En los meses posteriores a la elección de Donald Trump, las líneas de cruceros temieron que el nuevo presidente mataría su incipiente negocio a Cuba. Pero cuando la administración impuso nuevas normas al turismo en la isla lo hizo de una manera que realmente ayudó a las líneas de cruceros.

Los cambios limitaron los viajes a grupos aprobados por el Departamento del Tesoro de EEUU, una designación que los cruceros ya habían recibido. Y las reglas prohibieron negocios en varios hoteles y restaurantes cubanos relacionados con el gobierno. Eso creó una situación ideal para estas empresas, que proporcionan comida y alojamiento a bordo.