El grado de Doctor Honoris Causa por sus destacadas contribuciones a la economía internacional, economía del desarrollo y crecimiento económico, le entregará esta semana la Universidad Diego Portales al economista Ricardo Hausmann.
El destacado experto venezolano, execonomista jefe del Banco Interamericano del Desarrollo y fundador y director del Laboratorio de Crecimiento de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, estará en Chile para ese reconocimiento y también para participar del encuentro anual de la Sociedad Chilena de Políticas Públicas, que se desarrollará este viernes.
En este contexto, esta semana conversó con Pulso desde Sudáfrica (vía Zoom), donde estaba realizando labores de investigación y asesoría.
Muy conocedor de Chile, Hausmann (doctor en Economía de la Universidad Cornell) dice que no se sorprendió del resultado del plebiscito, señala que seguramente Chile logrará tener una nueva Constitución y destaca las oportunidades que hay en temas de energías limpias y en el litio.
¿Le sorprendió el resultado del plebiscito constitucional en Chile?
No, no me sorprendió, porque en el fondo no creo que Chile sea un país que aspira a parecerse a Bolivia. Y no sé si Chile tiene la imagen de sí mismo como un Estado Plurinacional, sino que hay una identidad chilena y, si no, es una identidad real, es una identidad aspiracional. Los chilenos aspiran a ser una nación y en este enamoramiento con Bolivia que tienen los chilenos me preocupa que también quieran copiar la estrategia minera de Bolivia. Si algo debería pasar es que Bolivia debería copiar la estrategia minera de Chile, no al revés. Los chilenos son sensatos, quieren un cambio constitucional, pero quieren un cambio hacia una Constitución sensata y creo que la van a tener tarde o temprano.
¿Esta propuesta no cumplía entonces con la característica de sensatez?
No me cabe a mí juzgarlo, solo estoy nada más comentando sobre lo que mostraron las preferencias chilenas, que el 80% desea una nueva Constitución, pero no esa. Y creo que lo que no le gustó de esta Constitución tiene que ver con Chile tratando de parecerse más a Bolivia que a otra cosa.
¿Lo plurinacional?
Sí, pero toda esa lógica permeó muchos aspectos de la propuesta de Constitución.
¿Hay una mejor evaluación hoy en Chile de los “30 años”?
Creo que tiene sentido que las sociedades que reciben un sistema que ha dado cierto rédito aspiren a algo más. Y me parece que los jóvenes dejarían de ser jóvenes si solamente estuviesen motivados por preservar el pasado. Pero también es obvio que los 20 primeros años de la democracia fueron mejores que los 10 últimos años, y en parte porque Chile tuvo buenos precios del cobre y buenos volúmenes del cobre en los primeros 20 años y no en los últimos 10. Había un cierto agotamiento de un modelo minero y, por lo tanto, la tasa de crecimiento de Chile bajó muchísimo. Entonces, yo puedo entender la insatisfacción de los jóvenes chilenos, pero como venezolano, no reconocer los logros de Chile sería una locura. Chile avanzó muchísimo en estos 30 años y hay muchas cosas que se arreglaron en Chile. Los países inteligentes construyen sobre lo que heredan, no hacen borrón y cuenta nueva, y creo que es muy importante tomar conciencia de las cosas buenas que uno hereda al momento de aspirar a otras cosas. No es una buena guía decir ‘como esto se hizo de esta forma antes, busquemos otra forma de hacerlo’, porque de pronto la forma como se hizo antes era una solución adecuada a los problemas que enfrenta la sociedad y que de pronto otras formas de hacerlo no van a ser mejores. Entonces sí creo que los cambios tienen que tener cierta sensatez y el mismo juego democrático en Chile va a hacer que eso sea así.
¿Cómo?
Van a tener que negociar los cambios, van a tener que buscar nuevas formas de hacer las cosas. En los países se prometen muchas cosas en período electoral y después tienen que tratar de no abandonar sus ambiciones, pero quizás cambiar sus métodos y aprender en el proceso.
Muchos de los que apoyaron el estallido social decían que ‘Chile será la tumba del neoliberalismo’... ¿Ya no será la tumba?
Es que Chile no era solo neoliberal. Fueron 30 años de Concertación, dominados por gobiernos de centro izquierda. Hubo en Chile bastante buen balance entre pensamientos más de izquierda y pensamientos más de derecha. Pero los países que han abandonado la economía de mercado les ha ido sorprendentemente pésimo. Venezuela, para no ir más allá, tuvo el boom petrolero más largo de su historia y cuando se terminó, la economía se contrajo un 80%, y si tuviésemos más tiempo le podría explicar cómo eso se debió exactamente a que es una economía comandada centralmente, donde no funcionan los mecanismos de mercado. Y ahí están ahora los chilenos quejándose de que tienen demasiados venezolanos. Bueno, tienen demasiados venezolanos porque Venezuela no fue lo suficientemente neoliberal.
¿Cómo se ve al país desde el exterior tras el plebiscito?
El reto del Presidente Boric es encontrar una forma de construir sobre el pasado y construir un consenso que pueda ser acompañado por una parte amplia de la sociedad y el rechazo fue un momento de aprendizaje, pero creo que el país tiene muchas oportunidades para hacer cosas bien y para innovar. Sí creo que el país era, para mi gusto, en materia de política económica, demasiado ortodoxo y no exploraba suficientemente ciertas alternativas.
¿Como cuáles?
Yo fui muy crítico al decir que Chile nunca pensó en desarrollar energía solar con el desierto de Atacama, bueno, ya lo está haciendo. Que Chile tenía que preocuparse más por una estrategia de desarrollo tecnológico para abrir nuevas oportunidades de producción, creo que ya lo está haciendo. Entonces, Chile se está moviendo en una buena dirección y creo que las intenciones del gobierno en muchos aspectos de la política económica tienen objetivos importantes. En el ‘cómo’, complementando al mercado en vez de sustituir al mercado, van a encontrar mejores formas de éxito.
Mundo y energía verde
¿Cómo está viendo la situación económica global?
Hay dos shocks importantes que la economía mundial está absorbiendo. El primero es la recuperación del Covid. Los países se enfocaron mucho en generar estímulos para que las economías se recuperen, y en el caso de Estados Unidos se les pasó la mano poniendo los estímulos a la economía, y generaron una situación de un fuerte exceso de demanda, que se traduce en un mercado laboral extremadamente caliente, y eso se traduce también en un aumento muy generalizado de salarios que causan una inflación muy generalizada. Eso ha llevado a que la política macroeconómica en Estados Unidos pase de ser expansiva a ser contractiva, tanto en lo fiscal como en lo monetario. Entonces la pregunta es: ¿Cuánto va a tener que la Reserva Federal apretar las cosas para frenar la economía? En ese proceso se está generando un shock a las tasas de interés mundiales, al precio de los activos mundiales y eso va a tener sus propias repercusiones. Entre otras, ha puesto presión sobre las monedas y sobre las tasas de interés que tienen que pagar los países emergentes.
¿Y los efectos de la guerra?
Ese es el segundo shock. Es un shock gigantesco para Europa, pero es un shock global más pequeño. Ya estamos viendo, por ejemplo, que a nivel global el precio de la energía ha estado bajando, el barril de petróleo americano está en torno a los US$ 70 y no por encima de US$ 100, de modo que hay suficiente energía líquida en el mundo. Donde hay una crisis muy fuerte es en Europa, por el gas natural, que probablemente lleve a una recesión en Europa y creo que también va a llevar a un cambio muy radical de la política energética europea y de la estructura industrial europea. Y eso va a abrir un conjunto de oportunidades que no estaban allí antes para el resto del mundo. Y la segunda cosa que ha causado la crisis rusa es un shock al precio de la comida. Pero en muchos países esos shocks son shocks positivos, para Argentina, para Brasil es un shock positivo. Entonces no veo necesariamente una situación catastrófica en muchos de los países emergentes. Una situación un poco distinta pasa en los países pobres, dependientes de alimentos importados y sin acceso a financiamiento. Entonces va a ser un año más difícil el 2023 que el 2022 o el 2021, pero no exageraría la dificultad.
Usted menciona las oportunidades que se pueden abrir en el mundo en el tema energético. ¿Qué oportunidades ve en países como Chile, que se está moviendo en esa dirección?
A Chile hay que hacerle el reconocimiento de que después de que Argentina le hizo default sobre el contrato de venta de gas, que generó una crisis energética como la que está sufriendo Europa ahora, respondió con una política eléctrica que ha dado frutos gigantescos y los precios de la electricidad han estado bajando de manera sustancial. Chile generó un mercado eléctrico muy interesante, muy eficiente, una lección para el mundo. Ahora, en ese proceso, Chile finalmente empezó a capitalizar el hecho de que el desierto de Atacama es uno de los sitios de mayor insolación en el mundo y que había una tendencia a la energía solar y ustedes podrían ser la Arabia Saudita de la energía solar. Pero la energía solar es un reto tecnológico en muchas dimensiones, no solo en cuáles son los paneles solares a ocupar, etc., también en cómo se concesiona, cómo se genera un marco de inversión, cómo se puede estabilizar una red eléctrica con ese tipo de energía, qué más se puede hacer con la energía solar. Entonces, está la idea de usarla para hacer hidrógeno y como el hidrógeno es difícil de transportar, convertirlo en una molécula más fácil de transportar, como el amoníaco. Chile es de los primeros países en meterse a pensar esos temas, junto con Australia, Namibia, Sudáfrica, Omán y Arabia Saudita. Ahí se está pensando en inversiones relativamente grandes para generar hidrógeno verde. Eso sí, el reto del hidrógeno verde es que todavía es demasiado caro comparado con el hidrógeno gris y no está claro quién va a estar dispuesto a pagar para hacer rentables esas inversiones extranjeras.
¿Y cuál es su análisis de la situación de la producción de litio?
En una columna que escribí recientemente comparo a Chile con Bolivia. Bolivia tiene más reservas de litio que Chile, pero produce aproximadamente cero, y eso es porque Chile ha generado un marco legal y un ecosistema de negocio que permite la producción de litio, y para el mundo es sumamente importante que aumente la producción de litio. Porque si no aumenta, cuando el mundo trata de descarbonizarse dispara el precio del litio, se hacen más caras las baterías de litio, se hacen menos accesibles los vehículos eléctricos y entonces el mundo no se descarboniza. Es muy importante que los países que tienen minerales verdes, que son necesarios para la descarbonización, aprovechen este aumento de la demanda como parte de su estrategia de crecimiento.
El gobierno ha planteado la creación de una empresa estatal. ¿Es ese el mejor camino?
Me parece que es un poco una distracción. El nacionalismo de recursos naturales es un animal conocido, lo hemos vivido en el petróleo. En muchos de los países exportadores de petróleo, este está controlado por una empresa nacional. Pero después estas empresas nacionales tienen que contratar servicios petroleros y, de esta forma, buena parte del valor de la producción se lo llevan empresas que dominan la tecnología. Entonces, a mí me preocuparía más ver cómo Chile habla sobre cómo va a ser para desarrollar tecnología, para absorber tecnología, para adaptar tecnología. El tema de si es una empresa del Estado o no es una empresa del Estado de pronto tiene que ver con si van a absorber tecnología en vez de dejar que ese aprendizaje se quede solamente en empresas multinacionales que quizás no la ‘derramen’ por el resto de la economía. Entonces si ya tienen a Codelco como una gran empresa, intenten eso, pero que no se cierren a esa sola estructura.
También se ha planteado la idea de hacer una especia de cartel, con Argentina y Bolivia...
Si Chile va a ir al ritmo de Bolivia y Argentina, va a ir muy lento. No son socios particularmente dinámicos. Son socios muy emproblemados, pero de nuevo estamos hablando de capturar rentas, no estamos hablando de estrategias de generar valor.