sí en la atmósfera entre los socios; fue él quien impulsó la relación familiar entre los grupos”, relata Majluf. “Él creó el ambiente para que al final se cerrara el negocio”, subraya.
“Haciendo escuela”, una tienda y un colegio
-Si bien, fue en 1960 cuando Falabella inauguró la primera escuela asociada a una tienda -la Escuela F-53 Arnaldo Falabella, en Estación Central-, al interior del grupo aseguran que para Reinaldo Solari tal iniciativa era prioritaria y él su gran impulsor: cada vez que se inauguraba una sucursal, se apadrinaba una escuela de unos 1.000 alumnos. Hoy, tienen cerca de 50.000 estudiantes en esa condición, a quienes respaldan en infraestructura, el perfeccionamiento de los profesores, desarrollo de bibliotecas, etc.
Cercanos a la compañía explican que Solari mandataba a los equipos de la respectiva tienda a que se coordinaran con el municipio en cuestión y con la iglesia para buscar la escuela más indicada para apadrinar. “Se preocupaba que los ejecutivos de Falabella vibraran y apoyaran a la escuela”, destaca un exdirector. La tradición traspasó la frontera y se concretó también en la operación del retailer en los otros países donde opera la compañía.
En paralelo, Reinaldo Solari junto a su familia creó la Fundación Reinaldo Solari, que luego se uniría con SIP Red de Colegios, vinculado al grupo Matte, para crear Aptus, que hoy preside Piero Solari; bajo está última institución está hoy el programa ‘Haciendo escuela’.
La petición del expresidente Uribe
“Don Reinaldo, muchas gracias; muchas gracias por confiar en Colombia”. Con esas palabras partió su discurso el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, el 9 de noviembre de 2006. Era la inauguración de la primera tienda de Falabella en ese país, puntualmente en Bogotá.
Tres años antes, Solari había realizado un viaje de exploración a ese mercado. Se reunió con Uribe, quien lo instó a invertir en Colombia; tardaron todos esos años en hacer el análisis, hasta que hicieron su primera apuesta. Y el exmandatario le hizo una petición frente a todos los asistentes al corte de cinta: “Don Reinaldo, queda acreditado para que, a partir de hoy, cuando los colombianos le respondamos bien a Falabella, usted nos ayude como embajador para que todos los inversionistas chilenos vengan a poner su inversión en Colombia”. “Desde hoy usted es nuestro embajador”, añadió.
Espectadores de ese momento sostienen que Solari solo sonrió.
Farellones, La Parva y la organización del Mundial de Esquí de 1966
El estadounidense Henry Purcell conoció a Reinaldo Solari en Portillo, hace más de 50 años. Purcell era en ese entonces gerente general del centro de esquí -hoy es el dueño-, y Solari un activo esquiador. Sus primeros acercamientos con el deporte, eso sí, fueron en Farellones, cuando, estudiando en la Universidad de Chile, subió a levantar el refugio del establecimiento en ese lugar. Luego vendría La Parva. Familiares recuerdan que gracias a él, sus sobrinas Liliana, Teresa y María Luisa se involucraron en el esquí. Cuando eran menores, el tío Reinaldo, como le decían, vivió en la casa de su hermano Alberto, casado con Eliana Falabella y padre de las accionistas de Falabella, en avenida Santa María. “Las reunía en Plaza Italia y parte del trayecto era en burro hasta el Manzanito, y de ahí hacia La Parva”, rememoran cercanos. “Gracias a él salieron esquiadoras”, destacan. De hecho, fueron campeonas en Chile. Y Solari las impulsaba a entrenar para lograr buenos resultados.
Con el pasar de los años llegó a competir a Portillo. “Fue un esquiador activo toda su vida. Venía a Portillo y participaba de estas carreras”, cuenta Purcell. En 1953 asumió la presidencia de la Federación de Ski.
Purcell, impulsado por los dueños del centro -su tío, Bob Purcell, y Dick Aldrich-, le planteó la idea de organizar el Mundial de 1966. “Había muy poco turismo internacional a centros de esquí, por lo que pensamos que de conseguir el evento, se podría mostrar a Chile como un lugar atractivo para venir”, cuenta. Tras la venia de la Federación, Purcell y Solari partieron al gobierno. Se reunieron con ministros del entonces Presidente de Chile, Eduardo Frei Montalva. Y les dijeron que sí. Ahora venía el ganarse los votos de las otras federaciones para quedarse con la sede. Solari envió al deportista y dirigente Sergio Navarrete a Europa a promocionar al país. El expresidente de Falabella también fue a algunos viajes. Fue un trabajo de un año. La comunidad internacional los respaldó. “Lo ganamos y hubo mucha preocupación, porque habíamos prometido demasiado y teníamos que cumplir, partiendo por un hotel de 600 camas en Portillo para el evento”, rememora Purcell. Los dueños del centro se hicieron cargo de la inversión atingente a Portillo. Y el gobierno se comprometió a mantener el camino despejado, garantizar el control de avalancha -”Contratamos a un experto en avalanchas de EE.UU. que vino a apoyarnos en el evento”, relata-, además de generar un sistema de comunicaciones que permitiera mantener al centro conectado. “Reinaldo fue un líder extraordinario, manejó a todo el personal voluntario que se había ofrecido para el Mundial. Todo resultó y fue un éxito”, agrega.
Reinaldo Solari siguió esquiando y compitiendo hasta que -cuenta Purcell- tuvo una edad avanzada.